Es cierto, habían pasado 5 años desde la última vez que la vi. Y si bien, sabía que debía de haber cambiado y crecido, no estaba preparado para lo que vi.
Es decir, cuando la conocí era una simple cría.
Lo que estaba frente a mí era una doncella en plena juventud. Su cuerpo exquisitamente puro, parecía esculpido por los mejores artistas de Atenas.
Llevaba un traje blanco el cual acentuaba aquellos dos delicados y deliciosos montes que llevaba por pechos. El traje caía por sus curvas, dejando a la vista su pequeña cintura para dar paso a sus anchas caderas. Aquel era un espectáculo que solo hacía que se me secara la boca de deseo.
Ella avanzó unos pocos pasos y se sentó en un tronco torcido. Justo de frente desde donde yo me encontraba.
El sol le pegaba en la espalda lo que hacía que toda su silueta se iluminará casi como un cuerpo celestial. ¿Acaso era real aquella obra de arte de la que estaba siendo testigo?
Entonces una suave brisa se levantó, acariciando su piel y revoloteando su cabello. Airlia, cerró los ojos y disfrutó de aquella sensación que le ofrecía la naturaleza.
Juro que me obligué a presionar mis manos con todas mis fuerzas en aquel maldito tronco en el que me encontraba, al nivel de que me sangraran, para no correr y poseerla ahí mismo.
Mi vista se oscureció. Aquel sentimiento estaba siendo más fuerte que yo. Lo único que pensaba era en hacerla mía de inmediato. Ya luego hablaría sobre su profecía. Luego de tomarla habría tiempo de sobra para eso.
Estaba a punto de salir de mi escondite cuando escuché una risa ronca.
Había estado tan cegado por mi deseo de lujuria, que no había sentido la presencia de aquel hombre que había aparecido solo a pasos detrás de Airlia.
"Creo que hoy los dioses me sonríen" Dijo el hombre.
Airlia se sobresaltó de su tronco e inmediatamente se dio la vuelta para verlo de frente.
Era un hombre alto y fornido de unos 40 años. Estaba en buena forma y llevaba una espada a la cintura. Tenía el pelo oscuro y sus ojos negros ardían de deseo. Pude oler en él algo de sangre celestial. Pero de rango menor. ¿Sería un Nefilim grado 5 tal vez?
"Pero qué tenemos aquí" Dijo relamiéndose los labios. "¿Qué hace una doncella sola por este bosque tan peligroso?
Desde mi posición podía ver como Airlia temblaba, pero esta cerró los puños para que el extraño no lo notara. Estiró sus hombros hacia atrás tomando aire y contestó:
"Estimado buen hombre ¿Cuál es su nombre?. Debes de ser un viajero si no me reconoces; soy una de las Pitias del Oráculo de Delfos y este no es un bosque peligroso. Es el bosque de laureles de Apolo, dios padre y protector de nuestros mensajes y profecías. "
"Con que una Pitia" respondió el hombre acercándose un paso más. "Mi nombre es Equécrates, y lo que yo creo es que Apolo me ha dado un hermoso regalo de bienvenida a sus tierras"
El hombre comenzó a avanzar desatándose algunas de las cuerdas de sus vestimentas. Airlia comenzó a retroceder hasta chocar de espaldas con aquel árbol que hace poco había usado como descanso.
"Veras, he venido desde muy lejos. He cabalgado desde Tesalia para asistir a los Juegos Pitios. Ha sido un viaje largo y agotador por lo que creo justo tomar alguna recompensa"
Entonces Equécrates tomó de las muñecas a la joven pitonisa. Está, forcejeando inútilmente, quedó atrapada entre el tronco y el cuerpo del viajero. Su dulce trenza había desaparecido y las flores que llevaba estaban ya en el suelo.
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27 Vidas
RomanceAlmas gemelas que se reencuentran. Un ángel caído que no posee lo que más desea. 27 fracasos. Esta vez buscará ayuda en magia antigua y peligrosa. El precio no importa, si ella por fin es suya.