Marinette Dupain-Cheng es una joven universitaria que tiene la vida perfecta, hasta que presencia algo que nunca debió ver y le desgarró el corazón.
Tres palabras, novio y amiga.
Ella debe seguir una guía con pasos para sacar a ese hombre de su ment...
— Mari… ¿Falta mucho?— preguntó el rubio en un quejido.
— Ya terminé.— la azabache se separó del Agreste, se acercó al escritorio y anotó sus medidas.
Después de su graduación, Marinette comenzó a trabajar con Gabriel y su hijo.
El joven logró hacer las paces con su progenitor y ahora volvía a trabajar de modelo para su compañía, claro, se atrasó con sus estudios debido a su falsa paternidad, así que aún debía prepararse para algún día tomar el mando de la empresa.
— Perdón por molestarte.— dijo el ojiverde acercándose a ella— Se que resulta molesto que mis medidas cambien.
— Eres modelo, es lo normal.— respondió ella— Tu vestuario es el único que falta por confeccionar.
La euroasiática había ido a la mansión Agreste para tomarle las medidas al rubio, ya que pronto habría un desfile para presentar la marca de invierno de Gabriel's.
Ya que la azabache lo perdonó, ahora eran muy buenos amigos, y el modelo logró olvidar el amor que sentía por ella, se sentían cómodos el uno con el otro.
— Ya me tengo que ir, mis chicos me esperan.— la ojizarca guardó la libreta y su cinta métrica en su bolso.— Nos vemos el lunes.
— Hasta el lunes, Mari.
El Agreste la acompañó hasta la puerta y le pidió al guardaespaldas que la llevara a su casa, ella aceptó.
No tardó mucho en llegar, ella se despidió del guardaespaldas, y entró a su casa, vio a su pareja sentada en el sofá de la sala junto a su hija, la pequeña de casi dos años, al verla, corrió hacia ella para saludarla.
— ¡Mami!
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Marinette cargó a su hija y besó sus mejillas rosadas.
— Hola cariño ¿Cómo pasaste el día con tu padre?— ella se acercó a su pareja para saludarlo con un beso en los labios— Hola mi amor.
— ¡Fue asomboso!— exclamó la menor con entusiasmo extendiendo los brazos al aire.
— Ella quería aprender a tocar la guitarra, y le compré una de juguete.— musito el pelinegro rodeando la cintura de la azabache— Que bueno que llegas, necesitas probar algo.
— ¿Qué cosa?— inquirió la diseñadora bajando a su unigénita, la menor agarró su mano y la guió hasta la cocina.
— Papi y yo hicimo patel de fesa ¡Tu favodito!— la pequeña pelinegra le entregó a su madre un tenedor mientras que su padre le daba un plato con un trozo de pastel.
— A ver...— ella tomó un trozo y lo probó— ¡Está delicioso!
— ¡Sabía que te gutadia!— la niña extendió los brazos, pidiéndole a su madre que la cargara, la azabache lo hizo y la sentó en su regazo— Apendi de mis abelitos.