Capítulo 21

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—¡Esperen! ¡Un momento! Mina si de verdad es tu deseo casarte con ese hombre lo respetaré, pero antes debes saber algunas cosas sobre él y su madre. No son realmente quienes te han hecho creer— Yaten había llegado para intentar persuadir a Mina de su desición.

—¡Yaten! ¿Que haces aquí? Pensé que te habías ido para siempre— Mina se llenó de una inmensa alegría al ver a su amado guardián frente a ella, pero pronto su emoción se vió cortada por Beryl.

—¿De qué demonios estás hablando muchacho? ¡Guardias! ¡Sáquenlo de aquí! Esta interrumpiendo la ceremonia de mi hijo.

—¡Sáquenlo! Llévenlo afuera no tiene nada que hacer aquí. Continuemos con lo nuestro Mina— Kunzite parecía ansioso por finalizar la ceremonia.

—Mina no lo hagas, escúchame, aunque sea por última vez. Kunzite no te ama, solo busca beneficiarse— Yaten sin duda tenía muchas cosas que revelar.

—Vamos Yaten, será mejor que salgas del recinto— el general colocó una mano sobre la espalda del joven para escoltarlo a la salida, pero una orden detuvo su acción.

—¡Espere general! Dejémoslo hablar— Mina deseaba escuchar a Yaten con la esperanza de encontrar la respuesta a sus dudas y más aún, poder tener el motivo perfecto para cancelar ese matrimonio.

—¿De que estás hablando Mina? Terminemos la ceremonia, estamos a un paso de ser marido y mujer— Kunzite estaba por perder la paciencia.

—Espera Kunzite, deseo escuchar lo que Yaten tiene que decir. Anda, habla— le indicó a Yaten.

—Anoche salí del Palacio sin avisarle a nadie, ni siquiera a mi madre pues tenía algo importante que hacer. Decidí investigar a estos dos sujetos de los que nadie sabe absolutamente nada más que lo que el rey pudo decirnos mientras vivía. Cabalgué toda la noche hasta llegar al reino de Crystal, ese que se supone que está lleno de bellezas y riquezas, y efectivamente así es, solo que el panorama para las aldeas no es mejor que el de aquí. Si en el reino Plateado existe la pobreza en el reino de Crystal todo es miseria total. Estos dos son unos completos tiranos, lo único que quieren es que te cases con Kunzite para terminar de destruir lo poco que queda de nuestro hogar y explotar su preciado recurso para poder tener aún más riqueza de la que ya tienen. Por eso mataron a tu padre— tras esa última declaración los sorprendidos aldeanos que se encontraban en el lugar dirigieron sus miradas a Kunzite y su madre y los murmullos sobre la situación no se hicieron esperar —asi es, ellos mataron al rey Artemis. El día que fue atacado Beryl se descuidó y dejó caer una de las piedras que conforman su collar, además, el arma con la que fue atacado también tenía algunas de las mismas piedras.

—Esa no es ninguna prueba, alguien más pudo haberla tomado— Beryl trataba de defenderse.

—Por supuesto que lo es, ese tipo de piedras solo las producen las minas de tu territorio, además, buscando pruebas pude encontrar a las orillas del bosque esto— Yaten mostraba una especie de bolsa en la que se encontraban un par de guantes y el vestido con el que le había visto a Beryl el día del asesinato de rey con algunas manchas de sangre —¿Cómo explicas esto? Seguramente los guantes los utilizaste para tomar el arma y no dejar tus huellas, por eso solo aparecían las mías haciéndome ver como el culpable, y las manchas del vestido, está por demás decir que esa sangre perteneció al rey.

—¿Cómo pudieron? ¿Con que finalidad? Respóndeme Kunzite ¿Cuál es tu misterioso interés en el reino?— Mina se encontraba confusa, aún no entendía del todo los motivos que tenía el malévolo príncipe para apoderarse de su hogar.

—Yo te lo responderé— Yaten habló llamando la atención de Mina —¿Ves ésto?— el joven le mostró a Mina un pequeño recipiente con un líquido espeso y oscuro —es petróleo. Tu territorio está lleno de yacimientos, que nadie ha descubierto a excepción de ellos dos, y por si eso fuera poco, buscando el petróleo que le prometí a tu padre proteger logré encontrar rastros de oro— Mina no podía salir de su asombro. Esa era la verdadera solución, con eso podía reestablecer al pueblo sin tener que sacrificar su felicidad, pero de pronto algo pasó.

Aprovechando la distracción que las confesiones de Yaten habían causado, Kunzite tomó por sorpresa al general que se encontraba a su lado arrebatandole su espada sin percatarse de su acción. Acto seguido, se colocó detrás del cuerpo de Mina, rodeando con su brazo izquierdo el cuello de la princesa mientras con el derecho la amenazaba con el filo del arma.

—¡Suéltala Kunzite! No cometas una tontería— Yaten hablaba mientras intentaba acercarse a él en compañía de los pocos soldados que se encontraban en el lugar pero el malévolo hombre detuvo su andar.

—¡No se acerquen! Si dan un paso más la mataré, y en cuanto a ti amada mía, es hora de que coloques tu firma en el acta matrimonial— Kunzite deseaba obtener poder y control sobre todo el reino Plateado.

—¡Jamas sellaría un compromiso con alguien como tu! Nunca firmaré ese papel.

—¿Que no ves? No estás en posición de negarte.

—¡Déjala Kunzite! No vale la pena— Beryl dirigió unas palabras a su hijo —mira a tu alrededor, mientras tengas a esa princesa bajo tu poder nadie intentará tocarte siquiera un cabello. Casado con ella o no este reino esta doblegado ante nosotros. Este es nuestro momento, la nueva era ha comenzado, seremos inmensamente ricos, y por supuesto que de lo que un día fue y de lo que es hoy no quedará ni el rastro de este territorio ¡Llévatela Kunzite! Asegúrate de que no pueda escapar.

Sigilosamente, Kunzite caminó pasó tras paso atravesando el lugar en el que se encontraban llevando a forcejeos a Mina ante la mirada y el sentimiento de impotentencia de todos los presentes por no poder ayudarla.

Al llegar al exterior del lugar, Mina quedó asombrada ante lo que sucedía. Un grupo de soldados al servicio de Beryl comenzaban a saquear lo poco que los aldeanos poseían, mientras unos cuantos hombres más la escoltaban a ella y a Kunzite de regreso al palacio.

—Aquí te quedarás, no podrás salir, no tienes manera de hacerlo. Estarás con vida hasta que me seas de utilidad— aprovechando que la habitación de Mina se encontraba en una de las torres más altas y sin ninguna salida posible para escapar, decidió llevarla ahí y recluirla bajo llave.

—¡No puede ser! ¿Que he hecho?— Mina llevó sus manos hacia su rostro y comenzó a llorar fuertemente.

—No has hecho nada malo, solo saldar la enorme deuda que tú padre tenía conmigo— sin notar su presencia, Beryl había entrado a su encuentro.

—¿Que deuda? ¿De que me estás hablando?— Mina no comprendía del todo a qué se refería la madre de Kunzite.

—¿Quieres saber toda la verdad? Pues bien, te contaré todo, estoy segura de que eso te hará sentir más miserable de lo que ya te sientes.

Beryl estaba por revelar grandes secretos del pasado de Artemis y de su vida propia.

El guardián de su amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora