Capítulo 7

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Al notar que Mina había tardado demasiado, el impaciente príncipe Kunzite decidió entrar para averiguar que sucedía —Princesa ¿Que pasa aquí? ¿Cómo te atreves a tocarla con tus sucias manos?— al momento de entrar, Kunzite observó una escena que lo llenó de ira. Mina se encontraba finalizando su plática con Yaten, pero la cercanía entre ambos era demasiada tanto el joven ladrón como la princesa se encontraban casi rostro con rostro, recargando sus brazos sobre los barrotes de la celda, ella sujetaba los mismos con sus manos mientras él sujetaba las manos de ella con las suyas propias en señal de confianza y esperanza

Ante la sorpresiva presencia de Kunzite, Mina se separó en una especie de acto reflejo —No pasa nada, solo estaba hablando con Yaten.

—¿Así que Yaten no? Con que familiaridad hablas de él, seguro te contó una fantástica historia en la que terminó convenciéndote de su inocencia, aún así, es una pena, pues tú padre ordenó su muerte el día de mañana— Kunzite hablaba con un tono de ironía y burla al mismo tiempo que hacía nacer en Yaten una furia desmedida que no pasó desapercibida por Mina.

—Es mejor que nos vayamos Kunzite, tienes toda la razón— el príncipe dió la vuelta y comenzó su andar rumbo a la salida esperando que Mina lo siguiera, acto que ella de inmediato realizó, no sin antes acercarse por última vez a ese agradable prisionero y extender su mano para entregarle una pequeño pasador que retiró de su adornado peinado —es una llave maestra, la uso para entrar y salir a dónde yo desee. Ir por el bosque será más seguro ¡Suerte!— le susurró y se retiró detrás de Kunzite.

Ante la acción de la princesa Yaten quedó atónito, acababa de comprobar que en realidad es jovencita no era como todos en el pueblo decían, quizá era cierto que creció siendo una niña mimada, consentida y sobreprotegida, pero en el fondo tenía unos sentimientos muy nobles y puros, los cuales seguramente había heredado de su madre.

De regreso al palacio, siendo aproximadamente medio dia Kunzite dejó a Mina en la puerta de su habitación y se despidió. De inmediato, la princesa llamó a Diana, su doncella personal para hacerle una petición que dejó a la mucama totalmente sorprendida.

—Princesa ¿Llamó usted?

—Asi es, cierra la puerta con llave y acércate— Diana acató la orden con su rostro un poco confundido ante las palabras de la princesa, pues si era necesario cerrar de esa manera es por qué debía decirle algo de suma importancia —Diana, necesito que me prestes uno de tus vestidos y...

Las palabras de Mina fueron interrumpidos por Diana quien ante lo que la princesa había pedido quedó perpleja —¿Como dice?— habló elevando fuertemente su voz.

—¡Shhh! Guarda silenco y déjame terminar de hablar.

—Si, perdóneme, no era mi intención interrumpirla, es solo que no entiendo como teniendo en su guardarropa una colección completa de hermosos y costosos vestidos me pide uno de los míos?

—Te explicaré, necesito ir al pueblo y pasar desapercibida, los aldeanos ya me vieron una vez, y si llevo uno de mis vestidos sin duda llamaré la atención.

—¿Cómo pretende ir al pueblo? Usted no lo conoce, no es muy grande pero se perdería en minutos, además ¿Que pretende hacer ahí?

—No mi querida Diana, no me perderé por que tu irás con migo, serás mi guía y te pagaré muy bien por eso. En cuanto a lo que voy a hacer es algo personal, debo comprobar algunos datos que me fueron dados ¿Sabes si en realidad existe una tal señora Kou?

—¿Se refiere a la señora Kakyu?

—¡Si! ¿La conoces?

—Como le dije el pueblo es pequeño, es común que todos nos conozcamos, por lo menos de vista, aunque no sepamos las condiciones de nuestras vidas y no crucemos mas palabras todos compartimos por lo menos un saludo sincero— esa afirmación sorprendió a Mina.

—¿Se saludan aún sin siquiera conocerce? No comprendo.

—Es normal que no lo comprenda, después de todo usted es la princesa, creció con ciertas reglas, y sus costumbres son otras, totalmente diferentes a las nuestras. Y ¿Puedo saber para que necesita a esa señora?— al escuchar esa pregunta, la mirada azul profundo de Mina se posó fijamente en Diana quien no pudo hacer otra cosa más que disculparse por su intromisión —Lo siento, discúlpeme, no era mi intención tomarme tanta confianza, princesa, por favor, perdóneme yo...

—Diana, cálmate, no tienes que decir nada, de hecho, si hay alguien que debe pedirte disculpas soy yo. Durante todos estos años me he comportado contigo de forma inmadura y soberbia y hasta grosera, y no te lo mereces.

—Pero... Usted... Es la princesa.

—Hoy comprendí que ser princesa no me da derecho de actuar así, mi obligación es preocuparme por los mios en vez de hacerles daño. Entonces ¿Que dices? ¿Me ayudas?

—Por supuesto que sí princesa.

Sigilosamente, Diana fue rumbo a su habitación y tomó una de sus modestas ropas, a paso veloz se dirigió nuevamente al encuentro con Mina, pero dada la presión que Diana sentía no notó la presencia de Kunzite sobre uno de los pasillos y chocó con él.

—¿Que te pasa? Sirvienta igualada ¿Cómo te pones a correr de esa forma por el palacio?— de pronto, algo llamó su atención, un Peque bulto que Diana llevaba cubierto por una sábana —¿Puedo saber que llevas ahí? ¿Acaso has tomado algo que no te pertenece?—

—No príncipe, jamás haría algo así.

—Entonces déjame ver qué llevas ahí— en ese momento, Kunzite tomó el paquete que diana llevaba y trató de arrebatárselo, pero al ver la acción de él, diana retrocedió un poco, pues sabía que lo que la princesa deseaba hacer debía permanecer en secreto
—¿Por qué no me muestras lo que llevas? Es por qué seguramente robaste algo, eres una maldita ladrona, llamaré a los guardias para que te tomen prisionera y cumplan con tu castigo.

—¡Basta Kunzite!— la dulce pero autoritaria voz de Mina interrumpió el momento —Quiero recordarte una cosa, estás aquí como mi invitado, porque se lo pedí a mi padre, pero eso no te da ningún derecho de querer ordenar ni mucho menos tratar a Diana como lo estás haciendo.

—Pero princesa, es una ladrona.

—Kunzite, no vuelvas a hacerlo, y es una orden ¡Vamos Diana!— la mucama entró a la habitación de la princesa junto con ella dejando al enfadado príncipe sin poder moverse de la impresión y la rabia que tenía, pero éste era demasiado suspicaz, y sabía que algo traían entre manos
—Este reino será mío te guste o no, mientras tanto te estaré vigilando— palabras cargadas de mucho misterio que el hombre dejó para si mismo.

El guardián de su amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora