Lobo feroz | Tonks & Remus

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El 24 de Diciembre transcurría con lentitud, Remus sabía que su navidad sería un asco. ¿Por qué? La luna, tal vez por hacerle una cruel broma, había decidido que probablemente (y gracias a la guerra) la que sería su última Nochebuena, la pasaría solo, triste y transformado en una bestia.

Suspiró y se paso la mano por la agotada nuca, hacía mucho tiempo había dejado de ser una persona feliz pero los últimos dos años con una guerra latente y la muerte de su ultimo amigo, habían hecho estragos en su estado físico y mental, estaba profundamente cansado de la vida en general.

Harto de sufrir cada luna llena, cada batalla que dejaba un amigo menos. A lo largo de sus 38 años, había visto morir, uno a uno, a todos sus amigos. El no tenía nada... Nada salvo una mujer que lo amaba.

Sonrió ante el pensamiento, aunque no lo hubiese querido reconocer, Tonks lo hacía sentir pleno. Toda ella irradiaba la felicidad que la vida le había arrebatado a él. Incluso en plena guerra, ella sonreía. A veces, Remus no entendía como en un mundo gris, ella desparramaba color. El era la tormenta y ella era el arcoíris. Tan simple como eso. Remus era tormenta, gris, peligroso, misterioso y con ese toque placentero de la tranquilidad antes del trueno. Tonks era arcoíris, infinita, colorida y no existía sin la tormenta. Tan metafóricamente real. Se necesitaban. Eran el aire y la luz en la vida del otro.

Remus se quito el traje y lo doblo con prolijidad cuando supo que la transformación se acercaba, tomo el último trago de poción matalobos y se dirigió a su sótano donde se sentó a esperar que el dolor llegara. Y llegó.

—Remus— la voz femenina retumbó en sus oídos, sentía dolor en todo su cuerpo. Si hubiese sido posible, creería que le dolía hasta el cabello. Quiso hablar pero termino soltando un gemido lastimero. –Tranquilo cariño, estoy aquí— sintió el cálido tacto de una pequeña mano acariciándole la frente para apartar su cabello.

—Tonks— quería regañarla por estar ahí, por arriesgarse. Pero estaba dolorido y el aroma de la pelirrosa lo relajaba.

—Rem, se que duele pero te sentirás mejor si te acuestas— él asintió levemente, y apoyado en los brazos de Tonks logro moverse hasta la precaria cama que tenía para después de las transformaciones. Sintió contra su piel una suave manta que tenía aroma a recién lavada. Noto el peso de Tonks, cuando se sentó junto a él y le acarició la espalda.

—¿Podrías traerme agua?— normalmente, el tenía que esperar horas para poder curarse y moverse por si solo, pero la garganta le ardía por la sed.

—Claro que si, enseguida regreso— un tímido beso en su mejilla y la presencia de Tonks desapareció momentáneamente, abrió los ojos con esfuerzo. La vio trastabillar con el escalón pero sin soltar el vaso.—Aquí esta Remus, te ayudo— dejo el vaso junto a la cama mientras lo ayudaba a medio sentarse contra el respaldar para poder tomar el agua.

—Gracias— murmuró con vos áspera— No debiste venir, es arriesgado...—ella lo detuvo con la mirada.

—Me asegure que la luna se había escondido por completo antes de venir, no voy a arriesgarme porque sé que con el mas mínimo rasguño pensarías que eres un monstruo y no voy a dejar que te tortures así por un descuido mío.— Nymphadora le acarició los hombros cansados con ternura— tienes algunas heridas, te curare así puedes descansar mejor— el castaño solo pudo asentir, ella era puro cariño y atenciones, lo cuidaba y lo quería como ninguna otra persona lo había hecho.

—Nymphadora no es necesario— repuso cuando la vio entrar con algunas pociones y ungüentos.

—Claro que lo es, somos pareja Remus, si fuera a la inversa me gusta pensar que tú me curarías— la calidez invadió los ojos mieles ¿Cómo no iba a quererla? Le dedicó una pequeña sonrisa.

—Por supuesto que te curaría, pero no quiero que sientas que es tu responsabilidad— ella se acerco y comenzó a limpiarle la herida del pecho con suavidad.

