-Confianza-

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NOTA DE LA AUTORA: Cada tramo de estos dos últimos capítulos inicia con fecha y ahora, os sugiero que os fijéis bien en eso porque la narración va hacia delante y hacia atrás. Espero que no resulte muy confuso, jeje. ¡Disfrutar del final de esta historia!

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Día 30: Confianza

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—¿Qué es la confianza? —Preguntó, achicando los ojos. Sus largos y finos dedos retorcieron un ligero mechón de su pelo, jugando con él como el destino lo hace con la vida de la gente.

—Como cualquier palabra tiene más de un significado —respondió el otro con calma, sin dejarse engatusar por ella. Por su aparente indiferencia, y arrebatadora belleza.

—Pero, ¿qué es la confianza para ti?

Frunció los labios durante un segundo antes de mirarla fijamente y atraparla para siempre.

—Probablemente sea... la esperanza firme que se tiene en otra persona o en uno mismo.

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30 de mayo (23:30 PM)

Plagg era un Kwami con gran confianza en sí mismo.

No se amilanaba ante nadie y en muy pocas ocasiones ofrecía disculpas sinceras por sus actos. No le importaba que los otros Kwamis se burlaran de su obsesión por el queso, tampoco se entregaba a la culpa al recordar actos desafortunados del pasado como el asuntillo de los dinosaurios o la Atlántida.

¡¿Por qué debería?!

Las cosas pasan por algo y a fin de cuentas, ¿no había sido mejor así? ¿Qué clase de mundo sería ese en que un tiranosaurio campara a sus anchas por una ciudad devorando a la gente? Y seguro que también había alguna consecuencia positiva para el hundimiento de la aburrida Atlántida, solo que aún no la había descubierto.

Plagg sabía que era distinto al resto de los Kwamis. Siempre lo supo y, la verdad era que disfrutaba de esa sensación. Aunque hubiera ocasiones en las que añorara a un espíritu afín que alabara sus ocurrencias o que no pusiera el grito en el cielo ante sus temeridades. Adrien le importaba mucho, puede que más que cualquier otro portador que hubiese tenido antes, pero el chico no era como él y lo había constatado ya en innumerables ocasiones. Pero era en esos momentos que, al mirarle, más seguro estaba que a Adrien le faltaba toda la confianza de la que él disfrutaba.

Y por eso abatido, pero sobre todo aburrido, no pudo evitar poner los ojos en blanco ante la escena que se representaba ante él. Una escena que él ya había visto.

Adrien estaba sentado en su sofá blanco, con las rodillas tensas y separadas y los codos hincados en ellas. Apretaba las manos a la altura de su rostro, pues se inclinaba hacia delante forzando su espalda de manera innecesaria y dolorosa. Su rostro estaba serio, crispado y rígido. Sus ojos, entrecerrados, estaban fijos en la mesita que tenía delante.

En el objeto que había encima de esta, más bien.

No me puedo creer que estemos otra vez así se lamentó el pequeño espíritu. Creía con una convicción casi fanática que no existía problema alguno que el queso no pudiera resolver, pero el profundo aburrimiento que le suponía regresar a eso una y otra vez no lo paliaba ni el camembert más sabroso.

Maullidos a la Luz de la Luna (Reto Marichat May 2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora