Los padres de Gellen estuvieron contentos de recibir la noticia, a pesar de que el resto de su familia se negara rotundamente. "¡¿Cómo va a romper la tradición?!" Decía una de las hermanas de Fubuki, mientras tomaban té de strobus en la cálida sala común del clan. "Eira, sabes muy bien que Gellen tiene otras visiones, aun así, ha aprendido todo lo básico que necesita saber sobre la mina y la forja." Le decía Fubuki, mientras bajaba su taza a la mesa. "Los antiguos están muy decepcionados y lo sabes. ¡Cada siete generaciones en las que ha nacido un albino, no han traído sino problemas!" Le respondió Eira, cuando de un fuerte golpe a la mesa, Fubuki la interrumpe poniéndose de pie. "No te permito que hables así de mi hijo, Eira. Y para tu información, todos los albinos que han nacido en nuestro clan han logrado grandes cosas. Que no quieran dedicarse a lo que la mayoría quiere, no los hace renegados, ni cometen error alguno. Y sobre todo, que nazcan albinos no los hace ligados a desgracias." Eira la observaba, sin decir palabra. "Me enferma la obligación que imponen los antiguos solo para mantener un legado que no a todos nos gusta, y lo sabes." Eira seguía en silencio, volteando su mirada hacia la ventana. Fubuki lentamente volvió a sentarse y a tomar calmadamente su taza de té. "Es momento de que las cosas empiecen a cambiar, Eira. Somos un clan extremadamente numeroso, porque un pequeño porcentaje se dedique a otra cosa que no sea el extracto y refinamiento de bismuto, no colapsará el negocio." Dijo, mientras se disponía a disfrutar su té. "Prefiero que Gellen llegue a ser un excelente Laniakea, que un mal minero." Culminó Fubuki, a la vez que su hermana terminaba su té en silencio, sin saber qué decir y con demasiado orgullo como para admitir que tenía razón, entre la caída de nieve que adornaba el balcón.
Gellen se dedicó a hacer sus entregas en las mañanas hasta medio día, para luego dirigirse al dojo Delonix a entrenar e iniciarse como estandarte. Le fue entregado su uniforme, que se colocó emocionado en el acto. "Ahora si estoy listo para rebanar malakhim!-" Decía, hasta que fue interrumpido por un golpe en la nuca con la empuñadura de un bokken, proporcionado por Borevit. "Antes de si quiera pensar en correr, debes aprender a incorporarte." Le dijo, mientras le entregaba otro bokken. Gellen, con mala cara, asentía y procedía a escuchar a su maestro. "Primero debes aprender a familiarizarte con tu arma, con su peso y longitud, y ser igual de ágil con ella como si fuese una extensión de tu propio cuerpo." Le explicaba Borevit, haciendo lentos movimientos con su bokken. Gellen no tardó en ponerse al día ya que había practicado esos movimientos anteriormente sólo que con un arma distinta. Lo que sí tuvo que aprender, fue a sostenerla de manera correcta y a realizar cargas y acometidas. Pasaba numerosas tardes practicando junto con otros estandartes, para luego emprender el camino de regreso a Tundrak antes del atardecer. Cuando el entrenamiento exigía un esfuerzo especial, el dojo contaba con habitaciones para alojar a los estandartes que quisieran quedarse o a los que no tenían donde ir. Un par de veces, Gellen pasó la noche en el dojo, feliz de poder entrenar con los primeros rayos del sol a la mañana siguiente.
Un año transcurrió, y Gellen mantuvo el equilibrio prometido entre el dojo y las minas. Una mañana, temprano, cuando aún el ambiente estaba impregnado del fresco de la noche y el sol no había llegado a calentar siquiera, Borevit se le acerca a Gellen mientras éste terminaba su desayuno. "Hoy me acompañaras en una misión especial." Gellen se detuvo, observándolo con los ojos bien abiertos y la boca a desbordar de comida. "Fui solicitado en el palacio como maestro, y necesito a un estandarte para realizar los ejercicios." Le dijo Borevit, mientras los ojos de Gellen brillaban con entusiasmo a pesar de no poder mediar palabra por tener la boca llena, pero terminó de comer el doble de rápido y estuvo listo en un chasquido. "¿Y a quién va a entrenar, master Borevit? ¿A uno de los reyes?" Le preguntaba Gellen, mientras ya se encontraban camino al palacio. "No se me ha dicho todavía a quien voy a entrenar, pero lo averiguaremos al llegar." En ese instante, Gellen aumenta la velocidad, corriendo desenfrenado. "¡¿Entonces que esperamos?! ¡Vamos más rápido master Borevit! ¡Rápido! ¿Quién será? ¿No le entusiasma? ..." Decía con emoción y sin parar de hacer preguntas, mientras Borevit sólo suspiraba caminando pausadamente, a la vez que el bullicio de Gellen se hacía más distante a medida que se alejaba. Al llegar al palacio, las enormes rejas de plata de la entrada se abrieron de par en par, dándoles la bienvenida. Al llegar al lobby principal, Beltaine y Morgan los recibieron cordialmente. "Bienvenidos sean, Laniakea y aprendiz." Dijo la reina, para luego dirigirse a Borevit. "Lo convoqué porque sus conocimientos son requeridos. No hay nadie más en Celestina con su nivel de enseñanza y la persona que desea aprender es una que ya conoce." Decía, con una sonrisa cálida. Borevit tenía varias opciones en su cabeza, sin embargo, no sabría decir de quién se trataba. Al estar frente a las puertas que daban al jardín, la reina se detuvo. "No se deje engañar, Master Borevit. Como muy bien sabe, la delicadeza aparente de la Azalea no es indicativa de que su veneno no sea altamente letal." Le dijo Beltaine con la misma sonrisa, a la vez que abría las puertas para darles paso hacia el jardín. Con esas palabras, Borevit ya sabía de quien se trataba, pero Gellen todavía estaba sin idea alguna. Al salir ambos al porche se encontraron con dos figuras que se dieron vuelta apenas notaron su presencia: Elvia, y Eris.
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Eris: La Reina de Ópalo
Fiksi IlmiahEris, una flameante Kalivan oriunda del planeta Indicum en las profundidades de la galaxia Andrómeda, es forzada a aventurarse en los vastos confines del universo, buscando restaurar la paz que le fue arrebatada al reino del cual ella es heredera. P...