Cuándo dicen qué no eliges de quién te enamoras, es cierto.
Y lo habías comprobado de la peor manera, te lo negaste muchas veces pero esa tarde en que ambos coincidieron y se miraban a los ojos mientras reían, no pudiste seguir mintiendote.
Te gustaba Kim Taehyung.
¿El problema?
Era el novio de una de tus amigas más cercanas.
Te sentías horrible contigo misma, pero ignorar tus sentimientos te hacia sentir aún peor, al principio pensaste que le tenías cariño por lo feliz que hacía a Hye, además de armonizar en en muchos aspectos lo que hizo qué vuestra relación de "amistad" fluyera muy naturalmente, sabías que no era sólo atracción física de lo contrario habrías caído por él, el mismo día que tu amiga muy entusiasta te presentaba al chico que se había encargado de tenerla radiante durante los últimos meses.
Lo que no significaba que no fuera lo más cercano a un dios griego que habías conocido.
EL cabron era perfecto.
Evitabas cualquier cosa que tuviera que ver con Taehyung, lo que era difícil porque a Hye le encantaba llevarlo a todos lados, te decías y convencias que estaban muy enamorados como terapia de shock para que tu tonto corazón te ayudara a olvidar esos sentimientos que nunca debieron llegar en primer lugar.
Pero no podías evitar mirarlos y no desear estar en el lugar de tu amiga viendo como la miraba embobado, tan embobado que hacía parecer que no había nada a su alrededor.
Una mirada que nunca sería para ti.
Entendías muy bien eso, sin embargo también entendías que a pesar de todos tus intentos no querías dejar de sentir lo que sentías, era una sensación agridulce, pero al final del día te dijiste que si nadie se enteraba podrías vivir con la culpa hasta que tu corazón porfin lograra entender que nunca estarías entre sus brazos.
Había alguien que ya lo sabía.
Claro que eso era algo que desconocías totalmente.
Pasado un tiempo de cierta forma habías logrado llevar una vida funcional en la que Kim Taehyung no era nada para ti, sólo alguien con el que interactuabas casualmente, sin embargo cuando estabas en la soledad de casa sentías un vacío dentro de ti.
Te sentías falsa.
Te sentías mentirosa.
Te sentías miserable.
Y en una de esas tardes en las que no podías sacar al pelicastaño de tu cabeza, el sonido de tu móvil te hizo volver a la realidad de golpe.
Y fue como un balde de agua fría, a pesar de no haber hecho nada te sentiste atrapada al ver al remitente de la llamada.
Hye llamando...
— ¿Hola? — respondiste tratando de imitar una voz somnolienta.
— Lo siento tía, ¿te desperté de tu siesta de media tarde? — te dijo con una carcajada.
— Ya sabes que no me la puedo saltar, esta en contra mis ideales ¿ha pasado algo?
— ¿Qué acaso no puedo llamar a mi amiga solo porque si?
— Venga que no cuela, odias hablar por teléfono.
— Vale si, es solo que nose, fuiste a la primera que se me ocurrió llamar.
