Capítulo 11

26.2K 2.3K 144
                                    

—Luciana —escuché mi nombre en medio de mi solitaria habitación.

Rápidamente me senté sobre la cama, recorrí de un lado a otro con mis ojos, en cada rincón sin ver nada fuera de lo normal, pero nuevamente volvía a escuchar mi nombre. Entonces me incorporé de la cama y deprisa me dirigí al balcón, hice a un lado la cortina y entonces vi a Nicholas tras las puertas del balcón; mi corazón dio un salto de alegría al verlo, corrí hacia él y abrí las puertas. No le dije nada, lo abracé, respirando su aroma, deseando permanecer entre sus brazos el resto de mi vida.

—¿Por qué no llegaste, Luciana? —Su voz era dolida— Te estuve esperando.

—Nicholas yo...

—Vas a casarte —me interrumpió, la sorpresa detonó en mis rasgos—. Tu prometido fue a verme a la estación de trenes.

Mi corazón latió frenético en mi pecho; Marcus no me había dicho nada.

—¿Qué? —Inquirí estupefacta,

—Dijo que dejara de esperarte, que no ibas a llegar porque decidiste casarte con él. Me advirtió que me alejara de ti.

No fui capaz de pronunciar palabra alguna, solo dejé que la nada llenara las cuatro paredes que nos rodeaban, estaba asombrada por sus palabras, maldito Marcus.

—¿Es verdad, Luciana?

Mis ojos estaban inundados de lágrimas y con todo mi pesar me separé de Nicholas.

—Es verdad —dije con la voz rota. Su rostro se contrajo por el dolor y me odié por estarle causando tanto daño al único hombre que amaría en mi vida.

—¿Por qué, Luciana?

—Porque tú y yo no podemos estar juntos, Nicholas, no podemos —susurré.

—Tú me amas, Luciana, estabas dispuesta a huir conmigo, ¿qué sucedió? ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —Me volví para no verlo. Me abracé a mí misma y apreté las manos en puños; me dolía tanto hacerle esto, pero era por su bien, tenía que mantenerlo a salvo a él y a mis padres.

—Lo pensé mejor —respondí.

—¿Y qué pensaste, Luciana? —Preguntó con dolor.

Respiré profundamente y traté de poner una máscara fría en mi rostro. Me giré y lo enfrenté.

—Tú no puedes ofrecerme nada —dije, traté de sonar indiferente—. ¿De qué pensabas mantenerme? Yo no sé trabajar y estando contigo tendría que hacerlo, yo no puedo.

—¿Hablas en serio? Yo jamás dejaría que trabajaras, conmigo no tendrías lujos, pero no te faltaría nada. ¡Tú misma me dijiste que el dinero no te importaba!

—¡Pues cambié de opinión! —Alcé la voz y me arrepentí de hacerlo. Me quedé callada unos segundos, temiendo que mis padres despertaran, pero no escuché pasos en el pasillo, mis padres debían seguir durmiendo.

—No es verdad, tú me amas —afirmó acercándose a mí. Sus manos acunaron mi rostro, intenté con todas mis fuerzas de no mostrarle ni una pizca de amor—. Lo prometiste, Luciana, me lo prometiste.

—Sé lo que dije.

—Entonces, huye conmigo, vámonos ahora mismo.

—No, Nicholas. No lo haré, quiero que te vayas y desaparezcas de mi vida —aseveré tajante.

Sus manos dejaron de tocarme, sus ojos cristalinos llenos de dolor y decepción me recriminaron; sentía cada palabra como la más vil de las blasfemias, mi corazón se rompía con cada una que salía de mi boca y más al ver el rostro de Nicholas.

Enamórate de mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora