4. La profesía para Zaqiel

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Estaba terminando de empacar algunas de las cosas que llevaría en mi viaje de regreso. Cuando tocaron a la puerta.

"Adelante" Dije sin voltear a mirar quién era la persona que había tocado. 

"He traído, a petición del señor Titus, una bandeja de pan y quesos para comer antes de su viaje"

Al girarme vi a la niña que había venido por la mañana a mi puerta. Llevaba una bandeja con una hogaza de pan, quesos y una botella de vino pequeña.

"Entra" Le respondí con un gesto con la mano para que pasara.

Mientras terminaba de cerrar el morral escuché cómo ella se acercaba a la mesita que había al lado de la única ventana de la habitación. Me di la vuelta y avancé a la silla junto a la mesa mientras ella terminaba de disponer las cosas que había traído. 

Noté molesto que había colocado todo en una posición bastante confusa.

"¿Eres nueva niña en la servidumbre? Has dispuesto todo al revés. ¿Dónde está Desa?"

"No" La niña se rió de algo que no alcancé a comprender. "Desa no ha podido venir a ayudar ya que como es el séptimo día del mes, todos tienen muchos quehaceres. Por eso el sacerdote Titus me ha pedido que ayudara con su comida"

Estaba fijamente mirándome. De esa manera extraña que me había mirado más temprano.

"¿Cómo te llamas?" Me preguntó sin dejar de mirar mis ojos.

"Zaqiel" Respondí.

Horas después pensaría en ese suceso y me preguntaría una y otra vez porqué le había revelado mi verdadero nombre a esa cría. No había una explicación lógica.

"Zaqiel" repitió ella en voz baja. "Es un nombre bonito" Sonrió levemente. "¿Sabes qué significa?" Me preguntó inocentemente.

Aquella pregunta fue como una lanza que me atravesó el corazón por un segundo. 

Ante mis ojos vino el recuerdo de una familia infinita de ángeles, felices regocijados de alegría volando por los cielos. De amigos antiguos que ya no vería nunca más. Amigos como Zerachiel habían quedado en uno de esos momentos olvidados.

"Significa Pureza de Dios" Respondí sin haber salido del todo del trance del recuerdo.

"Es un lindo nombre" Entonces dió un paso adelante, el cual me hizo salir de aquellas dolorosas memorias. "Mi nombre es Airlia, y significa etéreo e inalcanzable" Suspiró y bajó su mirada al piso. "Al principio no entendía porqué habían decidido nombrarme de esa manera. Sonaba como si aquel nombre era de alguien más"

Sabía exactamente a qué se refería. Compartía el mismo sentimiento. Había sido una ironía del destino que justamente mi nombre significaba algo tan potente como la pureza de Dios.

"Pero..." Continuó. "Ahora entiendo que es mi nombre, y este conlleva un destino, porque los nombres llevan poder. Comprendí eso en el momento en que los sacerdotes tocaron a mi puerta en Platea, mi ciudad natal, y me dijeron que los dioses habían profesado que yo debía ser una Pitonisa de Delfos"

Así que estaba frente a una futura Pitia. Eso me sorprendió un poco. Esbocé automáticamente una pequeña sonrisa al entender porqué esta criatura no tenía idea de cómo servir una mesa apropiadamente.

"¿Te puedo hacer una pregunta?" Preguntó. Puede ser por la sonrisa que me pilló desprevenido, pero accedí.

"Adelante" le dije. Y entonces cambió su semblante nuevamente a esa mirada que ya estaba comenzando a ser costumbre cuando me miraba. Seria. Intrigada. Profunda.

"¿Por qué estás tan triste?"Preguntó sin más.

Al ver que yo comenzaba a poner el ceño fruncido, ella sin desviar la mirada se acercó un paso más, quedando a escasa distancia frente a mi. Al estar yo sentado, nuestras caras quedaron al mismo nivel. Entonces ella alzó sus brazos y puso sus diminutas manos en mis mejillas.

"Tus ojos. Son tus ojos los que te delatan." Me dijo dulcemente. "Casi me engañan con ese hermoso color café y esas largas pestañas que los adornan. Pero si los ves un poco más detenidos. Si prestas un poco más de atención. Puedes ver a través de su belleza un inmenso vacío que guardan con recelo"

Me había quedado petrificado. 

Cómo era posible que esa pequeña niña insolente hubiese podido ver aquello. El secreto que todo caído guardamos en el fondo. Algo que quisiéramos enterrar y olvidar. Aquel vacío era prácticamente la única vulnerabilidad que teníamos. 

Y ahí estaba yo frente a aquella cría. Sintiéndome desnudo con ella como con ninguna mujer me había sentido antes. Con ningún ser humano para precisar.

"Pero no te preocupes" Continuó hablando y retrocediendo con una sonrisa en su cara. "No olvides que hoy es el séptimo día del mes. Día sagrado para los oráculos, pitonisas y futuras pitias. Por lo que voy a darte un regalo. Sin necesidad de ofrendas ni de pagos, ya que la revelación que he tenido al ver tus ojos se me es tan nítida como la realidad misma. Pero debo preguntarte ¿Aceptas este regalo Zaqiel?"

Incapaz de pronunciar palabra, asentí casi imperceptiblemente con mi cabeza. Mientras en mi mente se formulaba un centenar de preguntas, donde la más importante era: ¿Estoy preparado para lo que tiene que decir esta niña?.

"Muy bien" Cerró fuertemente los ojos un minuto para luego abrirlos y proseguir. "Tu camino es largo, incluso más largo del común de las personas. Vivirás mucho tiempo. Tu vida está marcada, como la de muchos otros, por obstáculos duros." 

En ese momento ella fue la que frunció su ceño para proseguir:

"Veo mucha frustración, dolor y envidia." Luego tomó aire y esbozó una sonrisa. "Pero también veo amor. Y al final de tu camino veo esa paz que tanto anhelas, y ésta llenará ese vacío que te carcome".

Después de unos minutos de silencio, la niña caminó hasta la puerta. Se disponía a salir pero al dar el paso para atravesar la puerta dudó y se giró hacia mí con una sonrisa. La sonrisa más amplia con la que la había visto hasta ese momento. Y antes de volverse para salir por completo de la habitación pronunció las siguientes palabras:

"Que tengas un buen viaje de regreso. Espero que algún día nos volvamo a ver, Zaqiel"

Y esa fue mi primera experiencia con Airlia de Platea, futura pitonisa del Oráculo de Delfos. 

Esa fue la primera vez que Airlia se había metido en mi cabeza. 

No lo sabía entonces, pero en el futuro sería también la primera, y única, en meterse en mi corazón. 

Era ella.

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