Capítulo 30

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||Zack||

Anoté la nueva idea en mi libreta sonriente de obtener un poco más de inspiración. Inspiración de un corazón roto, pero es mejor a nada.

Toqué nuevamente las cuerdas de la guitarra buscando el ritmo que ya tenía en mente, cuando creí de nuevo retomar el ritmo, la puerta del departamento sonó. Fruncí mi ceño pensando que se trataba de mi imaginación, papá no podría ser, él trae llaves y dijo que regresaría tarde.

Oh si, ahora vivo con mi padre, según ellos no puedo seguir viviendo como hijo adoptado de Adrien y Marinette.

Volví a intentar tocar, pero la puerta fue golpeada con más fuerza e insistencia. Solté un bufido, intentando levantarme, por suerte ya no tenía que usar las muletas, él doctor dijo que intentara caminar en espacios cortos, este es uno de ellos.

Abrí la puerta de la casa esperando ver a cualquier otra persona menos a la que estaba frente a mi.

—Zack...—susurró Lidia. Estaba despeinada, raro en ella, no paraba de llorar.

—Lidia —musité extrañado— ¿Qué te ocurrió?

Iba a hablar pero en lugar de eso prefirió abalanzarse sobre mi para abrazarme y llorar en mi hombro. Me costó mantenerme de pie pero hice lo mejor posible, cerré la puerta y me recargué en ella junto a Lidia, susurraba cosas que me eran incomprensibles, así que solo dejé que llorar durante unos minutos más.

Me dediqué a acariciar su cabello mientras escuchaba como me pedía perdón por mojar mi camisa.

Tiempo después, empezó a tranquilizarse, se alejó con cuidado de mi, su maquillaje se había corrido y quise reír un poco ante su aspecto, y no porque se viera mal, la idea era hacerle cierta burla, pues siempre ha sido muy especial en lo que respecta su aspecto, pero ahora la veía tan mal que se me hacía de mal gusto.

—¿Estás mejor? —pregunté, ella asintió— ¿Quieres hablar sobre eso?

—Necesito que me ayudes a conseguir un boleto para Italia.

—¿Qué?

—Debo irme, y si no es ahora, no será nunca.

—P-Pero, ¿Tu mamá no puede comprarlos o...?

—Mi madre no debe saber que me voy —dijo caminando hacia el baño— ¡Ah! ¡Me veo horrible! Recuérdame no llorar.

—Recordatorio activado —bromeé caminando hasta donde ella se veía en el espejo— Ahora me dirás lo que sucedió, supongo.

—No puedo decírtelo —susurró— Solo tienes que confiar en mi, debo volver a Italia con mi abuela, ella es la única que...me quiere.

—¿Por qué dices eso? —pregunté, ella me cerró la puerta en la cara— Oye.

—¡Tengo que hacer mis necesidades! No creo que quieras ver eso, ¿O si?

—Obvio no —rodé los ojos recargándome en la puerta— Por favor, dime que sucede, quiero ayudarte.

—No puedes hacerlo —susurró— Además estoy molesta contigo.

—¿Por qué?

—No terminé contigo solo para que dejarás escapar a la rubia —se quejó— Eres un idiota.

—Gracias por recordarme mi lamentable vida —dije sarcástico— No intentes cambiar el tema, estamos hablando de ti, permítete hablar de ti. Tú me ayudaste, puedo hacer lo mismo, pero si no pones de tu parte...me sentiré inútil al no poder ayudarte. Vamos helado blanco, ayúdame.

More than just a friend [MLB] #2 ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora