Capitulo 4: Alexandra

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Un día estas soñando sin poder despertar y al otro estas repleto de oscuridad.

Desconocido.

* * *

Paseo por toda mi habitación tratando de calmar mis ansias por consumir. El dolor de cabeza me ataca empeorando mi mal humor, tomo mis auriculares con esperanza de que un poco de música me distraiga. Coloco una canción al azar cerrando los ojos. Y espero pacientemente, poder olvidarme de ese polvo blanco que ha estado tentándome.

Chinga su madre...

Lanzo mi móvil en un rincón del cuarto sin importarme en dañarlo. Levanto un poco el colchón para meter la mano debajo, tantear por este mismo y sacar la pequeña bolsita. Esparzo el contenido en el escritorio color negro que tengo en una esquina, tomo una tarjeta y hago unas lineas.

Acerco la nariz e inhaló. Voy sorbiendo por la nariz varias veces. Una risa amarga brota desde lo mas profundo de mi garganta, al darme cuenta en la mierda en la que me estoy convirtiendo. Mi mirada recae en la cómoda donde encima descansa un sobre blanco, de inmediato mis ojos se humedecen. Aprieto los dedos de las manos contra mis ojos, negándome a llorar.

El sonido que hace la puerta cuando golpea contra la pared me hace sobresaltar. Resoplo cuando veo a Diane, mi madre.

—¡¿Se puede saber donde diablos estabas anoche?! —grita histérica, señalándome.

—Por ahí —me encojo de hombros, sin estar dispuesta a darle detalles de una mierda sobre mi vida.

—¿Por ahí? —habla lentamente, luego su mirada se queda fija en mis ojos, añade—: ¡Te dije que no quería verte seguir consumiendo esas porquerías!

Ruedo los ojos con fastidio.

—Y te recuerdo que no lo vez cuando lo hago —señaló lo obvio.

Se acerca velozmente hacia mi. Se nariz roza la mía, y hago una mueca de desagrado alejándome de ella pero me hala bruscamente del brazo y eso me enfurece.

—No me toques, madre —la miro fríamente y de inmediato me suelta.

—Escúchame bien, Kaylee, por que no lo repetiré. No quiero que sigas consumiendo esa cosa, y también quiero que respetes la casa. Por que no puedes llegar a la hora que se te de la gana, esto no es un Hotel —advierte furiosa.

¡Ja!

—¿Y si no lo hago, que? —le reto demostrándole que no le tengo miedo.

—Te vas de esta casa.

Una sonora carcajada sale de mi, luego mi rostro se vuelve serio de nuevo. Y ahora soy yo la que se acerca.

—Y una mierda, Diane —niego—, te recuerdo que esta casa es mía, me la dejo mi padre. Y entro cuando a mi se me pegue la puta gana. Si no te gusta, la puerta es muy grande.

—Que decepcionado estaría tu padre al ver en lo que te convertiste, Alexandra.

Solo basta eso para hacerme estallar. La tomo del brazo sacándola de la habitación.

—Pues es una lastima que no este vivo para verlo —le sonrió con inocencia—, ahora ¡Vete! —grito lo ultimo cerrándole la puerta en la cara.

Escucho como maldice alejándose del pasillo. Me tiro en mi suave cama tratando de relajarme. Respiro profundo y luego dejo el aire salir lentamente, cierro los ojos perdiéndome en mis propios pensamientos. Gruño molesta cuando comienzo a sudar, decidida me incorporo tomando una toalla dispuesta a ir a bañarme.

El último suspiró.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora