Pasaron varios años para que volviera a Delfos. La noticia de lo que había dicho el oráculo a Hiparco condujeron a Hipias a tejer un plan para cerciorarse que su hermano no siguiera en el poder.
Además de eso, el ambiente de guerra con Persia se hacía cada vez más latente por lo que los siguientes 5 años nos dedicamos a preparar nuestros ejército.
El entrenamiento que impuse en mi ejército era duro y no todos alcanzaban a completarlo. . De hecho, el ejército que forjé no llegaba a 500 hombres, pero eran letales. Prefería tener un batallón pequeño pero efectivos e impenetrables como ningún otro, a tener una cantidad excesiva de soldados que sólo sirvieran de carne para la guerra.
Varios de mis soldados eran atletas. Había sido una lástima para muchos de ellos no haber podido asistir o participar en los Juegos Olímpicos de hace dos años, debido a un levantamiento en la ciudad de Megara.
Pero nos encontrábamos en un momento de paz momentánea. Y los Juegos Píticos del año 514 A.C se celebrarían en 4 días más. Algunos de mis hombres me habían solicitado durante meses asistir.
Los juegos se celebraban en Delfos. A solo pasos del Oráculo. Y es que en los últimos 5 años la profecía de la niña cada tanto volvía a mis recuerdos. Cuando eso ocurría, mi mente se debatía entre 2 opciones:
La primera era ignorarlo. Enterrar aquel presagio. Aquella niña solo era una cría, y no tenía sentido que le diera muchas vueltas al asunto.
La segunda era una idea más peligrosa. Ella vio algo que los caídos nos hemos resignado a volver a sentir. El amor se nos lo había prohibido. Era parte del castigo. Pero su profecía lo mencionaba.
Por lo tanto, esa línea de pensamiento abría algo nuevo: Esperanza.
Así que volvía a la primera opción, pero finalmente accedí a ir. Tenía que saberlo. Tenía que preguntar qué más veía. Si es que había una forma, quería saberla. Así que exigiría que me lo dijera. Si no me decía lo que quería saber, la mataría. No le perdonaría el que hubiese plantado la semilla de la duda después de tantos siglos.
Esa misma tarde se lo comuniqué a mis hombres. Serían libres de hacer lo que se les antojase por 2 semanas. Los que quisieran podrían ir a los Juegos. Nos reagruparíamos en Tebas después de eso para la siguiente campaña.
Al llegar a mi palacio, entré en mis aposentos. Necesitaba escribirle a Titus de inmediato para que me recibiera en su residencia. Me quedaría solo una noche, le preguntaría a la cría lo que quería saber y me iría.
Seguiría en Delfos, pero esta vez no era necesario quedarse en esa residencia todo el tiempo. No estaba mal, pero habían más lugares para alojar. Uno que estuviera más a mi altura probablemente.
Estaba tan ensimismado haciendo la carta, que no noté el momento en que Eugea entró.
Me sobresaltó, lo que es muy poco común en mí, al tocar con sus delicadas manos mi espalda en el lugar que inician mis alas.
"La perfección" Susurró en mi espalda.
"Me iré por unas semanas. Iré a resolver algunos asuntos a Delfos. Luego iré a una campaña en Tebas"
"Mi señor, ¿No son los Juegos Pitios en Delfos en un par de días?"
Me devolví para mirarla. "Así es" Nuestras miradas se encontraron.
Eugea vestía un vestido de una tela blanca fina que traslucía su erótico cuerpo. Se había puesto algunos brazaletes y collares de oro que le había regalado. Se veía exquisita. Su pelo a medio tomar, estaba mojado, debía de haber terminado su baño hace pocos minutos. Lo sé también por el aroma a Cyclamen, la flor de Grecia, que se evaporaba de su aterciopelada piel.
"En todos mis años, nunca he asistido a los Juegos Pitios" Dijo tomando uno de mis mechones de pelo que caía por la frente y haciéndolo a un lado.
Los Nefilim no son inmortales. Pero sí viven más tiempo que los seres humanos. Eso si no los matan antes, claro.
Una Nefilim de primer grado, como Eugea, podría llegar a vivir 300 años sin envejecer, manteniendo su lozanía. No es que Eugea estuviera cerca de esa edad. Ella recién había cumplido los 24 años.
"¿Deseas ir?" Le dije rozando mi dedo pulgar por sus carnosos labios mientras con la otra mano levantaba su muslo para acercar de un golpe su cuerpo al mío haciéndola suspirar.
"Si" Dijo suave como un susurro.
De los labios pasé la espalda y levanté su cuerpo completamente del suelo, aferrándola contra el mío. Ella posó sus brazos alrededor de mi cuello, entrelazando sus dedos con mis cabellos de la nuca, mirándome sin parpadear, sedienta de placer.
"Dime qué más deseas" Me giré sin soltarla y la senté en el escritorio que hace algunos momentos había ocupado para preparar la carta.
Luego le rasgué el vestido y me acomodé entre sus piernas haciendo que me rodearan. Sin soltar la mirada de la de ella, vi que su respiración se agitaba.
"A ti" Dijo entre jadeos mientras me desataba mi vestimenta para dejarla caer.
Y comencé a besarla, por su boca y luego por su cuello, tomándola con mis manos por la cintura. Eugea llevó su cabeza hacia atrás, respirando agitadamente. Sentía que empujaba mi torso con sus talones, para que diera fin a su agonía. Pero antes de eso paré y la miré.
"Te llevaré pero con la condición de que no te meterás ni entorpecerás mis asuntos" Le dije.
Volvió su cabeza para adelante tratando de articular palabra. Después de un par de jadeos logró decir:
"Como siempre, mi señor"
Y entonces me embestí contra ella. Una y otra vez hasta oír sus gritos de placer.
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27 Vidas
RomanceAlmas gemelas que se reencuentran. Un ángel caído que no posee lo que más desea. 27 fracasos. Esta vez buscará ayuda en magia antigua y peligrosa. El precio no importa, si ella por fin es suya.