Don't forget me.

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Tan pronto como regresaron a tierra firme, Serena y Hange notaron una multitud a su alrededor. Respiraron de nuevo. Los refuerzos estaban ahí, sin embargo, no vieron a Erwin Smith por ningún lado. La falta de luz no ayudaba mucho, era imposible reconocer sus rostros o incluso contar a los presentes.

—Regresaré dentro, informales que sucede. —

Serena habló con la castaña y esta asintió. Con respeto, puso su mano en el pecho, haciendo la señal característica de la Legión y les regaló una sonrisa. Nadie respondió el gesto. Algo andaba mal. La naturaleza gritaba peligro. Inmediatamente se colocó frente a Hange, usándose a sí misma como escudo.

—Siempre fuiste una molestia. — La chica reconoció esa voz inmediatamente. —¿Creías que no te iba a encontrar? Soy el Creador, estás pisando mis tierras, insolente. —

—Padre. — Ambas mujeres estaban en shock. No ahí. No ahora. El aire se volvió increíblemente pesado. Y desde las sombras, una segunda figura terriblemente familiar apareció. —Jinni... ­—

—Te dije que venían Serena. — Respondió con desprecio. —Jamás podré entenderte, tenías todo en la vida. Eres la heredera, en ti llevas los poderes más espectaculares de todos los tiempos y mandaste todo a la mierda por un simple humano enano. — Esto último lo escupió con desdén. —Estás sola, no tienes ni a los ángeles ni a los humanos de tu lado. Esa rara cuatro ojos que tanto proteges va a morir por tus tonterías. Debiste aceptar tu lugar desde el principio. —

Jinni jamás estuvo interesada en salvar a la humanidad. Mucho menos en proteger a Serena. Ella ingresó a la tierra con un solo propósito, encontrarla y entregársela al Creador. Este último le prometió poder y riquezas a cambio. Algo con lo que venía soñando desde que era una niña. Pasó toda la vida siendo la sombra de la heredera, era su momento de brillar.

—Escúchame bien Hange, me enfrentaré a ellos. Seguramente voy a morir aquí, pero vas a tener el tiempo suficiente para correr, con algo de suerte te encontrarás con la Legión. — Serena observaba alrededor, considerando cada una de sus posibilidades. Eran cientos de ángeles, dispuestos a matarla. Formados como leones en cacería y ella era la presa. —Dile a Levi que lo lamento, pero que no me arrepiento de nada, tenerlo en mi vida me trajo más felicidad de la que pensé experimentar. —

—Serena no digas tonterías. —La castaña estaba alterada. Moria de miedo, pero no permitiría que la chica ángel cometiera suicidio de esa manera. —Ambas pelearemos y saldremos de esta. —

—Hange mira bien. — Era aterrador la paz que reflejaba el rostro de la pelinegra. —Como mínimo estábamos hablando de 200 ángeles. La tropa de élite está al lado de mi padre, son peores que el infierno mismo. — Serena observó a Hange, regalándole una última sonrisa. —Daré el primer golpe, cuando eso suceda, corre y no veas hacia atrás. A ellos no les importa la Legión, solo me quieren a mí. —

—Serena no... —

La mirada del ángel se lo dijo todo. Huir era su única oportunidad. —

—Tan pronto como tiemble la tierra debes correr Hange, vive, te daré el tiempo suficiente para huir. Voy a proteger a los que me importan. — Por un segundo, la pelinegra le regaló una sonrisa. —Cuida a Levi ¿Sí? — Serena sabía que su destino acababa de ser marcado y ya no podría dibujar el amor. El poder fluía dentro de ella —¿Crees que te temo? — Serena soltó una carcajada dirigiendo toda su atención a su padre. —Bien entonces, ¿Quieres matarme? Inténtalo. —

El puño de la pelinegra golpeó la tierra, haciéndola temblar. Esa era su señal. Hange salió despavorida. La castaña lloraba. Lloraba por ser una cobarde y no pelear a su lado. Lloraba porque a pesar de que fue poco tiempo, Serena se había ganado un lugar en su corazón, pero sobre todas las cosas, lloraba porque Levi perdería a una persona importante. Perdería a una persona importante una vez más.

Luz de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora