Décimo capítulo.

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―Por cada razón para mentir, hay una razón mejor para decir la verdad. -. Bo Bennett

-¡Esto es una locura Jefe!, las muchachas en la oficina van a terminar murmurando que entre usted y yo sucede algo más que una simple colaboración de mi parte para su famoso «aniversario». -Le comenté, mientras él ponía en marcha el coche.

-No te preocupes por eso Silvia, ya verás cómo... -Y justo en esos momentos entró una llamada a su teléfono, enlazándolo de inmediato al sistema de audio de su automóvil, así qué me hizo una señal con el dedo índice sobre sus labios, en un claro gesto de que me mantuviera en silencio: -«Hola Hugo, estoy en tu oficina y me han dicho que has salido a almorzar. A dónde vas a ir, y te busco para que lo hagamos juntos, así de paso, podremos dialogar sobre lo que me dijiste anoche». -Era la voz de su esposa, que yo escuchaba. Se le notaba preocupada y abatida. Bastante mustio el tono de su voz.

-Martha, ahora no te quiero ver cerca de mí. Es una decisión tomada que no voy a reversar. Me fallaste, eres una puta infiel. ¡Traidora y mentirosa! ¿Creías que no me iba a dar cuenta de tus infidelidades? ¡Quiero el divorcio!, ya te lo dije anoche. No creo que tengamos nada más de qué hablar, sin embargo, te recomendaría que empieces por buscarte un buen abogado, porque con las pruebas que tengo a mano... Martha... ¡Te voy a dejar en la puta calle! ¿Me escuchaste bien? ¿Si lo entiendes? Te podrás revolcar con gusto con tus amantes de ahora en adelante, pero sin mi dinero, sin mi casa y sin mis hijos. -Mi jefe se puso rojo de la ira.

Pufff, al escuchar como don Hugo le hablaba y le gritaba a su mujer, no pude dejar de pensar en mis problemas con Rodrigo. «Yo me moriría si mi esposo me fuera a proponer lo mismo al hablar los dos aquella noche», pensé. Y enseguida, me puse a llorar en silencio. Sin él, y sin mis hijos... ¡Todo por una puta tontería! Por querer ayudar a mi jefe, por tratar de aliviar sus penas.

En qué momento le había dado la vuelta a mi vida. Mi matrimonio en riesgo. ¡No!, no podría dejar que eso sucediera, le hablaría con honestidad a Rodrigo cuando nos viéramos en el piso. Le contaría todo, sí. Le diría la verdad, y sí, mi esposo me amaba tanto como pregonaba, de seguro me podría llegar a comprender, y entender la situación. ¿Perdonar? Al final, no fue nada más, solo unos pocos besos, unas leves caricias permitidas por el ambiente y el alcohol, todo por mis putas ganas de sentirme útil para mi jefe. ¡¿De nuevo deseada?! Fui débil ante la tentación, más no dejé que fuera a más. ¿Me creería?

La señora Martha continuo con su defensa, diciéndole a mi jefe: -«No Hugo, no me hagas esto. ¡Hablemos por favor! Déjame explicarte por qué... ¡Por qué lo hice! No solo soy yo la culpable de todo, y lo sabes...». ―Y mi jefe la interrumpió enseguida.

-Ahora resulta que soy yo, el causante de que me pusieras los cuernos. Vaya Martha, qué bien se te da eso de echar sobre mis hombros, tus errores; si estabas tan aburrida podrías haberlo hablado conmigo, y de esa manera, buscaríamos una solución en pareja, pero no, tu sola decidiste salir a buscar machos, como una fulana. ¿Sabes qué?... Mejor dejemos esta conversación aquí. -Le respondió mi jefe, en un tono de voz autoritario, que, no obstante ―para mis adentros―, se le escuchó a resignación.

Pero la esposa de mi jefe no se daba por vencida y continuo con su ruego: ― «¡No, espera Hugo!... Despacha a esa mujer y hablemos, yo... ¡Buahhh! ¿Sabes qué, querido?... Disfruta de tu puto almuerzo con tu secret...». -Y mi jefe, observándome, terminó la llamada. Ella insistió, llamándolo dos veces más. Él, a ninguna respondió.

Ahora, sí antes estaba metida en enredos con mi jefe, el saber que su esposa conocía que había salido a almorzar conmigo, me hacía sentir como una verdadera plasta de mierda. Se me quitaron las ganas de almorzar, de todo, menos de llorar. Cuando salimos a la calle, llovía con intensidad, y yo seguía con lágrimas en mis ojos, los dientes apretados por rabia ―debido a mis estúpidas decisiones―, y la angustia atrapada entre mis puños bien cerrados.

Y Finalmente... Ella & Tu Regalo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora