Capítulo 26 (final)

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Sin tomar en cuenta lo poderoso del líquido que ella misma había llevado desde su reino, se olvidó por completo que el tocar tan solo una gota era completamente devastador para quien lo recibiera -¡Auxilio! ¡Mi cara se quema! ¡Ayúdenme! Por favor- Beryl gritaba desesperada mientras sujetaba su rostro con ambas manos sumergida en una gran desesperación por la horrible sensación que presentaba.

Al mismo tiempo, sus manos y otras partes de su cuerpo que habían sido tocadas con el letal líquido comenzaron a sufrir los estragos y efectos del mismo.

Ante los ojos de todos los presentes, Beryl se fue consumiendo hasta que poco a poco la reacción del veneno fue cediendo dejando a la mujer bastante adolorida y con el rostro dirigido hacia el suelo, entrecubierto por su larga, roja y ondulada cabellera.

Todos se encontraban en silencio, incluso la misma Beryl, nadie se atrevía a decir una sola palabra, espectantes ante la reacción que pudiera tener la malévola mujer, hasta que de pronto, el único que tuvo el valor de hacerlo fue Kunzite.

El hijo de Beryl se acercó lentamente a la mujer que le había dado la vida y con sumo cuidado tocó su hombro y le habló para hacerla reaccionar
-madre ¿Estás bien?

-¿Cómo voy a estar bien?- respondía Beryl aún con su cabello cubriendo la parte superior de su cuerpo -¡Mírame! ¡Soy un monstruo!- ante las miradas de todos los presentes Beryl se fue incorporando poco a poco dejando al descubierto los efectos del poderoso veneno que había sido derramado sobre su perfecta piel. Múltiples llagas cubrían su rostro, sus hombros, sus brazos y sus manos, era imposible no observar toda la superficie carcomida y quemada.

-¡Mírenme! ¿Ya están contentos? Ahora sí ¡Búrlense todo lo que quieran! ¡Ríanse de mí!- Beryl expresaba fuertes y desesperados gritos.

-Por supuesto que nadie se burlara de ti, pero obstuviste solo lo que merecías- Yaten hacia una fuerte pero verdadera exclamación.

Inmediatamente después de la declaración que el joven había hecho, Beryl tomó la espada de Kunzite sin que esté pudiera siquiera predecir su movimiento y se dispuso a atacar a Mina -¡pues si yo no puedo vivir feliz ustedes tampoco lo harán!- Beryl levantó la espada y rápidamente se colocó enfrente a la joven princesa quien al verse acorralada, sin poder reaccionar, solo encogió sus hombros, cubrió su rostro con ambas manos y cerró sus ojos esperando lo que venía, pero justo en ese momento se escuchó un grito que captó las miradas de todos los que se encontraban en el lugar.

-¡Basta madre! ¡Detente!- hablaba Kunzite, pero su grito se vió interrumpido cuando valientemente se colocó entre Mina y su madre recibiendo así una estocada que le resultaría letal.

-¡Nooooo! ¡Kunzite! ¿Que he hecho? ¿Por qué lo hiciste?- delante de Beryl se encontraba su hijo, herido por ella misma.

-Fue suficiente madre, aveces debemos comprender que no siempre tendremos lo que deseamos- Kunzite trataba de hablar con las pocas fuerzas que le quedaban -Durante mucho tiempo hicimos lo que quisimos con tantos inocentes, es momento de parar. Yaten tiene razón, solo obtuvimos lo que merecíamos- dando un último suspiro el arrepentido hombre lanzó su última petición -Yaten, hazla feliz, cuídala siempre- acto seguido todas sus energías se fueron con él.

-¡No! ¡No! ¡No! ¡Kunzite! ¡Hijo! ¡No! ¿Por qué? ¡Eras lo único de que tenía! ¡No me dejes!- Beryl lloraba de manera desgarradora ante lo que había pasado.

De repente todo quedó en silencio, la mujer se incorporó, y comenzó su andar, con la mirada perdida y vacía, llena de lágrimas, era la primera vez en su vida que lloraba por una persona.

-¿A donde crees que vas?- cuestionaba el general, pero Beryl no respondía, la mujer solo siguió su camino, paso por paso hasta las afueras del reino, hasta llegar a una especie de cueva en la que anteriormente había guardado las pruebas del asesinato del Rey Artemis y se refugió en ella. Sin poder hablar aún, solo se envolvió en una manta que ahí guardaba, se recostó y fue vencida por el sueño.

El guardián de su amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora