Sin Secretos ᴼᵐᵉᵍᵃᵛᵉʳˢᵉ |Yoonmin • Namjin • Taekook|

14

«Aún no es un Alpha maduro y tú eres demasiado joven para cargar con las consecuencias. »

—Min Yoongi

Namjoon

Las rodillas contra el suelo, mis manos sobre las suyas, las lágrimas impregnando mi piel y mi corazón latiendo dolorosamente dentro de mi pecho.

Ni siquiera sabía que era lo que tenía que sentir, si felicidad o miedo, si debería estar emocionado o preocupado.

No había manera de poner mis sentimientos en orden, no cuando el remordimiento de haber dejado a Seokjin seguía atacándome.

—Soy un completo idiota... —No pensaba en mí como un idiota por mi debilidad y llanto ante él, sino, porque lo único que realmente hacia que me viese como un idiota fue al dejarme llevar por mi enojo y terminar en una discusión.

Una discusión que había sido demasiado absurda.

Si ya sospechaba de su embarazo, debí haberlo dicho, pero no lo hice.

El montón de sentimientos que yacían desde mi interior me confundían y frustraban tanto, que no sabía que postura debía retomar para afrontar la situación.

—No llores... —La suave, pero profunda voz de mi Omega me hizo levantar la cabeza. Lo miré por un segundo, soportando el nudo en mi garganta y aguantando las lágrimas que me dificultaban la visión.

Seokjin mantuvo la mirada sobre el techo, con sus ojos perdidos y mente débilmente desorientada. Mi corazón palpitó adolorido al verlo de esa manera.

En cuanto se percató de donde se encontraba, buscó con el tacto mis manos.

—Hospital... —A penas y logró formular.

—Jinnie... —Mi voz se quebró al instante—. Lo siento... —dije, al fin, recargando mi cabeza en sus piernas y abrazándolo sin apartarme de él ni un poquito.

—Lo siento... —Su voz sonó apagada, llena de culpa al igual que la mía—, por no... querer aceptarlo.

—¿Por qué lo hiciste? Simplemente... lo seguiste negando. —Levanté la mirada, esperando aquello que me tenía demasiado inquieto.

Sus manos apretaron las mías, mordió su labio inferior y cerró los ojos, dejando caer pequeñas gotas saladas que pronto cayeron desde sus mejillas hasta su cuello.

—¿Cariño...?

—Él... —dijo, llevando una mano hacia su vientre—... se encuentra bien. ¿Entonces, por qué me siento así? —soltó, acompañado de un triste llanto—. Es solo que... e-estoy asustado. —Me miró, haciendo que terminara derramando lágrimas al igual que él.

—¡Pero no estás solo! Yo... estoy aquí —dije, poniendo ambas manos sobre la suya.

El calló por un momento, y poniendo atención a mis palabras, dejó de sollozar.

—Estaré aquí por siempre y para siempre. Yo seré quien los protegerá —dije, sintiendo el amargo sabor a lágrimas tocar mis labios.

—Pero... el grupo.

—Tendrá que esperar. Lo único que me importa eres tú.

—Los chicos...

—Ellos lo entenderán, lo sé...