—Lo sé, relájate. Mas ayuda el que no mete la pata— el soltó una risita por semejante refrán, especialmente porque fuera la reina de la torpeza quien lo estaba diciendo. Se dejo curar y vendar la herida más profunda. Aunque estaba cansando, su cuerpo se sentía muchísimo mejor. Tonks se quitó la ropa y se recostó a su lado dándole la espalda. Olfateo el aroma de su pálida piel. Los instintos de lobo seguían latentes, quería morderla, devorarla completa. La rodeó con sus brazos y la estrujo contra él, antes de lamer la piel de la espalda que estaba a su alcance, haciéndola estremecer. Se dio vuelta para quedar cara a cara.

—Remus Lupin, mantén tu lengua quieta hasta que tus heridas se hayan cerrado— regaño con ternura, el sonrió como un niño después de hacer una travesura— ahora duerme— él obedeció sin chistar. El sueño profundo lo invadió sintiendo el pequeño cuerpo de la pelirrosa entre sus brazos.

Despertó de un sueño reparador, se sentía mucho mejor. Dormir había relajado su mente y los cuidados de Tonks habían relajado su cuerpo. Un olor dulce inundo el aire, sonrió divertido cuando escucho la voz de la chica tarareando una canción. Se sentó en la cama y vio con ternura que Tonks le había dejado preparada la ropa para vestirse, doblada con cuidado al lado de la cama. Se vistió con lentitud y se dirigió a donde la voz lo guiaba.

La vio retirar del horno con mucho cuidado una bandeja, estaba vestida con una de sus camisas y no dejaba de cantar.

—¿Cocinando?— preguntó sorprendido, la cocina no era una de las virtudes de Tonks.

—Sí, bueno... le he pedido a Molly que me enseñe a hacerlas, son infaltables— entonces Remus notó que la bandeja estaba repleta de galletas en forma de árbol de navidad. –Se que no es un año muy festivo, pero es navidad— el licántropo le sonrió y se acerco a abrazarla.

—Lamento no tener un regalo para ti— admitió avergonzado.

—Estás conmigo Rem, eso es lo mejor que podrías darme— entonces se dirigió al precario sofá donde había dejado una pequeña mochila con sus cosas, saco un listón y lo acomodo en su cabello como un moño.

—¿Qué haces?— pregunto confundido. Ella sonrió.

—Pues resulta que con todo el asunto de venir a cuidarte, no pude comprarte un regalo... entonces se me ocurrió por ti y tu lengua traviesa— Remus se sonrojó levemente— que yo podría ser tu obsequio— el castaño la miro sorprendido— No vengo con etiqueta de cambio, me aceptas o no hay de otra— ambos rieron divertidos y Tonks lo beso lentamente.

El instinto de lobo volvió a hacer efecto y Remus la mordió sin demasiada violencia, pero sintió el salado gusto de la sangre.

—Lo siento tanto Nymphadora— se sorprendió cuando ella lo beso con fiereza y le devolvió la mordida.

—No te reprimas Remus, ahora...— se lamio la sangre que había manchado su labio— yo también tengo un poco de sangre de lobo— Remus cerro los ojos cuando ella comenzó a delinearle las cicatrices con dulzura.— Hazme lo que se te antoje— susurro seduciéndolo— soy tu regalo, uno hace lo que le plazca con un regalo.

—¿Entonces eres mía?— pregunto tragando grueso cuando ella le besaba el cuello.

—Sí, solo si tu eres mío— el asintió sin pensarlo y le respondió los besos con caricias.

Ambos yacían abrazados en la cama de Remus.

—Por cierto cariño, ¿Qué tan mala está siendo tu navidad?— pregunto en un susurro Tonks felizmente agotada.

—¿Mala? Es la mejor navidad de mi vida— puede que el mundo ardiera en llamas y sangre inocente se derramara, pero por una vez en su vida, Remus decidió ser egoísta. Sin pensar en nada más que lo feliz que lo hacía sentir la piel de Tonks contra su piel.— ¿Sabes? acabo de descubrir una gran curiosidad de la vida.

—¿Cuál?— pregunto confusa.

—Que yo soy el lobo, pero tú fuiste la que aulló— Tonks se sonrojó, su cabello también.

—¡Remus!— el rió divertido, incluso del pelo de Tonks había pasado de rosa al color cereza que adquiría con el sonrojo. – Por cierto, lobo feroz, feliz navidad— le dijo con una sonrisa.

—¿Lobo feroz? ¿Enserio?— ella rió— Feliz navidad Nymphadora.

Harry Potter, historias de un capítulo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora