Belong.

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Serena se encontraba en la misma celda que Eren Jaeger ocupó alguna vez. Sus alas estaban ocultas, regresaba a su estado amigable y si no la conocieran, podría pasar por una chica cualquiera. La única excepción era su ropa, está destacaba demasiado. Las cadenas apretaban sus muñecas, aunque no era una sensación desconocida. Pasó gran parte de los últimos años de la misma manera. Su hogar era conocido como el paraíso, pero para ella, fue el infierno mismo.

Cada cinco minutos aparecía alguien nuevo. Pero nadie hablaba con ella. Comenzaba a desesperarse. No estaba ahí para matarlos, estaba ahí para ayudarles. Y la prueba de ello fue que salvó a algunos de ellos del titán colosal.

De pronto, un hombre rubio apareció. Fácilmente podía llegarle al hombro, se veía minúscula a su lado. Lo primero que notó la chica fueron sus grandes cejas. Era increíblemente atractivo, en el cielo no había hombres como él. Estaba solo. Y analizaba a la pelinegra quien le sonreía divertida.

—Se que esto es desconocido. Una chica con alas cayó del cielo y salvó a un puñado de soldados. ¿Sospechoso? ¿No lo crees? — Él no apartaba la mirada. —No lo es, vine a la tierra con solo una intención, ayudar a la humanidad. Podría escapar en ese momento, estas cadenas no me detienen, es solo metal, pero quiero que confíen en mí y si tengo que pasar por esto, pues que así sea. —

—¿Por qué deberíamos confiar en ti? —

—Mi nombre es Serena, y los ángeles existen. —

Los ángeles existen.

Esa fue la primera vez que Serena le confesó su existencia a alguien. Aquel hombre de mirada triste observaba a la pequeña de diez años con ternura. La pelinegra no paraba de seguirlo a todos lados. Y aunque al principio, le causaba molestia tener a alguien detrás suyo, se acostumbró a su presencia.

¿Estás diciendo que eres un ángel?

Él bufó. El pelinegro estaba por cumplir los veinte años. Aunque algo en aquella chiquilla le recordaba a él mismo. Necesitado de amor y cariño mientras crecía. No sabía nada de aquella niña y aunque a veces era una molestia, no podía dejarla sola.

Si, soy Serena. Futura reina del cielo.

Es un gusto, futura reina del cielo.

Levi se permitió bromear. Le agradaba la niña. Le recordaba que aún existía esperanza para los humanos. Ella no lo observaba como un monstruo.

—Tengo que irme. —La niña confesó. Siempre era así. La pequeña aparecía en momentos inesperados y lo acompañaba algunas horas. —La próxima vez me dirás tu nombre. —

Hasta la próxima, Serena.

Y la despeinó antes de que esta se marchara. Esa fue la última vez que Levi y Serena se encontraron.

—Erwin Smith, comandante del cuerpo de exploración. —

—Mucho gusto. Erwin Smith, recuperaremos a el muchacho titán. —

                                                               》》》》》

—A ver si entendí. — Hange acomodaba sus lentes. —No solo eres un ángel, sino que eres la futura monarca de los cielos y llegaste a la tierra solo para ayudar a los humanos. —

Los altos mandos observaban a la chica con temor y asco. Como lo hicieron alguna vez con Eren Jaeger. Aunque Serena estaba más que acostumbrada, no era diferente a su hogar.

—Toda mi vida, me enseñaron que debía proteger a los hijos del creador, a los hijos de mi padre. Los ángeles y la gente de las murallas no son diferentes entre sí. Mi responsabilidad yace con todos y cada uno de ellos. Durante 100 años estuvieron en paz, debido al muro y a la intervención divina. Los ángeles en la tierra se encargaban de destruir cualquier amenaza, la paz reinaba dentro de estas paredes. — Serena guardó silencio. Recordaba esa época con dulzura, donde su única preocupación era ir a la ciudad subterránea para buscar al joven de los ojos tristes. —El ataque de hace cinco años, nos tomó de sorpresa a todos. Pero mi padre, decidió no mover ni un dedo. —

Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora