Capítulo 9: La llegada.

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Dicen que volverse una persona fría es lo único que nos puede salvar de sentir dolor.

—Desconocido.

***

Ryan Clark

Después de un largo viaje en el que se había negado a decir una sola palabra, nos encontrábamos en su casa. Yo estaba tratando de localizar a un amigo mio, y ella estaba encerrada en el cuarto de baño, en el cual ya se había tardado demasiado.

Después de veinte llamadas, Axel contestó.

—¿Que quieres? —inquirió agitado, los gemidos de una mujer se escuchaban al otro lado.

El simple echo de imaginar que no me contestaba las putas llamadas por andar follando como un conejo me hizo enfurecer más.

Óyeme bien, por que no lo voy a repetir —dije entre dientes—. Vas a pedir un taxi y mandaras a la chica que tienes a tu lado a su casa. Y harás lo siguie...

—Pero me lo estoy pasando bien, jefe —me interrumpió.

Hijo de la fregada...

¡Me importa una mierda! —grité furioso contra el teléfono—, Vas a hacer lo que te estoy diciendo ¿oíste? Y si algo sale mal —hice una pausa, y añadí—, date por muerto.

Puede escuchar el sonido que hizo al tragar.

—Si, jefe.

Me halé el cabello frustrado.

—Quiero que encuentres a Caden Roan y lo lleves a la bodega. Sin falló alguno —ordené con frialdad—. Tiene un hermano gemelo, no te confundas.

—Entendido —colgó.

Guarde mi móvil en mi bolsillo y camine hacia el baño, preocupado por el que no haya salido. Entre buscándola con la mirada, y la encuentre en un rincón de la ducha como si se escondiera de alguien, abrazando sus piernas y con la cabeza escondida en estás, el agua fría cayendo por su cuerpo. Le llame por su nombre mientras me acercaba con cuidado, cuando ella alza la mirada siento que me duele el corazón al ver todo lo que trasmite está misma, de inmediato me agachó a su lado abrazándola.

—¡No me toques! —me empuja con algo de fuerza—. No me toques, no me toques..

Mis ojos se aguan al ver su estado, puedo ver como le tiembla el cuerpo.

—Soy yo, Ryan —le hablé entre susurros con miedo a asustarla.

—No me hagas daño —suplica pero sin verme a mi, es como si su mente estuviera en otro lugar.

—Kayleee...

Intente acercarme una vez más pero me aleja de nuevo, esta vez sus ojos conectan con los míos.

—¡¡Estoy sucia, no!! —se mira las manos con desprecio—. ¡Aléjate!

—No me alejaré, déjame estar a tu lado.

Intento otra vez pero fallo una vez más.

—¡¡No!! —grito—. ¡¡¿No vez que estoy podrida?!! —en su voz puedo notar el dolor—. ¡¡¿No te doy asco?!!

—Tu jamás me darías asco, nena.

—No me toques —susurra.

El pecho se me oprime ante su rechazó. Cierro la llave y voy en busca de una toalla para cubrirla, me agachó con ella en la mano.

El último suspiró.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora