Capítulo 7

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Desperté un tanto desorientada. Me encontraba en una cama que no era la mía; observé mejor la habitación, sus paredes eran de piedra gris, al igual que el suelo, se trataba de un lugar grande en el cual había muy pocos muebles; la cama donde me hallaba recostada se situaba en medio de la habitación, poseía un dosel grueso del que caían unas suaves cortinas blancas y transparentes.

Me incorporé percatandome de que usaba un camisón de tela fina que me llegaba hasta los pies; ciertamente  no recordaba haberme cambiado de ropa. Lo omití y me acerqué a una ventana, la abrí, una brisa helada acarició mi rostro y se coló entre mi ropa, suspiré profundamente. Aún seguía en la mansión de Marcus, desde aquí la vista al lago que había detrás de la mansión era preciosa, aunque ahora estaba oscuro, me pregunté qué hora sería.

 Aún seguía en la mansión de Marcus, desde aquí la vista al lago que había detrás de la mansión era preciosa, aunque ahora estaba oscuro, me pregunté qué hora sería

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De pronto, la frialdad de unas manos cerciendose sobre mis hombros me hizo soltar un grito.

—¡Dios! —Mascullé. Enseguida me volví, encontrándome con Marcus— Me asustaste.

Elevó la comisura de sus labios hacia un lado.

—Lo lamento —se disculpó sin parecer realmente arrepentido. Aclaré mi garganta y hable:

—¿Por qué sigo aquí? Quiero irme —manifesté.

—Te irás hasta mañana, ahora es tarde —refutó firme.

Suspiré y me volví un instante hacia la ventana; no me hacía gracia alguna quedarme a dormir aquí, Marcus no me daba confianza, había algo en él que no me dejaba confiar, como algún tipo de sexto sentido me lo advertía.

—¿Qué me sucedió? No recuerdo nada —susurré; él se posicionó a mi lado. Moví un poco el rostro, encarandolo.

—Te desmayaste —comentó; cogió con seguridad mi cabello y lo colocó detrás de mi cuello, dejándolo totalmente expuesto.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir sus dedos rozar mi piel sensible. Retrocedí instintivamente sin que él se moviera un solo centímetro.

—Mis padres deben estar preocupados. —Aunque seguramente sería todo lo contrario.

—Les avisé lo sucedido, no te preocupes —me tranquilizó; tragué saliva un tanto nerviosa.

—Entonces volveré a dormir —murmuré.

De pronto, él acortó la distancia que yo había puesto entre nosotros, tomó mi cintura pegándome a su cuerpo con total seguridad; apoyé mis manos contra su pecho en un intento vago por mantenerlo alejado de mí. Su piel se sentía tan fría, era suave y podía sentirla a la perfección, ya que él venía vestido con solo una suave camisa que dejaba una buena parte de su torso al descubierto, me dejó asombrada al ver cuán pálida era su piel.

Entonces sin previo aviso acercó sus labios a los míos, mi respiración se aceleró al igual que mi corazón; sabía que iba a besarme y yo no podía huir de él, me sentía sin fuerzas para alejarlo y salir de la cárcel que había formado con sus brazos.

Enamórate de mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora