Capitulo 3: Ojos azules.

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—Una cerveza, preciosa —el guiñó que me lanza, hace que me den ganas de vomitar.

Evito rodar los ojos, pero es jodidamente difícil. Mas con este tipo de clientes.

—¿Y usted? —le pregunto al otro señor regordete.

—También.

Lo anoto rápidamente en mi libreta.

—Enseguida se las traigo —murmuró malhumorada.

Camino hacia la barra en la cual se encuentra Tex, mi compañero de trabajo.

—Dos cervezas, ricitos. —le pido.

Se preguntaran ¿por que "ricitos"? Fácil, por su cabellera castaña ondulada. Aún que no sean rizos como tal pero estoy seguro que le quedarían muy bien unos rizos. El entro dos semanas después de que yo entrara a este bar, por lo cual los dos eramos un desastre. Pero con el paso del tiempo fuimos aprendiendo y haciéndonos amigos, buenos amigos.

¡Te lo follaste!

No, no. El tiene novia.

No te creo.

Pues no me importa.

—A la orden, K —las deja encima de la barra y luego las destapa—, y deja de decirme ese estúpido apodo.

Sostengo las botellas de cerveza en mis manos.

—Jamas —le sonrió juguetonamente.

Cuando paso por una mesa llena de borrachos los silbidos y los comentarios asquerosos no se hacen esperar. Todo gracias al maldito uniforme, que consistía en una falda muy corta de cuero negro, en un top de tirantes del mismo color con un escote...

Que ni les cuento. Les dejo sus cervezas a los señores bufando cuando me doy cuenta de como me miran los pechos.

Estúpidos, asquerosos, malditos ¡Agh!

—Solo respira profundo —pronuncia cuando llego a el—, y no mates a ningun cliente-finaliza riendo.

—Lo intentare.

Tomo asiento atándome el cabello al sentir calor. Enarco una ceja cuando me da un shot. El también tiene uno.

—Tómatelo, yo invitó —cuando lo tengo en mis manos, dice—: Salud, K.

—Salud.

La noche pasa súper rápida, a mi parecer. No hubo muchos clientes jodones como les decimos nosotros, pocos para ser sábado. Cuelgo mi bolso en mi hombro derecho esperando a que Tex termine de cerrar.

—¿Que harás hoy? —pregunta incorporándose mientras guarda la llave.

—Mmm —lo pienso, pero finalmente digo—: nada.

El finge sorpresa.

—¡Oh, por dios! Esto debe ser un milagro del cielo —se cubre la boca—, Kayle Wilson sin planes un sábado ¡Sábado!

Ruedo los ojos con fastidio.

—No exageres, Tex.

—¿Ya desechaste a todos tus follamigos? ¿O ya te robaron el corazón? —pregunta burlón.

Niego con la cabeza.

—Ninguna. Simplemente no tengo con quien salir hoy —hago un mohín.

El se hace al ofendido.

—¿Yo que? Ninguna amiga mía se queda sin peda un jodido sábado —hala de mi brazo en dirección a su coche—. ¡Nos vamos a divertir!

—Pero tengo que irme a cambiar ¿Y Beth? —exclame.

El último suspiró.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora