A la mañana siguiente y cuando mi tristeza y mi enojo se había disipado completamente, bajé a desayunar con mis padres, era una rutina que ambos no dejábamos pasar jamás, era nuestro momento para compartir juntos. El desayuno era sagrado para mi madre tanto como la cena.
Al llegar sólo encontré a mi madre en la mesa, apenas y se acababa de sentar mientras Jessamine servía el desayuno.—Buenos días, madre —saludé sentándome en el comedor, mirándola con un atisbo de sonrisa.
—Buenos días, hija —me respondió en tono neutro, como siempre.
Ayer no volví a salir de mi alcoba, tampoco cené, me disculpé con mi padre y preferí dormir temprano, ciertamente no estaba en mí el deseo de discutir con mi madre ni mucho menos soportar sus miradas recriminatorias. Al menos hoy no me las dedicaba y lo agradecí.
—Buenos días —saludó mi padre de manera alegre al llegar.
Depositó un beso en mi cabello y le sonrió cariñosamente a mi madre, demostrándole con una sola mirada todo el inmenso amor que a pesar de tantos años aún sentía por ella. Y yo, yo los amaba, a ambos, mi madre, Samantha, no era una mala mujer, siempre había sido buena y cariñosa conmigo, nuestras peleas comenzaron desde que Nicholas entró a mi vida, pero aún así, sabía que siempre podría contar con ella sin importar las circunstancias.
Por otro lado mi padre, Armand, era un hombre reservado que rozaba los cincuenta, bien portado y educado, dueño de un banco, que por lo tanto, nos hacía tener un buen nivel de vida. Por esa razón ambos insistían en que debía elegir muy bien a mi futuro esposo, para ellos tenía que ser un hombre con buena posición social, elegante, de buena familia y rico, muy rico. Todo lo contrario a lo que Nicholas era.Entendía que ellos sólo querían mi bienestar y asegurar mi futuro. Lo comprendía a la perfección, de verdad que lo hacía; yo misma buscaría la felicidad de mis hijos en unos cuantos años y me aseguraría de que estuvieran bien, pero ahora mi felicidad era Nicholas y así iba a ser siempre.
—Cariño, escuché que alguien compró la mansión de la colina, ¿es eso cierto? —preguntó mi madre con evidente curiosidad.
—Así es, Samantha —respondió mi padre con una sonrisa al notar el entusiasmo de mamá.
—Ayer por la tarde pude ver su carruaje —dije mientras llevaba fruta a mi boca. Mi madre se inclinó hacia al frente, esperando expectante lo que yo iba a decir.
—¿De verdad? —Su interés era tan obvio.
—Sí, madre. Debe de ser muy rico, su carruaje era lujoso y sus caballos preciosos, pura sangre. —Murmuré recordando lo bellos que eran.
—Lo es, para que haya comprado esa mansión —murmuró ausente mi madre, y juro que pude escuchar a su cerebro trabajar, más omití aquel presentimiento.
—Tal vez lo visite —añadió mi padre—, para presentarme.
—¿Conoces al dueño? ¿Sabes quién es? —Lo cuestionó mi madre eufórica.
—Sólo sé que es un caballero que viene desde Rumanía, poseedor de una gran riqueza. —Abrí la boca sorprendida por su respuesta.
¿Qué tiene que venir hacer un hombre de Rumanía aquí, a este pueblo? Me resultaba sumamente extraño. Aquí no había muchas oportunidades, al menos no tantas como en aquel lugar mágico que algún día deseaba visitar. Aunque probablemente tenía familia y heredó aquella propiedad o qué sé ya. La verdad no me interesaba.
—Suena interesante —dijo mi madre sonriendo y podía ver muy claramente a donde estaban tomando rumbo sus pensamientos.
Negué y terminé el desayuno con prisa.
Al terminar despedí a mi padre en la puerta y me senté en la sala para leer un buen libro. Mi madre se la pasó revoloteando por toda la casa, cambiando muebles o colocando cortinas diferentes, sólo la observaba de tanto en tanto, mientras el tiempo se me pasaba volando.
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Enamórate de mí ©
VampiriLuciana había encontrado al que pensó sería el hombre con el que pasaría el resto de su vida. Sin embargo, sus padres no piensan de la misma manera, y con la llegada de un extraño hombre misterioso al pueblo su vida se complica aún más y se ve siend...