Al día siguiente, antes de que salieran los primeros rayos de sol, me dispuse a emprender mi camino a la Fuente Castalia. Todo estaba tal cual había planeado, al ser una fuente que se encontraba en lo alto del Monte Parnaso, a esa hora había suficiente niebla como para esconder mi vuelo.
Al planear sobre el monte divisé a los sacerdotes, tal cual me había indicado Airlia, cuidando las entradas de la Fuente. Volé un poco más para seguir el camino hasta que divisé mi destino. Di un par de vueltas en el aire alrededor para identificar el terreno y finalmente encontré un punto perfecto para esconderme.
Me rehusaba a no ver a Airlia aquel día. Y aunque nuestro paseo matutino no era opción, al ser el séptimo día del mes ella estaría ocupada con todas las estúpidas preguntas que los humanos irían a resolver al oráculo. Haciendo imposible que nos viéramos.
Era en ese momento, o esperar hasta mañana. Y no podía esperar hasta mañana. Necesitaba verla. Quería verla. Una fuerza más allá de mi entendimiento me impulsaba a ello. Estaba completamente obsesionado por ella.
Una vez escondido entre unos arbustos, aguardé hasta que las vi. Las 3 Pitias entraron juntas a la fuente. Todas vestían túnicas blancas casi transparentes y llevaban su cabello suelto sin ningún tipo de adorno.
El ritual de purificación comenzó; levantaron sus manos hacia los cielos para luego hacer una danza y oración al dios Apolo.
Entre ellas estaba la Pitonisa Rhea, a quien había observado algunos años y la otra era una chica que no llegué a reconocer. Y no me importaba. Airlia era la que estaba más cerca de mi escondite y eso bastaba con acaparar toda mi atención.
Podía ver tan cerca su espalda que sentía que podía tocarla. Aquella túnica dejaba entrever su silueta perfecta. Pensé que era la cosa más hermosa que había visto en mi vida. Su cabello completamente suelto bailaba junto con sus movimientos.
Creí que el haber dominado el impulso carnal de tomarla en ese preciso instante era lo más difícil que me había tocado hacer desde que llegué a la tierra. Y lo había sido...
Hasta los minutos que vinieron después.
Cesado el baile, las 3 Pitias se separaron colocándose cada una en una de las esquinas de la fuente. Luego, en un acto sincronizado, se dejaron caer la delgada tela que las cubría para quedar completamente desnudas.
Airlia seguía a solo un par de metros de mí. Y nunca. Pero nunca en todos los siglos que llevaba habitando aquel mundo me había invadido un deseo tan grande como el que me inundó aquel momento.
Su pureza, su piel inmaculada y su cuerpo perfecto estaban más allá de todas mis fantasías. Ninguna, ni una sola mujer ni doncella se le acercaban a los talones. Aquel deseo me invadía y había llegado incluso hasta mis alas, las cuales luchaban por salir a la superficie y extenderse desenfrenadas.
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27 Vidas
RomansaAlmas gemelas que se reencuentran. Un ángel caído que no posee lo que más desea. 27 fracasos. Esta vez buscará ayuda en magia antigua y peligrosa. El precio no importa, si ella por fin es suya.