-Cocinando Juntos-

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Día 10: Cocinando Juntos

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Es por todos conocidos que una persona que ha logrado encontrar su rincón especial en el mundo, ese en el que se siente feliz, satisfecha y relajada, debe hallar la manera de... llenarlo de comida.

Marinette Dupain-Cheng bajó con sumo cuidado los últimos peldaños de la escalera de su casa y se detuvo por quinta vez. Alzó la cabeza, esperó reteniendo la respiración y no oyó nada. Giró para recorrer el último tramo; el que conducía a la panadería de sus padres.

Este lugar tenía un aspecto bastante distinto por la noche. Las cristaleras del escaparate se habían convertido focos que atrapaban la luz de las farolas de la calle para atraerlos al interior, estos se reflejaban en las vitrinas vacías y creaban olas de colores pálidos sobre el suelo.

Todo estaba quieto, en silencio.

Se metió en la trastienda y, sacando el manojo de llaves, abrió la puerta de atrás, la que daba al callejón. Allí no había más que los tibios rayos de la luna casi llena. Una figura alta esperaba al otro lado.

—Hola —saludó, mirando a un lado y a otro, aunque era poco probable que hubiese nadie por allí a esas horas.

La figura avanzó, aunque se detuvo en el umbral. Levantó su mano.

—B-buenas no... —Carraspeó, se agitó un poco y se estiró—. Buenas noches, princesa.

La chica le hizo un gesto para que bajara la voz y él asintió. Le dejó pasar y volvió a cerrar la puerta. Entonces, le tomó de la muñeca y le guio a través del pasillo en penumbras de vuelta a la trastienda.

A tientas, pero con la ventaja de conocer la habitación, Marinette prendió unas cuentas velas creando diversos puntos de luz sobre la encimera de la cocinera. Por supuesto, no era la de su casa, sino la que usaban para hacer el pan y el resto de los dulces que después vendían. Cuando se volvió, héroe y chica se vieron las caras a través del resplandor anaranjado. Chat Noir seguía parado en el mismo lugar, algo encogido, como nervioso.

—¿Pasa algo? —preguntó ella.

—¿Eh? ¡No! —respondió el otro—. Ah... ¿seguro que está bien que cojamos comida de aquí?

—Sí, cada día nos sobra una buena cantidad de dulces que no se vende —Le explicó ella—. Mis padres donan la mayor parte a un comedor que da desayunos, pero hay algunas cosas que se endurecen demasiado rápido y hay que tirarlas.

>>. Si cogemos de eso, no se darán cuenta.

Solo necesitan un poco, al fin y al cabo. Tal vez un par de bandejas de pastas o una cajita de croissants para llevar al café. Chat Noir había hecho un gran trabajo en ese lugar, así que Marinette pensó que ella debía encargarse de llevar la comida. Además, se había vuelto una experta en tomar la comida que les sobraba para alimentar a los Kwamis y desde que estos permanecían en la caja mientras ella no estaba, los robos que preocupaban a sus padres habían parado y ya no la vigilaban.

Resuelta, se dirigió hacia una puerta de madera que había en un rincón; la despensa.

—Oh no... —murmuró afligida al mirar dentro.

—¿Qué?

El chico se acercó también para encontrarse con un montón de cajas de plástico amontonadas y vacías.

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora