Capítulo 3.

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Frunció el ceño y llevo mí mano a mí cabeza al sentir un espantoso dolor, abro mis ojos de golpe haciendo un lado el dolor al sentir que estoy acostada en algo suave.

Me incorporo y miró la habitación en la que me encuentro.

Cortinas azules, una estantería con libros. Todo es azul y negro eso quiere decir que es de un hombre.

¿Qué hago aquí?

Escucho pasos aproximándose, me acuesto haciéndome la dormida. Oigo que la puerta se abre despacio y tranquilizo mi respiración.

Alguien se sienta a mí lado.

—Eres tan hermosa — Susurra la voz de un hombre y siento como su mano acaricia mi mejilla.

Me quedo en silencio para ver qué hace este secuestrador.

Siento una respiración cerca de mí rostro, abro los ojos y veo que está por besarme rápidamente levanto mí mano y la estampo en su cara.

—Joder — se queja y se parta de mí.

—¿¡Que ibas a hacer pervertido!?— me siento en la cama mirándolo enojada.

—Iba a...Que sexy te ves enojada — dice un chico de cabello castaño y ojos grises sonriendo.

Tomó la primera almohada que veo y se la lanzó, le da en su cabeza.

—Que agresiva, mí amor.

—¡No soy tu mí amor! — gruño y me pongo de pie.

Bajo la mirada al sentir un viento en mis piernas. Llevo puesto una remera larga azul de hombre y me palmeo el cuerpo para ver si estoy desnuda, suelto un suspiro de alivio.

No estoy desnuda.

—Puedes decirme, ¿Qué hago acá? ¿Dónde están mis amigas? ¿Y por qué tengo puesta una remera de hombre?

—Alto, contestare todas tus preguntas.

—Te escucho pervertido. — me cruzo de brazos y su mirada viaja a mis pechos —. Mis ojos están arriba.

—Voy hacer lo más claro posible, estas aquí porque eres mi mate y la de mis hermanos, tus amigas están con sus parejas y llevas puesta esa remera porque estaba mojada tu ropa ya que te encontramos cerca del río Allen — levanta sus manos — mi hermana te cambio, no me dejo tocarte...Aunque mire un poco, solo un poco.

Tomó otra almohada y se la lanzó, la esquiva con una facilidad que me deja sorprendida por un momento.

—Si quieres puedo traerte ropa de ella para que no andes con mi remera todo el día, no digo que te queda mal — muerde su labio el muy descarado — te ves muy sexy, que afortunado soy de tenerte como pareja — lo último se dice así mismo.

—No somos pareja y acepto tu oferta.

—Eso ya lo veremos — me guiña un ojo — espérame un momento acá, no salgas — me ordena antes de irse por la puerta que entró.

Miró indecisa la puerta.

¿Salgo o me quedo?

A mí nadie me ordena.

Abro la puerta despacio y asomo mi cabeza, miro para ambos lados y como no veo a nadie salgo. Frente mío hay un barandal, me asomo para observar si hay alguien abajo y bajó las escaleras.

Escucho risas de hombres y una mujer retándolos.

Llego al final de las escaleras y me doy cuenta que estoy en la sala, en el medio de la habitación hay una mesa de vidrio y un sillón negro largo, y dos mas pequeños.

Camino hasta donde provienen las risas por curiosidad.

—Eres un idiota, Federico.

—Y tu una enana — le contestó divertido el hombre, se escucha un golpe y la risa de los demás.

Hay tres hombres dándome la espalda y una mujer rubia sentada en la alacena, la mirada de ella se dirige a mí y me observa con un brillo en los ojos.

Parece que los hombres se dan cuenta que su hermana está mirando algo detrás suyo por que los tres en sincronía se giran y se quedan paralizados al verme.

Me repasan con la mirada y yo hago lo mismo. Ojos grises, cabellos castaños, rostros envidiables y se nota que se ejercitan.

—Te dije que te quedaras en el cuarto — el pervertido dice apareciendo a mi lado.

—Tú, a mí no me mandas.

Lo miró con una ceja alzada y tomó la ropa que me tiende.

—¡Si! ¡Mis plegarias fueron escuchadas! Al fin alguien va a domar a estas bestias — habla la chica riéndose y se acerca a mi — Hola bonita, soy Analía Mansilla.

Tomo su mano.

—Alison.

—¿Solo Alison?

—Solo Alison.

—Me agradas, yo me tengo que ir a ver a mi pareja así que no la espanten y tu ponlos en su lugar.

—¡Analía! — se quejan como niños pequeños.

Reprimo una sonrisa.

—Analía nada ¿Qué hacen aquí sentados? prepárenle algo de comer, debe tener hambre — da un pequeño aplauso haciendo que sus hermanos reaccionen.

—¿Qué te gustaría comer? — uno de los que estaba sentado me pregunta, me encojo de hombros — Por cierto, soy Andrés. El chef de la casa y estoy para servirte.

—Yo soy Federico, me alegra que estés aquí. — toma mi mano y deja un beso en ella.

Asiento.

—A mi ya me conoces, soy Maiden.

—Pervertido te queda mejor.

—¿Pervertido?

—¿Ahora que hiciste Maiden? — Analía le estira la oreja.

—Auch.....Solo quise besarla ¿Qué está mal?

—Si, acabas de encontrarla y ya quieres espantarla.

—Perdón.

—Cuando mamá se entere — susurra y camina hasta mí — cualquier cosa me avisas, yo vivo al lado. — besa mi mejilla a modo de despedida.

—Está bien. — sonríe y se va lanzando un beso a sus hermanos.

—Ve a cambiarte mientras Andrés te cocina algo. Soy Nicolás — dice mirándome con una intensidad.

Asiento.

Me doy media vuelta sintiendo sus miradas en mí.

Me apoyo de la escalera y suelto un suspiro tratando de calmar a mí corazón, desde que los vi empezó a latir con una increíble rapidez. 

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AlisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora