9 CAP: UN TRATO CON EL DIABLO

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Bianca Bellini

Llevo días sin poder dormir y con un rostro en especial en mi cabeza; el pánico se apoderó de mí cuando la tuve de frente y entendí que mi hijo no tiene la culpa de haber caído a sus redes en tan poco tiempo, pero eso no significa que dejaré que se hunda en un mar en el que no podrá mover los brazos y nada de lo que haga lo dejara salir a la superficie, si sigue de terco se ahogara y no podré detenerlo.

No es la primera vez que lo veo, mujeres como ella abundan y cuando te quieres dar cuenta ya las tienes metidas en tu casa, en tu familia o en el caso de los hombres en tu cama.

Me recuerda a Victoria, a veces por pena y otras veces por resentimiento, pero cuando me acuerdo de ella la visitó en el cementerio recordando que es el lugar donde ella debe estar, es el lugar que las mujeres de su tipo se merecen, seres destructivos y sin alma.

Intenté 1000 veces ponerme en el lugar de Victoria, pero me arrebató a mi madre y el hijo de puta que tenía de padre, un hombre que se dejó llevar por las faldas de una mujer hermosa, una extranjera con cara de ángel que se llevó por delante a mi familia y que me desgració la vida entregándome a las manos de un hombre al que nunca he podido amar, hombre que me ha jodido desde que me conoce. Pero he de admitir que con el tiempo aprendí acostumbrarme al poder de ser su mujer, aprendí a perdonarlo por sus errores y por las cosas atroces que me hizo cuando era tan sólo una niña y a veces, sólo a veces le agradezco.

Si alguien sabe de dolor soy yo. Vi morir a mis padres cuando tenía tan solo quince años y mis abuelos me vendieron a Bernardo como un pedazo de carne, asustada, inocente, pura, con un dolor en el corazón que no se esfumó nunca. Un hombre codicioso, ambicioso y que lo único que guarda en su corazón es odio, un nombre que me llevaba diez años, que ya había vivido lo suficiente para ser el ser inhumano y despiadado que yo conocí.

Inexperta me tocó ser madre a los 17 años y dar luz a un niño al que ni siquiera pude mirarle la cara, porque aunque él no tiene la culpa fue producto de un acto atroz, fui violada, comprada, amordazada, jodida de todas las maneras posibles y por haber y el producto de eso fue Dante. Niño al que no pude criar, del que me desprendí de todas las formas, al que no pude darle seno o contarle un cuento, porque cada vez que le veía los ojitos claros me recordaba lo que había vivido. Creo que fui mejor madre cuando nació Alessandro, pero ese ni atención le presta a nada, igual que su padre.

Estoy en la cama sin quitarme de la la cabeza su nombre, llevo días soñando con ella, Lein... su parecido con Victoria me dejó atónita, pero ella es diferente, es una joven de clase, en cambio Victoria era una puta, una mujer de la vida fácil, una bailarina de cabaret sin dinero y definitivamente sin clase.

Mi madre era una mujer muy sabia, me enseño a ser una buena esposa y a quedarme callada siempre que abrir la boca sólo me iba a traer dolor, me enseñó a ser una dama, educada y elegante, Bernardo me terminó de amoldar, me hizo una mujer que delante de sus ojos es sumisa pero que cuando sale por la puerta de un portazo, tiene carácter y no le baja la mirada a nadie. Lo único que he sabido hacer bien es ser madre, por lo menos de mis últimos dos hijos y estoy dispuesta a hacer lo que sea para salvarlos, mi abuela practicaba brujería, creía en el tarot y en la magia blanca y negra, era una mujer que tenía cierta cercanía con las energías, pero también una perra hipócrita que sólo le importaba ella misma, mi familia también era poderosa, pero en cuanto mis padres murieron la familia de mi padre nos dio la espalda y la de mi madre no supo qué hacer conmigo, así que me vendieron al mejor postor y es una tradición de los Bellini casarse con mujeres bellas que le sirvan de adorno para el teatro que tienen montado con toda una sociedad. De mi abuela aprendí dos cosas: la primera es que siempre debes creer en la energía de los demás, si estás sintiendo que algo es negativo en tu vida probablemente es porque así lo sea así que no le abras la puerta a la oscuridad y la segunda, es que también soy una perra hipócrita.

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