—¿Cómo era mi hermano? —
La pequeña Serena preguntaba con inquietud a su adorado mentor. Abaddon educaba a su sobrina, tratándola como si fuera su propia hija. Enseñándole que toda criatura en el universo, merecía vivir con dignidad. Le prometió a Isadora que la chiquilla sería feliz, al verla sonreía, valía la pena el dolor. Todas sus malas decisiones. Valía la pena ser el hermano rezagado.
—Jesús era... — El ángel intentaba encontrar las palabras adecuadas. —Era un hombre muy feliz. Le llevaba felicidad a los humanos y gracias a él, convivíamos en paz con la mayoría de las razas. —
—¿Crees que me hubiera querido? —
La pequeña ángel, comenzaba a mostrar inseguridades. A pesar de tener cinco años, no era feliz. Su padre apenas la miraba, no pasaba tiempo a su lado y con cada pregunta, recibía una respuesta corta. Entre más crecía, más era evidente el desprecio de su padre.
—Claro que sí. — Abaddon aseguró con convicción. —Siempre se quejó porque quería hermanos menores, solía sentirse muy solo aquí. —
—Como yo... — Serena susurró. —Pero yo te tengo a ti. ¿Él te tenía a ti? —
La pregunta lo tomó por sorpresa. Nadie en el Cielo hablaba sobre el primogénito del Creador. Era como si no existiera. Le sorprendía la curiosidad de Serena.
—Claro que sí. —
—¿Lo extrañas? —
Perder a Jesús, fue como perder sus alas. Fue ser silenciado mientras tambaleaba por los hilos del Creador. Sofocado por el egoísmo y la maldad de su hermano mayor.
—Cuando lo extraño, siempre lo encuentro en las estrellas. —
—Observen. — Hange habló. Sin despegar la vista de la imagen frente a sus ojos. —Estamos presenciando la historia en este momento. Las futuras generaciones estudiarán este acontecimiento. Frente a nosotros, están los hijos de Dios. —
—No eres el único que puede traer a alguien de entre los muertos. —
Serena retó a su padre. A su lado, un hombre de nariz pronunciada y mirada cálida observaba al Creador. Era difícil descifrar la expresión del joven. En carne y hueso, tan vivo como la hierba que bailaba a sus pies, Jesús, el mesías estaba vivo. El rostro del omnipotente se descompuso. De todos los posibles trucos de su hija, este era el menos esperado.
—Tu... — No articulaba apropiadamente. —Yo... — El plan se derrumbaba y con él, los sueños de recuperar todo lo que tuvo alguna vez. —Yo te vi morir. —
—Mejor que nadie, deberías saber que los seres divinos como tú y yo, no podemos morir. —
La voz de Jesús era profunda. Imponía respeto, y te invitaba a desahogar tus penas. Como un abrazo aterciopelado en el momento más necesitado.
—Gracias por venir. — Serena susurró agradecida. —No vuelvas a desaparecer de mi vida, idiota. —
—Solo fueron alrededor de 100 años, no seas exagerada. —
Los presentes observaban atentos. El Creador estaba petrificado. Pasado y presente, reunidos en un solo lugar, dispuestos a luchar contra él. Pasó el último siglo, intentando llenar el espacio que su hijo dejó, y verlo vivo le traía alivio. La idea de tener poder, llenaba el vacío que dejó el mesías. A pesar de todo, siempre se sintió culpable por su muerte. Y por muchos años cargó la penumbra.
¿Quién daría el primer golpe? Los hermanos tenían clara una cosa, no había espacio para el diálogo. Y estaban dispuestos a todo, para detener al tirano de su padre.
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Luz de Luna
FanfictionVivieron 100 años de paz, pero no eran los muros los que los protegían, sino, los ángeles en el cielo. Después de todo, eran hijos de Dios. Pero Dios no es benévolo como lo pintan, y por primera vez en 100 años, abandonó a sus hijos. Sin embargo, ex...