Serkan:
Cuando era pequeño mi idea no había sido ser guardaespaldas, ni siquiera había sido un pensamiento de la adolescencia. Mi mayor sueño era ser médico, salvar vidas, curar a la gente y mantenerla a salvo. No es que estuviese muy alejado de mi trabajo actual, la única diferencia es que si hubiese sido médico no tendría que poner mi vida en riesgo para salvar a la otra persona.
Algo que tuve que aprender antes de comenzar con esta profesión.
Eda me miraba con ojos abiertos, sorprendida con que hubiese accedido a mostrarle esa parte de mí, una parte de mí que prácticamente nadie conocía. La únicas dos veces que hablé de ello fue con mi psicóloga tras lo ocurrido, y con Engin, mi ex cliente y mejor amigo.
Ni siquiera había tenido la fuerza suficiente para comentarle algo a mi madre, que ya bastante tenía con la enfermedad que padecía y con la impotencia de haber creído que perdería a su otro hijo. No, no pude hacerle más pesada esa carga. Así que era lo único que mantenía oculto de ella, el miedo que había interiorizado.
- Es una herida de bala- era absurdo matizar esto porque estaba bastante claro- Y fue antes de ser guardaespaldas, mucho antes… se podría decir que es el motivo de que hoy en día me dedique a esto.
- ¿Cómo sucedió?- apoyó su cabeza en sus rodillas y me miró de lado-
- Cuando pasó tenía 22 años, y me avergüenza reconocerlo pero no era todo lo maduro que debería ser- suspiré, uniendo mis manos- En ese momento solo pensaba en divertirme, una de esas personas egoístas que solo pensaban en sí mismas y miraban por su propio beneficio.
- Parece que hablas de un hombre completamente diferente.
- Y lo hago, después de lo sucedido jamás volví a ser el mismo, y me enorgullece decir que fue para convertirme en alguien mejor, aún con el dolor de recordar lo que no pude evitar- la mano de Eda se posó sobre las mías, sorprendiéndome- Fue de noche, iba a una de las fiestas de la universidad y decidí detenerme en una gasolinera para poder comprar unos cigarros… cuando entré allí no fui consciente de nada, me acerqué al mostrador para comprarlos como si a mi alrededor la gente no se mirase entre ella con temor.
- ¿Había mucha gente?- preguntó, frunciendo el ceño-
- No… un hombre mayor, una mujer y su hija de 5 años- cerré los ojos con fuerza- También el hombre armado que apuntaba con un arma al dependiente de la tienda, pero en eso solo me fijé cuando decidí que mirar a la personas era necesario y aparté la vista de mi móvil.Aquella noche hablaba con una chica, una de las más populares de la universidad, tenía la esperanza de llegar a pasar la noche con ella y no parábamos de intercambiar mensajes de texto. Me moví por todo el interior de la tienda sin prestar atención a mi alrededor, absorto en los mensajes subidos de tono y en mi sonrisa de victoria.
Ni siquiera miré al dependiente cuando pedí el paquete de cigarros, fue su tardanza y mi malestar por ello lo que me hizo alzar la vista del móvil y…
- No quería ser el héroe de esa historia, no quería comportarme como el salvador de aquellas personas… pero algo estúpido surgió dentro de mí, la peor de las ideas.
El chico que sostenía el arma no debía de tener más de 17 años, la voz le temblaba al pedirme que me alejara del mostrador y me uniera al resto de los clientes. Sin embargo yo le pedí calma, le dije que se tranquilizase, que todo iba bien…
El dependiente de la tienda era un hombre mayor, rozaría los 60 años y no dejaba de sollozar ante el frío metal de la pistola contra su cabeza. Aquello no me detuvo de seguir hablando con el chico, pidiendo que dejase ir al señor, que yo lo ayudaría en todo lo que fuese necesario.
- Lo primero que te enseñan cuando llegas a la academia es a acatar ordenes, al hecho de que jamás debes poner nerviosa a la persona que tiene el poder, es más, es importante que crea que lo tiene para que de esa forma pueda cometer algún error.