Capítulo 4

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—Te ves realmente hermosa hija —me dijo mi padre al verme bajar las escaleras, él se veía tan elegante y apuesto.

—Gracias —susurré dándole un beso en la mejilla. Lo quería demasiado, pese a todo.

Tomé su brazo y suspiré con profundidad. Hoy era la noche del baile, y debo decir que pasé toda la tarde con Jessa en mi habitación, ella me ayudó a arreglarme, ya que yo no servía demasiado para eso. Admito que el resultado me fascinó.

—¿Mi madre? —Pregunté.

—Aquí estoy cariño. —Le sonreí al verla.

Se veía muy bonita; mi madre era una mujer hermosa, sus ojos azules llamaban la atención al igual que los míos, y a pesar de su edad, no se veía vieja, ni mucho menos, mi padre era un hombre muy afortunado y me daba gusto tenerlos como padres aunque no estuviésemos de acuerdo en un par de cosas.

—Es hora de irnos, el carruaje espera —intervino mi padre.

Salimos de la casa y subimos al carruaje, mi padres se sentaron frente a mí y yo junto a la ventanilla, veía las calles de nuestra pequeña ciudad y como la mayoría se encontraban solas, la mayoría de las personas debían de estar en ese famoso baile, ya que el dueño no escatimó en gastos, mucho menos exigió que sólo personas de clase social asistieran. Algo que me agradó.

Pensé en Nicholas y que bien pudo haber venido conmigo. Lo extrañaba tanto, lo amaba demasiado, el amor que sentía por él era como fuego en mi interior que amenazaba con consumirme por completo. Aunque eran más las mariposas que revoloteaban en mi estómago ante la sensación de la experiencia del primer amor.

Era la hermoso sentirse así, y deseaba como nunca el que mis padres lo aceptaran, porque no importaba cómo, yo iba a estar con él por el resto de mi vida.

Suspiré un poco nerviosa cuando el chofer se detuvo de imprevisto. Sin perder tiempo abrió las puertas, mi padre bajó y después mi madre, al final lo hice yo.
Nunca había estado en la mansión, era realmente preciosa y enorme, tenía un gran jardín que ahora era ocupado por distintos carruajes de los asistentes al baile. Aquellas paredes de concreto que la conformaban se alzaban majestuosas ante la negrura de la noche que parecía ser engullida por las luces de esa preciosa propiedad.

Mi madre tomó el brazo de mi padre y yo hice lo mismo, él nos miró sonriendo y con orgullo en sus ojos al llevar de su brazo a sus dos mujeres.

Me sentía un poco ansiosa, mis manos temblaban y mi cuerpo también, aunque no entendía la razón.

Al llegar a la puerta un par de hombres estaban en la entrada, saludaron a mi padre y nos dejaron pasar sin ningún problema.

Miré un momento anonadada todo el interior. El lugar era ridículamente grande, los suelos de madera fina cubiertos por alfombras con diseños hermosos y lámparas de cristal colgaban del techo. Había un lugar designado para los músicos que tocaban una melodías lentas y hermosas.

El lugar estaba lleno, podía reconocer algunas de las personas que estaban allí y me pregunté dónde estaría el dueño de la mansión.

—Mira Samantha, ése que viene ahí es el dueño de la mansión.

Me giré al escuchar lo que había dicho mi padre. Mi vista se fijó en el hombre que venía caminando hacia nosotros. No entendía por qué motivo mis ojos se quedaron clavados sobre los suyos.

 No entendía por qué motivo mis ojos se quedaron clavados sobre los suyos

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