13. Inanis

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Un fuerte llamado retumbó en toda la cúpula celeste, las masas levantaban sus miradas a los cielos, sonrientes. El momento del forjado terrene había llegado: El Saltu. Entre cantos y palmas los terrene de todo Indicum peregrinan hacia el árbol madre, el gran samán. Árbol que se cree fue el primero del planeta, del cual nacieron los Kalivan y toda la vida en ese mundo. Único en su especie, es el árbol más grande de todo el planeta. Bajo su titánica sombra, todos los terrenes de Indicum se congregan al florear su árbol de familia, el dorado araguaney, para realizar su forjado. Sin ningún tipo de equipo, los terrenes a forjar proceden a subir el gran samán hasta su punto más alto, a kilómetros de altitud, en una peligrosa y larga travesía cuya duración puede variar desde días hasta semanas. Arriba, en lo más alto de sus copas, los victoriosos forjados deben surgir justo al anochecer donde se encontrarían cara a cara con el mismo cosmos, esperando pacientemente a que los capullos provenientes del samán, que florecen únicamente al caer la noche, se abran lentamente para recibir al casi etéreo polvo estelar que cae dentro de ellos. Mezclándose con el ámbar del árbol, se solidifica así la piedra de los terrenes: La Labradorita. Los recién forjados pasan a tomar su piedra, agradeciéndole profundamente al árbol madre y al cosmos, y comienzan el arduo descenso donde son esperados en tierra para llevar a cabo una gran celebración. Borevit se encontraba tomando un refrigerio en una cabaña suspendida a la mitad de una gigantesca ceiba junto a Nerea, observando a varios de sus estandartes terrenes asistir a su forjado. "...Y pensar que querían prohibir esto..." Murmuraba, mientras Nerea movía un poco sus orejas. "¿Dónde está lo malo?" Preguntaba, "Sólo veo a Kalivans disfrutando, siendo uno con la madre y el universo... ¿Dónde está aquello que debe reprimirse?" Continuaba preguntándose Borevit, mientras Nerea sólo observaba la algarabía a la distancia, para luego apoyar su cabeza en el hombro del Quasar. "Temo que sea el simple hecho de celebrar." Musitaba. "¿Pero por qué no tenemos derecho a eso? ¿Que hemos hecho mal para que nos digan que nuestra especie debe pagar unos pecados que no cometimos?" Reprochaba, mientras Borevit fruncia el ceño y rodeaba a su amada con uno de sus brazos, otorgando un momento de silencio que sólo era acompañado por los cánticos terrenes y el bullicio selvático.

Una multitud se aglomeraba, presenciando un acto que se había vuelto sombríamente cotidiano. Algunos Kalivan alejaban a los jóvenes, otros quedaban petrificados, con miradas que preferían reparar en el suelo que en el evento. El sonido hacía eco en la plaza del mercado de Celestina, donde un erkiengill le propinaba incesantes latigazos a Gellen, quien se hallaba con las manos encadenadas a un bajo poste en el suelo, de rodillas, plasmando impacto en los rostros de los testigos al no emitir quejido alguno ante la reprimenda. "¡Eso te enseñará a seguir las órdenes de tus superiores! ¡La adoración de todo lo que no esté relacionado al señor es un acto que se reprime con penitencia, junto a la desobediencia a su palabra! Le gritaba el erkiengill fúricamente, al enterarse de que Gellen se había negado a arrestar a una familia que tenía en su morada un pequeño altar cósmico. La sangre salpicaba en el blanquecino concreto, mientras Gellen no podía hacer más que tensar la mandíbula. "Ya es suficiente, Sariel." Le ordenaba otro erkiengill, mientras posaba su mano en el látigo. "Ya debió haber aprendido su lección, de seguro se encuentra entregándose al señor." Concluyó, mientras el otro erkiengill resoplaba y se retiraban sin siquiera dar un último vistazo a Gellen, quien yacía gruñendo mientras su sangre y sudor goteaban al caliente suelo, secándose.

El oleaje se escuchaba a la distancia, mientras el viento fresco ingresaba a la guarida. "Estás segura de que esas son las coordenadas?" Le preguntaba Plutus a Godeleva, mientras examinaba el artefacto holoenergético con la ubicación de la burbuja atemporal donde presuntamente se halla resguardado el poder. "¿Cuándo te he dado coordenadas erróneas? Bájale a tus niveladores de presión, elfo." Contestaba la mercenaria, de brazos cruzados y una mueca sonriente en el rostro. "Esta pudiese ser nuestra misión más grande hasta ahora, realmente no sabemos qué nos espera en esa burbuja. Probablemente ese poder este custodiado." Reflexionaba Plutus. "Sería lo más lógico, después de todo es el poder más irresistible del universo." Agregaba Oto mientras exhalaba un brillante humo azul cielo. "El estar en la burbuja atemporal le da una protección enorme, pero si el ente que resguardó el poder en ese lugar estaba al tanto de que dicha burbuja no permanecería indefinidamente en el inanis, sino que saltaría a dimensiones donde pudiese ser accedida, entonces debió colocarle algún tipo de seguridad extra." Explicaba Eris, mientras observaba sus platillos de comida. "¿No vas a comer? Por lo general ni siquiera esperas a que termine de colocar el plato en la mesa y ya lo estás engullendo como un yaxaaska." Le comentaba Yinkong mientras posaba su enorme mano en la frente de la princesa, asegurándose de que no estuviera padeciendo algún mal. "Perdón Yin... cuando estoy nerviosa pierdo el apetito." Decía, mientras todos observaban con mirada desorbitada. "Jamás pensé estar vivo para escucharte decir algo así." Dijo Oto entre risas, ganándose un empujón de parte de Eris. "Lo único seguro es que la física es diferente dentro de la burbuja, así que hay que estar preparados." Explicaba Godeleva, cargando el ambiente. "Sí, es sabido que la física cambia en todas partes del cosmos, la física de este sistema solar no es la misma que en otro a siete galaxias de distancia. Pero con el inanis es... distinto." Decía, mientras sus cuatro ojos paseaban por el artefacto, brillando como el rubí. "Pudiese no ser distinta a la física del lugar en el que se encuentre la burbuja, como pudiese mantenerse la física del inanis dentro... Eso es algo que no sabemos, por lo que habría que estar preparados ante todo." Comentaba Yinkong, con el equipo asintiendo silenciosamente a su alrededor. "¿Cuánto tiempo tenemos?" Le pregunta Plutus a Godeleva. "Varias flotas se hallan preparando para zarpar, incluso aquí en Umanga. Tal parece que la noticia se esparció como una supernova." El elfo frunció el ceño. "Los quiero en el puerto al anochecer, zarparemos hoy mismo. Godeleva, vendrás con nosotros." Comandaba Plutus, mientras al unísono todos se preparaban para el robo mas importante de sus vidas.

Eris: La Reina de ÓpaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora