Argentina es mujeres, para cambiar un poco.
Perú, la mejor amiga de Argentina, se casaba en un mes. Todo el grupo de amigas había decidido darle una sorpresa celebrando su despedida de soltera en alguna isla, un lugar perfecto: solecito, playas de infarto y, sobre todo, mucha fiesta.
Argentina lo había preparado todo con muchísima ilusión, al fin y al cabo Perú había sido su gran amiga desde la infancia y ahora iba a vivir uno de los momentos más importantes de su vida. Tenía que estar a su lado apoyándola y celebrando sus alegrías, como siempre. Sin embargo, en su interior, Argentina estaba triste y sin demasiadas ganas de ir a la maravillosa isla: era la única del grupo que no tenía novio. Todas las demás tenían pareja, se habían casado recientemente o lo iban a hacer en breves. A Argentina nunca se le había dado bien eso del amor y todos los chicos con los que había estado la salían rana o desaparecían a los pocos meses.
Veía a todas sus amigas enamoradas y felices y, para que engañarnos, se moría de la envidia. ¿Cuándo podría encontrar ella a ese hombre que la quitara el aliento?
El vuelo a Ibiza salía a primera hora de la mañana. Las chicas se presentaron en casa de Perú muy temprano, la taparon los ojos con un pañuelo y la llevaron a ciegas hasta el aeropuerto. Cuando Perú descubrió donde estaban no se lo podía creer. “¿De verdad nos vamos? ¡Sois las mejores del mundo!”, dijo emocionada mientras abrazaba a sus amigas. Pasaron el control de policía, embarcaron y se sentaron en los asientos que les correspondían a cada una.
Argentina estaba muy nerviosa, siempre había tenido pánico a volar, aunque prefirió callárselo para no alarmar a nadie. Una vez que el avión despegó empezó a marearse. En seguida un azafato se acercó hacia ella. “¿Está bien señorita?”, la preguntó con dulzura. Era un hombre guapísimo: alto, delgado, moreno, ojos verdes y con la típica planta que tienen los auxiliares de vuelo.
Argentina se quedó absolutamente muda al verle y no pudo ni contestar. Él enseguida le trajo un abanico y una botella de agua fría. “Con esto seguro que se te pasa. Si te encuentras mal, llámame, vendré en seguida”, dijo sin despegar sus ojos de ella. El resto del vuelo transcurrió con normalidad, Argentina consiguió calmarse, pero ¿cómo no iba a hacerlo teniendo esos ojazos mirandola ? México, así se llamaba el azafato, estuvo pendiente de ella durante todo el viaje.
Cuando aterrizaron, Argentina, Perú y sus amigas se dirigieron al hotel a descansar un rato. El primer día en Ibiza fue tranquilo. Un poco de playa por la tarde y unas copas en un chillout por la noche. “¿Qué te pasa Argentina? ¡Estás en las nubes!”, dijo Perú. Argentina no podía quitarse de la cabeza a México. ¿Por qué? Si tan solo habían tenido un contacto de cinco minutos. ¿Habría sido un flechazo? ¡Imposible! ¿Cómo iba a creer ella en los flechazos si las cosas en el terreno amoroso nunca la salían bien? Además, qué más daba, si nunca más le iba a volver a ver…
A la mañana siguiente, las chicas bajaron a desayunar al bufet del hotel. En mitad de un café con leche, alguien toco el hombro de Argentina. “ ¡Hola! ¿Tú eres la chica que se mareó ayer en el avión, verdad?”, exclamó una voz grave. ¿Méxicooooo? ¡No podía ser! “¿Qué haces aquí?”, dijo ella alucinada. “Me alojo un par de días en este hotel, después vuelo de vuelta a CDM”, dijo él. A Argentina no la salían ni las palabras. ¡Qué casualidad! No se podía creer que tuviera delante otra vez a ese hombre que la cortaba la respiración. Charlaron un buen rato. Se enteró de que estaba casado, pero con trámites para divorciarse. Su mujer no había aguantado que viajara tanto y le había engañado con otro. Por lo que se veía, a México el amor tampoco le sonreía. A Argentina se sentía muy cómoda e identificada hablando con él, parecían hechos el uno para el otro.
A la mañana siguiente volvieron a verse en el desayuno. “¿Te apetece dar una vuelta? Mi vuelo sale en tres horas”, propuso él. Argentina no se pudo negar, en el fondo estaba deseando poder estar con él a solas. Fueron hasta una preciosa cara al norte de la isla y se sentaron frente al mar.
“Quería traerte aquí antes de irme. Vengo cada vez que me siento solo. Esta playa me transmite mucha paz y tranquilidad”, dijo México una mirada triste. “Ahora no estás solo”, contestó Argentina acariciando su mano. Él se acercó a ella con timidez y la beso. Ninguno de los dos pudo refrenar las ganas. Se gustaban mucho y aunque tan solo eran dos desconocidos, parecía que llevaban toda una vida juntos.
El momento fue mágico, pero después México se fue. No se pidieron ni los teléfonos. Ninguno de los dos se creía lo suficientemente en el amor como para pensar que lo suyo había sido algo más que un beso. Pero, cuando dos personas están destinadas a estar juntas tarde o temprano vuelven a encontrarse, y eso pasó. Ninguno de los dos lo sabía, pero México y Argentina vivían en el mismo barrio. Otra vez el el destino volvía a hacer de las suyas y volvieron a verse, cientos de veces más. Después de ese primer beso, vinieron otros muchos: caricias, abrazos, pasión, complicidad, cariño y AMOR en mayúsculas.
Chao
¿Vosotros que decís?
¿Destino o Casualidad?
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Mexarg one-shots
FanfictionMéxico X Argentina Historias cortas o no tan cortas jajaja