Sin Secretos ᴼᵐᵉᵍᵃᵛᵉʳˢᵉ |Yoonmin • Namjin • Taekook|

20

Jimin

—Hyung, me lastimas.

No contestó, en su lugar solo siguió caminando.

—¡Detente, me lastimas! —Jalé mi mano con fuerza y me alejé de él—. ¡¿Qué sucede contigo como para que me aprietes así?!

—Nada, nada —dijo, deteniéndose—. Mejor hay que seguir por el camino...

Yoongi miró a su alrededor.

—¿Ves? Por andar con tus tonterías ya nos perdimos —acusó, señalando de donde veníamos.

—¡Sí, ahora resulta que es mi culpa! —Yoongi rodó los ojos, y cruzándose de brazos se recargó en un árbol—. Hay que regresar al lago, si esperamos ahí, los chicos vendrán a buscarnos —propuse, caminando hacia el lugar.

—No vamos a volver allí. —Me tomó del brazo y me trajo de regreso.

Esto parecía más a un berrinche de un niño; de uno muy terco.

—¿Qué? ¿Por qué no? Es lo más lógico que...

—Solo quieres regresar para ver a ese tipo.

—¿Pero, qué...? No, por supuesto que no. ¿Por qué dices algo tan absurdo en momentos como estos? —Mis quejas solo provocaron que Yoongi siguiera sin escucharme.

—Llamaré a los chicos —dijo, de inmediato, comenzando a buscar su celular—. Mierda.

—¿Qué?

—Dejé mi celular, ¿el tuyo? ¿Lo traes contigo?

Asentí. Lo saqué de mi bolsillo y se lo mostré.

—No enciende.

—Hyung... Hay que encontrar el camino de regreso. —Mis nervios no eran para nada discretos, estaba realmente asustado.

—Eso haremos. —dijo, mirando a nuestro alrededor—. Mantente tranquilo, todo estará bien.

Asentí. Mirándolo a los ojos, tratando de confiar en que regresaríamos sin ningún problema, pero a la vez muy asustado por los calambres en mi vientre que me hacían contraerme.

—Sí. —Apreté los labios, sosteniéndome de un árbol y respirando con fuerza.

(...)

El camino se sentía cada vez más extenso, pensé que a este paso nunca saldríamos del espeso bosque y que la noche empeoraría las cosas.

No solo ese era el problema, pues para variar el efecto de los inhibidores comenzaba a pasar y el dolor, sudor y lubricación empezaban a incomodarme demasiado.

Yoongi se mantuvo demasiado firme durante el trayecto, a pesar de que era seguro que mi olor le incomodaba, nunca se volteó hacia mí o me preguntó algo.

Pero eso no me ayudaba para nada. Su silencio e indiferencia ante el hecho de que estuviera en celo me inquietaba demasiado y sentía que ya no podría seguir avanzando, que caería al suelo por el dolor.