Ante la sorpresiva actitud que los hombres del ejército de Mina habían tomado, Kunzite colocó un semblante de extrañeza en su rostro, aunque simultáneamente soltó una de sus clásicas carcajadas irónicas.
—Suelten al muchacho— fue la orden del general que hasta hace unos minutos se creía se había puesto del lado de Kunzite.
—¿Qué cree que está haciendo general?— cuestionaba Kunzite.
—Solo hago lo correcto, jamás traicionaría a quienes me tendieron la mano. Cuando llegué al palacio, la fallecida reina Luna me recibió con los brazos abiertos y le juré lealtad, hoy es momento de corresponder a todas sus atenciones defendiendo eso que ella más amó mientras estuvo entre nosotros, a este territorio y por supuesto, a su hija.
—¡Así que tenemos un traidor entre nosotros! Pues tú mismo escribiste tu destino, correrás con la misma suerte de todos aquellos a quienes deseas proteger. ¡Sujetenlo!— dió la orden a los hombres que integraban su ejército personal, aunque no obtuvo respuesta de ninguno —¿Que rayos están esperando? ¡He dicho que lo sujeten!— nuevamente lanzó su petición, pero no consiguió su propósito.
—Lo siento majestad, pero ya no deseamos seguir con ésto— hablaba uno de los hombres de Kunzite —durante años hemos seguido al pie de la letra sus órdenes, hemos lastimado a mucha gente, y a otras les hemos arrebatado todo cuanto tenían, incluso la vida, pero ya no queremos hacerlo. Estamos cansados de vivir de esta manera, pues todo lo que hacemos ni siquiera es por voluntad nuestra, usted y su madre nos mantienen amenazados con nuestras familias, deseamos ser libres.
—Son unos tontos— respondía Kunzite mientras observaba como uno de sus hombres liberaba a Yaten —Se van a arrepentir de esto, pagarán cara por su traición, ustedes y sus seres más preciados.
—No lo creo Kunzite— respondió el general —Mejor dime ¿Quién es el que está solo ahora? ¿Quién es el que devería temer?
—Por supuesto que no está solo— Beryl hacia su aparición —son un grupo de traidores, pero con ustedes o sin su apoyo nosotros lograremos nuestro propósito, recuerden que aún tengo a su princesa en mi poder— Beryl soltó una fría carcajada burlesca, pues en parte lo que decía era verdad. Mientras tuviera control y poder sobre el destino de Mina era casi imposible que los demás actuaran, pero la alegría y seguridad de Beryl se vieron interrumpidas abruptamente cuando sonó una melodiosa voz.
—¡Por supuesto que no! Aquí estoy, sana, salva y libre— Mina llegó al lugar de los hechos en compañía de Kakyu, quien la había ayudado por órdenes del general.
—Eso no importa querida mía— aún con una inmensa seguridad Kunzite le dirigió unas palabras —te recuerdo que en el contrato matrimonial me cediste los derechos absolutos sobre el reino, así que tú autoridad no vale nada.
—Pues nosotros estamos de lado de la princesa por mucho que seas el rey absoluto— hablaba uno de los hombres que anteriormente servian a Kunzite.
—Anularé ese acuerdo, disolveré ese matrimonio cuanto antes— Mina deseaba retomar las riendas de todo.
—Mi querida princesa— Kunzite continuaba hablando con demasiada ironía en sus palabras —¿Cuánto te tomará deshacer el compromiso? Te recuerdo que todo esto fue planeado con años de antelación, así que tengo todo para deshacerme de tu reino y apoderarse de sus riquezas en un solo día.
—No te lo permitiremos Kunzite, parece que no has entendido que lucharemos juntos, no hay nada que nos lo impida— las palabras de Mina eran muy sabias.
—¿De verdad creyeron que sería tan tonta como para dejarme sorprender?— Beryl tenía un as bajo la manga.
—¿De que estás hablando?— cuestionaba Yaten
—Esto que tengo aquí me será muy útil— Beryl mostraba una especie de frasco con un líquido transparente y un poco espeso —es un veneno muy poderoso, capaz de matar a una persona en segundos con solo ingerir una gota, y tan destructivo como para causar quemaduras extremas en la piel. Si dan un solo paso lo lanzaré sobre su amada princesa. ¿Me pregunto cómo quedará después de recibir esta dosis tan letal?— imposibilitados para moverse, todos se quedaron en su sitio a excepción de Beryl quien paso a paso se acercó lentamente a Mina y sujetó su rostro con una de sus delgadas manos —¿Cómo se verá tu rostro desfigurado? Es una pena que tanta belleza se esfume por la incompetencia de tus hombres.
—Aléjate de ella Beryl, no te atrevas a tocarla. Si hay alguien que se merece un justo castigo tuyo soy yo— Yaten trataba de llamar la atención de la mujer. —Yo soy quien siempre se ha interpuesto en el camino de tu hijo, el único delito de ella fue haber nacido en esta familia, pero fui yo quien desde un principio se cruzó en sus vidas para obstaculizar todos tus movimientos. Anda, cobrate conmigo y déjala a ella en paz.
—¡Yaten! ¡No!— Mina daba un grito desesperado para evitar que Beryl siguiera la sugerencia de Yaten.
Sin saber bien hacia quien dirigirse Beryl perdió su concentración y fue sorprendida desde la parte trasera de su cuerpo por el valiente general que forcejeando con ella trataba de despojarla de su arma.
Entre todo el movimiento, Kunzite decidió auxiliar a su agredida madre intentando golpear al general, pero dada la dureza de la armadura que portaba era imposible hacerle algún daño.
El momento duró algunos segundos, hasta que producto de los bruscos movimientos el frasco salió volando por los aires, y justo en ese momento se escuchó un gritó desgarrador
—¡Auxilio! ¡Mi rostro! ¡Me quemo!— el agresivo líquido había impactado en alguno de los presentes.
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El guardián de su amor
أدب الهواةIntereses ocultos sobre un reino aparentemente sin valor, un príncipe y un plebeyo luchando por el amor de la princesa. Un homicidio y una villana fría y calculadora. ¿Qué secretos se ocultarán? ¿Podrá existir un héroe capaz de convertirse en "El gu...