Noveno capítulo.

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―Aquello que buscas, puesto que lo buscas, ya ha puesto su atención en ti.

Salí en silencio de mi hogar, sin hacer ningún ruido, como si yo fuera un vulgar ladrón. Afuera el amanecer era frío, gris y en penumbra todavía. Subí a mi coche sin tener un destino cierto, giré la llave y puse en marcha el motor, más no cambié la marcha ni pisé el acelerador. Inmóvil el auto, inanimado yo. Lo apagué.

¿Qué camino tomo? Pensaba en aquellas tempranas horas qué hacer. ¡Un café! Sí, pero... ¿Dónde? Un golpe seco proveniente del cofre de mi auto me sobresaltó. Un gato negro caminaba elegante y sin afanes sobre él. Finalmente, se sentó cerca del parabrisas y me observó. ¡No!, ahora no necesito que me mires con compasión, ni que recalques con el color de tu pelaje, mi mala suerte. Le hablé, más no creí que me hubiese escuchado, ni siquiera se inmutó.

Tan solo el movimiento nervioso de sus orejas, como radares de alguna instalación militar, giraban expectantes de un lado al otro, escuchando lo que -en aquel nuevo amanecer-, a él, si le importaba. Me maulló en una lastimera despedida, presagiando el azabache felino, como yo giraría la llave en el switch del encendido.

Las detonaciones perezosas en un comienzo, posteriormente se volvieron constantes, en incandescentes mezclas inyectadas de gasolina y aspirado oxígeno, haciendo bajar con fuerza el robustecido acero; un coordinado equipo de a cuatro, distribuidos dentro de aquel pequeño compartimento, ascendiendo luego los pistones para expulsar al exterior por el caño de escape, los gases sobrantes como si fuesen ellos, mis miserias.

Al felino, las vibraciones le hicieron saltar hacia un lado, desapareciendo sin el ruido con el que llegó. Miré la radio del auto y en la boca tímida de la ranura para los CD's, un poco por fuera estaba él. Mi dedo delicadamente le propinó un tembloroso empujón hacia su interior. Y entonces un Do, luego un Re, perseguido de un La, dieron inicio a la canción. Al escuchar sus primeras letras, tras las notas de aquel piano que la habían comenzado, lograron abrir las compuertas de mi retenido llanto.

... «Sabe Dios cómo me cuesta dejarte» ...

Fa, Sol, La... Do.

... «Y te miro mientras duermes más no voy a despertarte» ...

Re, Sol, Do, La... Re.

... «Es que hoy se me agotó la esperanza, porque con lo que nos queda de nosotros ya no alcanza» ...

Re, Sol, Do, La... Re.

... «Eres lo que más, he querido. En la vida, lo que más, he querido» ...

Graves y agudos, tonos tras teclas pulsadas, y en su voz... ¡Palabras rasgadas, tan sentidas! ¿Graves? ¿Agudas? Tal cual mi situación sentimental, con mi destrozada confianza. La luz de un semáforo en amarillo parpadeante, que no cambiaba a ningún otro color. ¡Precaución! Muchas lágrimas desparramadas en la curvatura de mis mejillas, vidriosos mis ojos con mis pestañas empapadas y en la acera afuera, una pareja tan enamorada.

Dos mujeres abrazadas demostrando su amor en besos largos y miradas llenas de intensa entrega, ellas dos con sus ansiadas ganas, frente al local de Lara. Un hombre sosteniendo de su mano un cordel que le ataba de un extremo, y al otro, delante de él, lo guiaba su perro, apurando al amo para alcanzar la velocidad necesaria del trotar de sus cuatro patas, pasando por el lado de un borracho que se hallaba sentado -al filo del andén- en la esquina, y en la mano de este, caído en la desgracia, aferrada una botella de desconocido licor. Transcurría la vida, normal para muchos, diferente para mí, el segundo día de aquel julio.

Finalmente, atravesé las avenidas y gran parte de la ciudad, de un punto cardinal hasta el otro. Muy temprano, todo solitario aún. Apagué el motor, la música dejó de sonar. Y, sin embargo, en medio de tanto silencio, al dejar de funcionar las cosas, yo seguía llorando. Me bajé del auto sin prisas, pero con ganas de fumar. En mi bolsillo una arrugada cajetilla, dentro tan solo uno. Afuera, en mis ojos, la salina precipitación continuaba, y levanté mi mirada. Madrid y su cielo, teñido de gris plomizo. ¡Negros nubarrones presagiaban un día de tristes aguaceros!

Y Finalmente... Ella & Tu Regalo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora