6. El plan de Zale

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Una vez que llegamos a Delfos el ruido de la muchedumbre nos invadió. El estadio, que se había construido hace algunos años atrás, había sido diseñado para albergar hasta 7.000 personas.

Después de buscar al menos una hora, pude encontrar un lugar a mi altura para alojarnos. El dueño había sido usurero con el precio, pero luego de ver a Eugea a mi lado, este quedó embelesado y accedió al pago que proponía.

"No dormiré aquí esta noche" Indiqué mientras los sirvientes y Eugea se acomodan.

Saqué una bolsa de oro y se la pasé en sus manos. Luego la besé profundamente sin importar que fuera delante de todos mis sirvientes. 

"Diviértete" Dije separándome de ella.

"Lo intentaré" Me respondió con una sonrisa maliciosa de niña pequeña.

Tomé mi caballo y me dispuse a ir a la residencia del sacerdote. Mi corazón estaba acelerado. Ahora que estaba allí me urgía llegar y dar fin al asunto.

En 5 años no había cambiado nada el lugar. En el momento que estaba atando mi caballo se abrió la puerta.

 En el momento que estaba atando mi caballo se abrió la puerta

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Al entrar sentí que las manos me sudaban. ¿Vería de inmediato a la niña? ¿La increparía en el momento? No, era preferible hacerle las preguntas una vez nos econtráramos sin público. No estaba seguro de qué tipo de cosas podría revelar.

"Es bueno volver a verle señor Zale, ¡bienvenido!" Dijo Titus mientras se acercaba a darme la bienvenida. 

Luego de unas copas de vino, nos pusimos al corriente. 

"Muy bien señor" Dijo Titus levantándose lentamente apoyándose en su rodilla. "Es hora de que me retire, los ancianos ya no tenemos el mismo aguante. Si me disculpa"

"Espera" Dije tomándole del brazo. "La última vez que estuve aquí, había una niña. Necesito que le digas que vaya a mi habitación".

Titus me miró con cara de confusión y repasé lo que había dicho. Me apresuré en agregar:

"Era una futura Pitia. ¿Airlia se llamaba?, quería darle las gracias por un buen presagio que me dió" Mentí. "Incluso he traído un presente para agradecerle"Mostré una bolsa con oro.

"Ah mi señor, entiendo" Dijo mirando la bolsa de oro. "Airlia ya no vive en esta residencia, se ha cambiado a la residencia de las Pitonisas. Es la residencia que se encuentra más cercana al bosque de laureles. Sin embargo, por la hora le aseguro que nuestras Pitonisas ya deben de estar durmiendo"

"Entonces la veré mañana" Dije satisfecho.

"Mi señor, creo que eso será imposible. Recordará que es indispensable que cuidemos de la pureza de las doncellas, por lo que tienen estrictamente prohibida cualquier visita ajena a los servidores del oráculo. Pero si lo desea puedo darle las gracias por usted y dejar aquel generoso regalo en la administración".

Titus siendo un sacerdote, no era una persona cercana a Dios, por lo que no sería difícil convencerle. Más aún si sabía de su sed de codicia.

"Es importante que la vea personalmente. Verás, quiero agradecerle y discutir algunos puntos que no alcancé a comprender" Dije con voz suave.

El sacerdote comenzó a entrar suavemente en mis palabras. Con la mirada perdida.

"Ahora Titus" Proseguí sacando una moneda de la bolsa y depositándola en su mano. "Me sería de mucha ayuda, que me pudieras decir alguna forma de poder visitarla sin preocuparme por sus estrictos protocolos"

"Ya veo" Respondió en medio del trance. "Airlia suele ir al bosque todas las mañanas al amanecer para meditar y conectarse con nuestros dioses"

"Excelente"

Y con una sonrisa me dirigí a mis aposentos.

Tenía trabajo que hacer.

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"¡Demonios!" Mascullé nuevamente.

Lo había intentado una y mil veces. Me había concentrado en su nombre. No se necesitaba más para poder encontrar su mundo de los sueños. Lo había localizado. Pero al intentar entrar me era imposible. Una pared invisible me lo seguía impidiendo. Eso solo significaba que la cría estaba cercana a Dios. Y por ende se me prohibía entrar.

"¡Maldición!" Dije levantándome de la cama.

Necesitaba algo que me distrajera. Necesitaba beber.

Entré en la cocina y revisando los distintos almacenes di por fin con lo que buscaba. Abrí la botella y me dispuse a tomar directamente de ella.

Detrás de mí escuché un ruido. Al girarme vi a un crío asomado en la puerta que me miraba con curiosidad.

Tenía el pelo castaño todo desordenado. Vestía vestimentas sencillas e iba descalzo. Era bajito. No era más que una criatura.

"Bebes rápido" Me soltó.

Estuve a punto de gritarle para poder descargar mi rabia con él. Pero en ese preciso instante entró Desa por la puerta de la cocina que daba a la residencia de la servidumbre.

"¡Bemus aquí estás! Te he dicho que no debes escaparte en las noches" Dijo regañándolo.

En cuanto se levantó, se percató que estaba yo también en la cocina y se apresuró a decir:

"Discúlpelo señor, espero no le haya causado ninguna molestia" Respondió incómoda.

"Mamá tengo sueño" Dijo el pequeño antes de que pudiese decir algo.

Entonces lo pensé.

El crío debía de tener unos 3 o 4 años. No hace falta hacer muchos cálculos. Había grandes posibilidades de que fuera mío.

La miré a ella y luego al niño mientras Desa tomaba en brazos al pequeño.

"No te preocupes, solo venía por esto" Tomé la botella de vino y me dirigí a mi habitación.

Si era mío, no me importaba. No sería el primero de mis vástagos ni el último en esta tierra.

Con ello, sin ningún remordimiento, terminé lo que quedaba en la botella y me dormí.

Mañana sería un día importante y estaba ansioso porque llegara. 

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Ese día me desperté poco antes del amanecer. Me vestí rápidamente y salí hacia el bosque de laureles.

En cuanto estuve pasos del territorio de los enormes árboles cerré mis ojos para enfocarme en su nombre.

"Airlia" Susurré.

Me concentré. Varias veces. Necesitaba localizarla pero me estaba siendo difícil. Maldita devoción.

"Vamos" Me dije frunciendo el ceño. "Concéntrate"

Hasta que recibí un destello hacia el Este.

"Te encontré" Abrí los ojos con una sonrisa de satisfacción.

Eché a correr con tanto ímpetu, que en pocos minutos llegué a divisar una cabellera rubia trenzada con algunas flores sentada a los pies de un árbol.

"Tal como te recordaba" Disminuí un poco el paso.

Estaba ansioso. Por fin terminaría con este asunto ahora y para siempre.

Comencé a acercarme a ella con sigilo. Estaba de espaldas hacia mi. Tenía el factor sorpresa de mi lado.

Entonces noté que comenzó a moverse. Me detuve en seco como a una distancia de unos 8 metros y me agaché tras un tronco para que no me viera. Aún no estaba seguro cómo haría mi entrada y no quería perder la ventaja.

Entonces fue cuando ella se levantó.

Y la vi.

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