Serkan:
Eda ya sabía que nada de esto me parecía una buena idea, al contrario, lo único que conseguiríamos con ello es exponerla, fuese o no fuese Deniz la persona que la quería muerta.
Pero no había nada que hacer, cuando se empeñaba en algo no había forma de poder llevarle la contraria, y tenía que reconocer que jugábamos con la ventaja de conocer su mentira. Quizás… quizás podríamos abordarlo por ese punto flojo.- ¿Puedes ayudarme con el cierre?- la voz de Eda me despertó de mi ensoñación-
No pude responder al contemplarla.
Eda era… era como ver a un ángel, esa era la sensación que me invadía cada vez que la veía. Y en esta ocasión no podía ser diferente, no cuando ese vestido azul se entallaba a su cuerpo como si hubiese sido creado específicamente para ella, como su pelo caía en una cascada por su espalda y cómo me miraba con dulzura a los ojos.- Estás… eres…- suspiro, riendo con nerviosismo-… no tengo palabras.
- Yo sí que las tengo, y debo confesar que eres el hombre más hermoso que he visto en toda mi vida- me encojo de hombros, sintiéndome extrañamente tímido-Hasta el momento, debo reconocer que es imposible negarme a la más mínima de sus peticiones, porque después de mucha insistencia había aceptado utilizar uno de esos estúpidos trajes de diseño que Melo había traído para mí.
No es que considerase que me quedaba mal, pero me sentía disfrazado, y hoy era un día demasiado importante para preocuparme por estropear un traje de alta costura.- Entonces, ¿me ayudas?- giró su cuerpo para darme la espalda-
- Será todo un placer- a petición mía había insistido en que la ayudaría con las cosas simples, así que en cuanto terminaron de maquillarla y peinarla, había procedido a echarlos a todos del camerino privado-
- Debo reconocer que estoy un poco nerviosa por el desfile de esta noche- reconoce con voz temblorosa-
- No deberías, yo voy a estar a tu lado todo el tiempo posible, y cuando no sea así no apartaré la vista de ti- deslizo mis dedos por la piel de su espalda, viendo como se eriza en un escalofrío antes de sujetar el cierre-
- Si intentas distraerme de todo con tus dotes de seducción, tengo que confesar que puede dar resultado- me echo a reír mientras termino de cerrar el vestido-
- No era mi intención, pero me alegro de que así sea.Eda se gira para mirarme con todo el amor que me ha hecho sentir durante estos últimos cuatro días, era como si cada vez que me viese reconociese una parte de mí que ni siquiera yo sabía que existía.
No podía ocultarlo, era imposible que me encerrase en ese hombre sin sentimientos que el resto conocía cuando se trataba de ella, la quería demasiado, más que a mí mismo. Si algo llegase a sucederle…- Ey, tranquilo- noto como sus manos sujetan mi rostro con cariño- Si tenemos un poco de suerte, esta será la noche dónde la pesadilla termina.
- ¿Y podremos vivir felices para siempre?- bromeo, pero no puedo quitarme esa sensación de inquietud del cuerpo-
- Eso es lo que espero, un feliz final para ambos, con todas esas cosas que soñamos vivir juntos- asiento, sonriendo un poco para que quite esa expresión de preocupación-
- ¿Crees que se enfadarán mucho si te doy un último beso antes de acompañarte a la pasarela?- alza las dos cejas y sonríe, divertida-
- No pueden decirme nada porque los convenceré de que es el beso de la buena suerte.Sin perder un solo segundo me incliné sobre ella, notando como cerraba los puños para atrapar mi chaqueta entre sus manos, lista par el asalto de mi boca. Pero en vez del beso apasionado que sabía que esperaba, posé mis labios con suavidad sobre los suyos, quedándome quito en ese momento. Un beso suave, después otro, y después otro un poco más largo. Así hasta que su agarre en mi chaqueta se relajó.
En el último beso sentí algo húmedo y cálido rozar mi labio inferior, y sonreí contra su boca al reconocer su lengua. Dejé que me sedujese con su lengua, jugueteando con la entrada a mi boca hasta que separé los labios.
Casi de manera inconsciente mi lengua fue en busca de la suya, creando un baile digno de ser admirado por el mundo entero. Y sí, otra de las cosas que me ocurría con Eda es que cada vez que me besaba de esa manera conseguía que mis rodillas se volviesen de gelatina.
Chupé con fuerza su labio inferior y tiré de él antes de volver a apoderarme de su boca, seguro de que si abría los ojos en ese momento la habitación comenzaría a girar a mi alrededor.
Solo entonces me separé, en busca de aire.