3. Rhea el Oráculo de Delfos

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Cuando llegué a Delphos, divisé a un par de hombres de Hiparco. Avancé con cautela y me dirigí a la parte posterior de una de las residencias vecinas.  Desmonté y toqué la empuñadura de mi espada, un anciano que debía de ser sacerdote salió.

"¿Eres tú el sacerdote Titus?" Pregunté sin soltar la empuñadura.

"Bienvenido mi señor Zale" Me dijo con una reverencia. "Lo estaba esperando. Llega justo a tiempo como lo indicó en su carta"

"He visto que Hiparco ha llegado también como me fue informado. ¿Se hará mañana la sesión con el Oráculo?

"Sí mi señor, la sesión de Oráculo se llevará a cabo con normalidad como cada séptimo día del mes. El gobernador Hiparco ha solicitado tener preferencia y ser el primero en preguntar el día de mañana. Por lo que nuestra Pitonisa Rhea hará la profetización para él apenas salgan los primeros rayos de sol".

"Excelente. Me dirás entonces, como acordamos, dónde podré esconderme para poder escuchar todo lo que ocurra en esa sesión". Respondí mientras me dispuse a amarrar las correas de mi caballo.

"Si, mi señor" Respondió Titus con una reverencia. "¿Por la suma que sugerí?" Preguntó con un tono codicioso.

Inmediatamente saqué un saco de dinero y se lo lancé. El anciano, con un poco de torpeza, consiguió atraparlo antes de que cayera.

"Ahora, muéstrame dónde dormiré. Ya he cenado, pero necesito un buen baño" Dije avanzando a zancadas hasta la puerta.

Titus reacción con un pequeño saltito y se puso en marcha para entrar a la residencia. 

"Desa, necesito de ti" Llamó levemente Titus.

Una joven de unos 19 años entró en la habitación. Automáticamente hizo una reverencia y al levantar la cabeza me vio por primera vez. Entreabrió un poco su boca y se sonrojó. Le tomó un minuto completo retomar lo que estaba haciendo allí.

"Mi señor Titus, ¿En qué puedo ayudar?". Dijo con un hilo de voz temblorosa sin dejar de mirarme.

Entonces la estudié un poco. Podía sentir en mi interior que aún era doncella. Vestía un vestido largo más abajo de la rodilla, sencillo de color celeste, el cual no dejaba entrever bien su figura. Su cabello castaño oscuro lo llevaba recogido en lo alto y algunos mechones le sobresalían y caían cerca de su rostro de piel bronceada, probablemente por realizar algunos trabajos al sol.

Al menos hoy tendría algo de diversión.

"Desa este es el ilustre señor Zale, quien será nuestro invitado. Por favor muéstrale nuestra habitación de invitados y consigue los elementos necesarios para que pueda tomar un baño". Luego Titus se giró hacia mí. "Lo veré por la mañana al alba para poder explicar mejor qué debe hacer antes de que se lleve a cabo la profetización".

"Por aquí, señor Zale" Dijo Desa haciendo una reverencia y prosiguió a guiarme a mis aposentos por esa noche.

Cuando la vi parada en el umbral de la puerta, sin decir ninguna palabra mirándome embelesada, supe que gran parte del trabajo ya estaba hecho. Así que me acerqué despacio mirándola fijamente esbozando una sonrisa traviesa.

"Gracias Desa" Le dije en cuanto estuve frente a ella.

Me acerqué un poco más hasta que sólo la cesta se interponía entre nosotros. Posé mis manos sobre las suyas muy lentamente, tocándolas poco a poco, para luego tomar la cesta. Noté que se le erizaba la piel, y nuevamente su boca se entreabrió.

"¿Me puedes mostrar donde debo tomar mi baño?" Le susurré mientras que nuestros labios estaban a un solo paso.

Fue cuando suspiró. Supe que el trabajo estaba terminado. Y así fue. Desa me condujo fuera de la residencia a una fuente natural en el monte. Lejos de las miradas de los demás. Solo estaba ella. Me desvestí mirándola y le tendí una mano para que me acompañara. Titubeante y sin siquiera sacarse su vestido pálido entró despacio conmigo a la fuente de agua cálida. 

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