Décimo sexto capítulo.

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―Aquél al que se espera, porque se le espera, ya está presente, ya se muestra dueño y señor. -. Pauline Réague

—Silvia tesoro, mira este vestido. ¡Vamos, mi niña!, pruébatelo; debes renovar esos trajes viejos para que luzcas radiante la otra semana en Turín. —Magdalena me mostraba un vestido veraniego de corte en X, cuello redondo, largo a media pierna y de mangas tres cuartos, con un estampado floral y delicado drapeado, colocado en un maniquí tras el cristal de un gran almacén, en el centro comercial.

Recuerdo haber marcado dos veces seguidas al teléfono de Rodrigo, para avisarle que iba a salir a «vitrinear» con las chicas de la oficina, y me demoraría un poco más de lo usual. Además, que los niños se quedarían con mi mamá esa noche, pues al día siguiente, en el colegio, los maestros tendrían una reunión. Pero mi esposo no contestó. Tal vez estaba ocupado atendiendo algún cliente, así que le dejé el mensaje en el buzón.

—Hermoso, en verdad, pero... ¡Por Dios, mira lo que cuesta! Imposible por ahora. Y, además, aún no lo tengo decidido, chicas. Esta noche hablaré con Rodrigo sobre ese tema. —Hice el comentario a mis dos compañeras, mientras seguíamos curioseando las vitrinas en los locales contiguos.

—Bueno, pero recuerda que esta es, una gran oportunidad para ti. — Amanda tomó la vocería en aquella tarde de chicas, de improviso, para exponer su pensamiento.

—¿En serio crees que tu esposo, con lo enamorado que está de ti, te va a negar la oportunidad de viajar? Sería todo un troglodita, si obstaculiza tu desarrollo profesional y, además, creo yo, después de cruzar unas palabras con tu esposo el otro día, no me lo parece. Silvia, corazón... ¡No puedes por ningún motivo dejar de asistir a esa inauguración! Igual «el ogro» te acompañará y no te dejará sola ni desamparada por allí. —Amanda, no tenía idea de que, precisamente, ese viaje en compañía de mi jefe, era el real inconveniente. No estaría desamparada por él, efectivamente, sino todo lo contrario. ¡Perseguida y acosada!

—Lo sé bien, muchachas. Es importante para mí, y como bien dices, Rodrigo no es el problema. Mis niños me necesitan y...

—¡No, no, no!, Silvia —me interrumpió Magdalena—. Los chicos se pueden quedar al cuidado de tu madre, igual no te vas a demorar, pues a lo sumo serían dos o tres días.

—¡Quééé! ¿Tres días? ¿Quién te dijo que serían tantos? ¡Tú qué sabes Magdalena! —Le pregunté, tomándola del brazo.

—Nada mujer, solo conjeturo, ja, ja, ja. Es que, a ver, ten en cuenta que es una inauguración, y como tal, habrá grandes anuncios, bastantes brindis, música variada, manjares exquisitos y después..., alguna salida para conocer la ciudad. Y al otro día, seguramente, acompañar al «ogro» en alguna reunión. O solo quedarte a descansar en el hotel, corazón. Pero un pajarito me contó, que estos italianos son muy dados a los grandes eventos, y a promocionar por todo lo alto sus nuevas actividades, y tú, Silvia, querida, debes ir pensando en aprovechar tus conocimientos y las oportunidades que se te presentan, pensando en un posible ascenso. ¡Vamos tesoro!, que se escuchan rumores en el piso superior, ya sabes que allí se mueven los hilos de esta compañía, y algo se puede oír, si sabes pegar la oreja por atrás de las delgadas paredes de los baños. ¡Ja, ja, ja! —Y es que Magdalena era muy amiga de las compañeras que trabajaban para la dirección general, así que, si ella decía aquello, era porque se lo habrían comentado.

—Me parece que estamos ensillando el burro antes de tener la enjalma —les respondí.

—Sí, eso es correcto, querida, pero también se dice por ahí... ¡Qué cuando el río suena...! —Me respondió Magdalena con una sonrisa pícara en su rostro.

Y Finalmente... Ella & Tu Regalo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora