Capítulo 8

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Habíamos salido a caminar, hoy era otro día; me sentía un poco mejor, pero la palidez seguía en mi rostro, tal vez estaba enferma. Me senté en una banca junto a mi madre, ella platicaba animadamente con Caroline, una de sus tantas amigas. Suspiré triste, no había visto a Nicholas y lo extrañaba mucho.

Ayer prácticamente salí huyendo de la mansión de Marcus. Ni siquiera me quedé a desayunar y él no tuvo problema con ello, me dejó ir, aunque me daba la impresión de que realmente no me alejaba de su lado. Instintivamente llevé la mano a mi cuello, ahí donde ese ser me mordio; temblé ligeramente y decidí no pensar más en ello. Me centré en darle mis pensamientos a Nicholas, quería verlo y no sabía si Dios se había apiadado de mí cuando lo vi a unos pocos metros de donde me encontraba. Venía acompañado por su madre, al verme sonrió ampliamente, miré a mi madre, pero seguía en su charla.

—Madre —la llamé. Ella apenas se volvió a verme.

—¿Si?
 
—Iré por un helado —le hice saber; por un segundo me miró sonriendo.

—Claro, no demores —me pidió.

—No, madre —dije.

Ella se giró hacia Caroline y siguieron hablando. No perdí más tiempo, caminé rápidamente lejos de su vista, fácilmente me metí detrás de unos arbustos y en minutos Nicholas apareció frente a mí.

—Nicholas —mencioné su nombre con alivio, acercándome a él.

—Mi Luci —susurró anhelante. Sus manos tocaron la piel de mi rostro, sonreí al sentir su toque.

—Ven —dije tomándolo de la mano.

—¿A dónde? —Preguntó confundido. 

—Vayamos al prado —sugerí ansiosa.

—Tu madre...

—No me importa, necesito estar contigo —repliqué; él sonrió y caminó conmigo sin pensarlo más.

Nos escabullimos deprisa hacia nuestro lugar secreto, entre risas corrimos esquivando agilmente a las personas y en menos de diez minutos estuvimos ahí, en el que siempre sería nuestro lugar. Cuando estuvimos completamente fuera de la vista de miradas curiosas, nos detuvimos; lo encaré y apenas pude contenerme.

—Oh Nicholas —susurré arrojándome a sus brazos. 

—¿Qué sucede? —Preguntó al notar mi desespero y lo agobiada que me encontraba.

—Tenemos que irnos, irnos pronto —le dije preocupada.

—Ya está todo listo —dijo sereno. Lo miré esperanzada. 

—¿De verdad? —Inquirí titubeante.

—Sí, Luci —respondió contento, tan contento como yo.

—¿A dónde iremos? —Cuestioné curiosa, aunque ciertamente el lugar no me importaba demasiado.

—A Londres —respondió—. Nuestro tren sale en tres días.

—Bien —susurré sin que la sonrisa se borrara de mi rostro. 

Sin resistirme lo besé, rodeé su cuello con mis brazos y me perdí en el sabor de sus dulces labios; había extrañado su sabor, su calor, lo que me hacía sentir mientras me besaba. Sus besos eran tan diferentes a los de Marcus.

De pronto, al traerlo a mi mente no pude mantenerme cerca de Nicholas. Me aparté de él y negué levemente con la cabeza.

—¿Qué sucede? —Me cuestionó confundido.

—Nada —susurré alejando la imagen de Marcus de mi cabeza.

Nicholas tiró de mi cuerpo y volvió a besarme, tomó mi rostro entre sus manos y me sentía feliz y tranquila estando así, entre los brazos del hombre al que amaba. Mi corazón se hallaba en paz y contento y supe que era aquí, a su lado, donde quería estar para siempre.

Enamórate de mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora