Extra: Alexa y Erwin.

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—Espero que mi pregunta no le moleste. — Alexa observa al rubio. —¿Cómo es que perdió el brazo? —

La comandante de las fuerzas guerreras de la Luna no se caracterizaba por ser discreta. Contrario a la creencia, a Erwin Smith no le molestó aquella pregunta, apreciaba la honestidad sin reparos.

—Un titán lo arrancó. —No había mucho en la historia, perder el brazo fue una herida de batalla. Se acercaban a los caballos, partirían al centro de la ciudad. —¿Alguna vez ha montado uno? —

El rubio preguntó. Durante toda su vida, creyó que las únicas criaturas fuera de los muros eran los titanes, y ahora caminaba al lado de una selenita.

—Por supuesto. — Ella respondió segura. —También tenemos de estas bestias de donde yo vengo. —

Este comentario le robó una sonrisa al comandante. En tiempos de guerra, era refrescante encontrar personas como Alexa. Honestas, brillantes y reales.

—Vamos entonces. —

Se montaron en su respectivo caballo y partieron a la ciudad. El viento golpeaba sus rostros, mientras que la naturaleza los envolvía. Todo era tan diferente a la luna, era colorido y resplandeciente. La peliblanca memorizaba cada olor, cada movimiento, cada sensación mientras montaba. Guardando en su memoria cada imagen. Y la más pacífica de todas era el comandante a su lado.

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La ciudad no era como Alexa la imaginó, era más caótica. Y si se impresionó por la esencia de la naturaleza, la esencia de las personas rodeándola era más abrumadora. Pasó dos meses escuchando lo increíble que era la tierra, prestando atención a todas las palabras que tenía la heredera sobre Paradis, se quedó corta.

—¿Es así de impresionante? —

Erwin interrumpió los pensamientos de su acompañante. Alexa asintió efusivamente. Era como una niña pequeña.

—En la luna no vemos cosas como estas. — Respondió —Empezando por el sol. — Señaló al cielo. —La oscuridad y las estrellas nos envuelven siempre. —

—¿Cómo saben cuándo dormir? —

La pregunta revolucionó el cerebro de la selenita. No lo comprendía. ¿Cuándo dormir? ¿Cuándo duermen los humanos? Se preguntaba.

—Tenemos nuestro propio sistema del tiempo. — Respondió perpleja. —¿Ustedes? —

—Vamos a dormir cuando oscurece. —

El comandante contestó. Eran diferencias como esas las que la fascinaban. Alexa sabía que los humanos existían. También, conocía de las civilizaciones fuera de los muros, pero con revelaciones como esa, los colores más hermosos inundaban su cabeza. Y sus memorias se volvían cada vez más magníficas.

—Justo cuando creí que lo sabía todo. —

Ella respondió. Se adentraron al corazón de la ciudad. Las personas sonreían, ajenas al peligro que se avecinaba, inconscientes de la vida fuera de las murallas, ignorantes del poder en el cielo que dictaba sus vidas.

—Es increíble cómo viven sus vidas, sin preocupaciones... —

Alexa susurró asombrada. El rubio caminaba a su lado, mientras que ocasionalmente lanzaba miradas discretas. Le agradaba la comandante de la luna.

—Claro que se preocupan. — El rubio respondió. —Muchos perdieron a alguien que amaban debido a los titanes, otros perdieron su hogar. — Erwin guardó silencio un momento. —Pero esas dificultades nos ayudan a salir adelante, como un pueblo. —

—Es admirable. —

Ella respondió. Para el rubio, Alexa era admirable, una mujer fuerte dispuesta a pelear y entregarlo todo. ¿Qué era esa sensación de inquietud? Erwin no lo sabía. Pero era cálido estar junto a Alexa. Pelear a su lado iba a ser un honor.

—Déjeme llevarla a mi lugar favorito en todo el reino. —

                                                                》》》》》

—¿Una biblioteca? —

Alexa se encontraba ligeramente decepcionada, lo suyo no eran los libros, para ella, lo ideal era estar volando por el cielo.

—Venir aquí me trae paz. — El rubio suspiro. —Nadie viene aquí, así que suelo pasarla solo. —

El silencio abrazaba al par de comandantes. La biblioteca de la tierra incluso era diferente a la de la luna. Era más rústica, y acogedora, contraria a lo que conocía la selenita.

—¿Sueles traer personas aquí? —

Alexa preguntó mientras recorría el lugar. En esos estantes, permanecía la historia de la humanidad. Una historia llena de mentiras, pero rica en detalles.

—Eres la primera. —

Él respondió. Sus ojos se encontraron. Y algo nació. Se sentían felices mientras que sus miradas viajaban por el horizonte de sus rostros.

—Gracias por todo. —

Ella susurró apenada. El sol y la luna. Así eran ellos, tan diferentes, pero al mismo tiempo iguales. Desafortunadamente, el destino de Alexa ya estaba marcado, y aunque apenas comenzaban a vivir, ese mágico momento, era una despedida.





Originalmente, este fragmento formaría parte del capitulo "Dancing in the rain" sin embargo, no logró hacerlo. Al menos ahora saben lo que sucedió entre Alexa y Erwin la tarde que se conocieron.

—Darián.


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