C a p i t u l o 34

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—No quiero regresar —habló, viendo la ciudad desde la ventana

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—No quiero regresar —habló, viendo la ciudad desde la ventana.

Hoy es nuestro último día en esta ciudad, después de dos semanas —que pasaron en un abrir y cerrar de ojos— volveremos a California.

Y podre tener a Erik en mis brazos, otra vez.

¿Te había dicho que el embarazo te volvió una débil y sensible? ¿desde cuándo extrañas a las personas? ¡Tú las odias!

—Yo tampoco, el sexo es fantástico cuando no hay cierto niño pelirrojo interrumpiéndonos cada cinco minutos. ¿será que nos odia? ¿es posible que nuestro propio hijo nos odie?

Probablemente...

—Tú solo piensas en sexo —me rio— ¿es en lo único que piensas?, muchos hijos odian a sus padres, quizás el nuestro no es la excepción.

—No, cariño. También estoy pensando en darles a Elizabeth y Adrián nuestro hijo. —vaya, vaya, solo se quedó con la parte del sexo, que conveniente— Parece que los quiere más a ellos que a nosotros. Apuesto a que a ellos si los deja tener sexo.

Jejeje.

Eso no es lo que nos ha contado la buena de Abby.

—Eres un exagerado.

—Erik odia a todo mundo, menos a ellos, ¿Cómo es posible que no odie a Adrián? ¡él odia a Max! ¡su verdadero tío!—me mira, me encojo de hombros— es idéntico a ti.

—En algo se tenía que parecer a mi —él ríe— es idéntico a ti, a excepción del odio hacia las personas.

Hola mi amor —sonrió, viendo al pequeño pelirrojo en brazos de Elizabeth.

—¿Ma-má? —balbucea un poco. Mis ojos se cristalizan.

Te dije que te habías vuelto una sensible.

—¿Estas llorando? —la pelirroja empieza a reírse, mientras yo niego, desenfrenadamente.

—¡No! ¡No estoy llorando! —ella me mira, mientras se aguanta las ganas de reír — es solo que... extraño mucho a Erik.

—¿Solo a Erik? —ella pregunta, asiento sin poder evitar reír, ella me mira indignada, suelto una carcajada— Y él te extraña a ti, ¿sabes que tienes un hijo del demonio?

—Si, es hijo de Jason, gracias por recordármelo —ambas reímos— parece que Erik te adora, ¿no lo quieres?

—No, gracias —niega— no estoy preparada para cuidar una semana más —mucho menos el resto de mi vida— a alguien como Erik.

—Hablas como si Erik fuera él malo —la miro, con los ojos entrecerrados— podría ser como tú hijo, ya come solito, y apuesto a que Adrián a de querer hijos.

UACEN | Amarte es poco [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora