Capítulo 4

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La confundida princesa se encontraba en su habitación, no dejaba de pensar en esos expresivos ojos verdes de aquel joven ladrón. Esa mirada desesperada y la triste historia de su complicada vida generaban en ella una sensación que le estrujaba el pecho cada que recordaba el momento, la sensación era tan extraña que incluso la hizo reflexionar.

Aún pensativa, se levantó de su cama y se dirigió al balcón de la elevada torre en la que se encontraba su alcoba, recargó sus brazos sobre la barandilla dejando uno ahí y sujetando con el otro su rostro
—¿Será cierto todo lo que dijo? Aún si no fuera cierto tiene razón en algo, toda mi vida he estado encerrada en una burbuja, viviendo un cuento de hadas, nunca me he tomado la molestia de ver de cerca como vive la gente del pueblo ¿Y si es verdad todo lo que dijo de mi padre?— su pensamiento se vió interrumpido por Artemis quien en ese momento llamó a la puerta.

—Adelante, puedes entrar.

—Mina, solo vine a ver cómo estás ¿Te sientes bien? ¿Te sucedió algo? ¿Te hicieron daño? Kunzite me contó lo que pasó.

—Estoy bien papá, no me pasó nada.

—Ese sínico ladrón llevaba en su bolsillo el brazalete de tu madre. Al parecer aprovechó tu fiesta como distracción para poder ingresar al palacio. Se escabulló muy bien, nadie lo vió entrar. De no haber sido por ti quien sabe que más hubiera tomado, aunque el enfrentarlo fue muy arriesgado. Ya perdí a tu madre y no quiero perderte a ti también, si te sucediera algo me moriría— el rey se acercó a su hija y la abrazó fuerte, acción que de inmediato fue correspondida por ella.

—Papá ¿Saben por qué lo hizo?

—Hija, eso no importa, es un ladrón. No hay motivos suficientes que justifiquen lo que hizo, debe ser castigado por ello.

—¿Que le harán papá? ¿Cuál será su castigo?

—Las leyes del reino son claras y deben cumplirse, el castigo por robar al rey es la muerte— ante esas palabras Mina quedó impactada ¿Y si de verdad tenía una madre enferma? ¿Y si realmente había una hermana pequeña? ¿Que tal si era cierto que ambas dependían de él? Pero ante todas sus dudas ella buscaría las respuestas que necesitaba.

—Papá, quiero verlo, deseo hablar con él.

—¡Estás loca hija! Eso jamás lo permitiré .

—Deseo verle el rostro a quien se atrevió a hablarme de esa manera tan infame, deseo que sepa que va a pagar caro por su osadía ¡He dicho que quiero hablar con él!— ante la autoritaria y caprichosa orden de la princesa no le quedaba otra opción al rey más que complacerla.

—Está bien, si eso es lo que deseas te lo concederé, pero con una condición.

—Si, la que sea— Mina estaba dispuesta a cualquier cosa que su padre exigiera, por el momento lo único que quería era llegar a ese joven antes de que fuera demasiado tarde.

—Tal y como me lo pediste invite al príncipe Kunzite a pasar unos días aquí, ahora necesito que convivas con él, y tal vez, si es de tu agrado podamos arreglar su compromiso. Por lo que me dijo, está interesado en ti, y si me hiciste tal petición quiero suponer que también llamó tu atención. Hablaré con él para que te acompañe a ver a nuestro prisionero— ante esa petición la princesa Mina no hizo más que asentir con la cabeza en señal de aprobación, después de todo lo único que quería era volver a hablar con aquel joven.

Pasaron algunas horas, la impaciente princesa no hacia más que caminar de un lugar a otro dentro de su habitación esperando a que el momento deseado llegara, hasta que de pronto la perilla de su puerta giró para posteriormente abrirse
—Princesa Mina, he venido por ti, tu padre me pidió que te acompañe a ver al ladrón que fue capturado.

—¿No te enseñaron a tocar la puerta? ¿Cómo te atreves a entrar así, de esa manera?

—Perdóname, no era mi intención incomodarte, tal vez fue la emoción de saber que me encontraría contigo.

—Aún así, emocionado o no, te pido que no vuelvas a hacerlo.

—Está bien princesa, nuevamente te pido una disculpa, te prometo que no volverá a suceder— Kunzite le ofreció su brazo para que fuera tomado por ella y comenzaron su larga caminata rumbo a la mazmorra ubicada bajo el palacio.

Mientras caminaban en la ya mencionada dirección entablaron una agradable conversación en la que poco a poco iban conociendo más uno del otro.

—Dime princesa ¿Cuál es tu interés en hablar con ese sujeto?

—Me dijo algunas cosas, los motivos que lo orillaron a hacer lo que hizo y me conmovió el corazón, solo deseo averiguar qué tanto tienen de cierto sus palabras.

—Por lo visto eres muy fácil de impresionar.

—¿Por qué lo dices Kunzite?

—Pues mírate, preocupada por un ladrón. Antes de hablar con él quiero que tomes en cuenta una cosa, es un delincuente, no sabes cuántas veces lo ha hecho anteriormente, y mucho menos sabrás cuántas veces más hubiera sido capaz de hacerlo.

—¿Pero que pasaría si sus palabras son ciertas?

—Los motivos no cambian lo que hizo, y no hay justificación para tal acción, es un delincuente y punto.

Ante esas palabras Mina quedó pensativa, era lo mismo que su padre había referido "no hay justificación para lo que hizo", así que prefirió cambiar un poco el tema de la conversación.

—Y dime Kunzite ¿Cómo es tu reino?

—Es un lugar lleno de riquezas, su nombre de debe a las cuantiosas minas de diamantes que hay por toda su extensión, aunque anteriormente se trataba de un lugar muy hostil y desolador. No fue hasta que mi madre, la Reyna Beryl, organizara algunos movimientos en los que resultó triunfadora y pudo obtener lo que hoy poseemos— Mina no podía salir de su asombro, con esas simples palabras la madre de Kunzite parecía ser una mujer fría, calculadora y dispuesta a todo hasta conseguir lo que deseaba. Tras toda esa charla lograron llegar a su destino —Princesa hemos llegado, esta es la entrada a la mazmorra— frente a ellos se encontraba una escalera hecha completamente de concreto que llevaba hacia un oscuro túnel alumbrado solo por algunas antorchas —entremos para que puedas hablar con el tipo ese— pero la respuesta de Mina no era la esperada por Kunzite.

—No Kunzite, deseo ir sola, no deseo que me acompañes.

—Pero princesa... Su padre me encargo que...— Kunzite no podía creer que Mina había rechazado su compañía.

—¡He dicho que quiero ir sola!— interrumpió con su clásico tono autoritario —Debes entender que cuando digo algo no está a discusión. Entraré sola y tú me esperaras aqui afuera— dió la vuelta y se dirigió al encuentro con ese joven que tanto la inquietaba, después de todo lo que debía hablar con él no podía ser escuchado por nadie.

El guardián de su amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora