Capítulo 1

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Bucovina, Rumania. 1892.

El sol estaba radiante, el viento soplaba libremente y pasaba a través de los árboles, movía mi cabello rizado obligándome a quitarlo de mi cara de tanto en tanto sin perder la concentración mientras mi amado sonreía, con sus ojos fijos sobre mí en todo momento. Di un paso al frente totalmente confiada y serena, él se mostraba igual que yo. Sostuve firmemente la espada en mi mano y la incliné un poco hacia al frente.

—Vamos, Nicholas. Sé que puedes hacerlo mejor que eso —mi amado estiró sus labios hacia atrás en una deslumbrante sonrisa de dientes blancos impolutos.

—No quiero lastimarte —murmuró; reí.

—No lo harás —le aseguré.

Apreté la espada entre mis dedos, la mantuve firme frente a mí, me puse en guardia, él sonrió ampliamente e hizo lo mismo que yo. Sin esperar más lo ataqué rápidamente, lo hacía con gracia y rapidez, tal y como él me enseñó a la vez que Nicholas respondía de la misma manera; ahora sí lo estaba haciendo bien.

—¿Qué tal hora? —inquirió burlón. Esquivé su ataque.

—Aún soy mejor que tú —finalicé llevando mi espada a su mentón.

La dejé ahí un momento sin lastimarlo en lo absoluto; levantó ambas manos y dejó caer la espada al suelo, mirándome divertido mientras se rendía.

—Tú eres mejor que cualquiera, Luciana.

Bajé mi espada y la dejé caer, imitándolo. Nicholas me atrajo hacia a su cuerpo, sus dedos rozaron mis mejillas, pidiéndome permiso en silencio para besar mis labios. Cerré los ojos respondiendo.

Sentí sus suaves y cálidos labios sobre los míos, se movían lento y seguros

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Sentí sus suaves y cálidos labios sobre los míos, se movían lento y seguros. Llevé mis manos a su pecho agitado, su corazón latía desbocado al igual que el mío, ambos eran uno solo. Me entregué a su beso, incluso cuando se suponía que una señorita no debía de estar haciendo esto, pero yo amaba a Nicholas, y por amor las personas hacen muchas cosas.

—Es hora de llevarte a casa. No quiero molestar a tu padre. —Susurró trayéndome a la realidad. Suspiré resignada.

—Mi padre se molestará de igual manera —dije. Levanté la espada del suelo. Pesaba, pero ya me había acostumbrado a su peso.

—No sabes cómo desearía tener dinero para poder hacerte mi esposa —susurró cabizbajo, con su atención puesta sobre el suelo.

Tomé su mano suavemente, rocé sus dedos con los míos y tiré de él; busqué sus ojos, esas preciosas esmeraldas que cada vez que me miraban tenían un brillo precioso.

—El dinero no me importa, Nicholas, podríamos vivir en una choza y yo sería feliz. Siempre y cuando tú estés a mi lado. —Le repetí lo que tantas veces le dije. Él embozó una sonrisa triste.

—Lo sé, mi Luci, pero tus padres piensan muy diferente —me recordó.

—Ellos tarde o temprano lo entenderán, tienen que hacerlo —afirmé, aunque ciertamente dudaba de la veracidad de mis palabras.

En estos tiempos no se me permitía elegir con quién contraer matrimonio, mis padres lo harían por mí y elegirían a quien ellos creyeran el mejor partido, yendo en contra de mis sentimientos y mis deseos. No obstante, lucharía para que el amor que nos teníamos Nicholas y yo, venciera todo obstáculo, así tuviera que fugarme con él y perder mis comodidades, lo haría sin dudar.

Nicholas cogió su espada y la mía, las guardó en un bolso que se echó a su espalda y caminamos de regreso a casa. Me encantaría tomarlo de la mano pero eso provocaría un escándalo con mis padres.

Nos encontrábamos alejados de casa; siempre nos reuníamos en este prado, era un lugar precioso, cubierto de hierba verde y enormes árboles lo rodeaban, nos otorgaban algo de privacidad.
Era el único lugar donde podíamos estar juntos sin que las personas del pueblo hablaran y fueran con chismes a mi padre. Ellos no querían a Nicholas como otra cosa que no fuera mi amigo. Él no tenía dinero, era humilde y su familia se mantenía gracias a todo lo que les proporcionaba su pequeña granja.

Pero a mí eso no me importaba, yo amaba a Nicholas a pesar de nuestra corta edad, ambos queríamos hacer ya una vida juntos, pues sabíamos que no habría nadie más en el mundo con quien quisiéramos estar.

—Mira ese carruaje —llamó mi atención Nicholas.

Habíamos llegado ya al pueblo y un lujoso carruaje pasaba frente a nosotros, jamás lo había visto. Era jalado por dos hermosos caballos negros, finos por supuesto. Debería ser alguien muy rico.

—Debe de ser un nuevo ciudadano —dije restándole importancia. Lo que sucediera a mi alrededor no me interesaba demasiado.

—Escuché rumores de que la mansión de la colina había sido comprada. —Comentó.

—Entonces debe de ser alguien muy rico.

El carruaje siguió su rumbo hacia la colina, no podíamos ver el interior pero por alguna extraña razón me sentí observada y un frío me acarició la espina dorsal.

—¡Luciana! ¿Dónde estabas? —mi madre salió a mi encuentro nada contenta en cuanto estuvimos fuera de casa.

—Entrenando con Nicholas —respondí calmada. Hundió las cejas y me reprochó con la mirada.

—Las espadas no son pasatiempos para una señorita como tú, Luciana —reprimí el impulso de poner los ojos en blanco.

—Madre, por favor.

—Tu padre no tarda en llegar, entra ahora —dijo sin voltear a ver a Nicholas ni un instante, ignorándolo como si no fuera nada. Mi enojo fue evidente.

—Por lo menos podrías ser educada y saludar a Nicholas —espeté molesta.

—No te preocupes, Luci, nos veremos después. Hasta luego señora Williams. —Susurró educado.

Mi madre ni siquiera se inmutó, me tomó del brazo y me arrastró dentro sin dejarme despedir de Nicholas. Habría dado todo por un beso suyo.

—Luciana, ¿cuándo entenderás que tanto tu padre como yo no te queremos cerca de Nicholas Brown?

—Es mi amigo, madre —dije sentándome en el sofá. Ella achicó los ojos, esos orbes azules tan idénticos a los míos.

—Tú y yo sabemos perfectamente que no son amigos. —Refutó segura. Me encogí de hombros.

—Entonces si lo sabes, ¿por qué no me dejas estar con él? —Cuestioné, aunque ya sabía la respuesta.

—Sabes muy bien el porqué. —Respondió despectiva.

—El dinero no me importa madre —dije exasperada.

—No permitiré que te cases con alguien como él —dijo sentándose a mi lado—. Eres hermosa, Luciana, la joven más bella de este pueblo. No desperdicies tu vida de esa manera.

Sacudí mi cabeza cansada, era inútil tratar de hacer que mi madre entrara en razón. La sociedad, el dinero y la buena posición siempre estarían por encima de todo, hasta de mí.

—¿Podrías decirle a Jessamine que me prepare un baño? —ignoré su comentario poniendo fin a nuestra pequeña discusión. Suspiró. 

—Por supuesto —me dijo poniéndose de pie, aceptando mi decisión.

Me hallaba harta y cansada de tener la misma discusión con mi madre cada día. Yo amaba a Nicholas y no me casaría con otro hombre que no fuera él y eso mis padres tendrían que aceptarlo tarde o temprano.

Volveré a subir la novela pero la estoy editando, sólo tengan paciencia que tengo más novelas. Iré subiendo como pueda. Besos❤

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