Varios días habían pasado desde que partieron de Koraha, yendo en curso fijo hacia a las escarpadas montañas de Tundrak. Gellen dirigía a Toruk, ya mucho más calmado que al principio puesto que nunca había tenido la oportunidad de tomar las riendas del enorme animal, a la vez que observaba como Eris cambiaba los vendajes de sus manos. "Sabes... siempre se pensó que los empyreals eran inquemables." Comentaba Gellen. "Es sólo una bonita forma de decirlo." Explicaba Eris, sin quitar la mirada de su minucioso vendado. "Somos resistentes al fuego y a las altas temperaturas, pero no somos inmunes. Hay Aerials que no pueden volar, hay aqueus urpeko que se ahogan en el agua, y aqueus azaleko que no saben nadar, hay terrenes que mueren lapidados, hay frigus que se congelan de hipotermia... y hay empyreals que se calcinan. El ser resistentes al elemento del cual nació tu raza, no quiere decir que seas inmune a ello." Declaraba Eris, justo cuando terminaba de vendar sus manos para subir la mirada hacia la de Gellen. "Nunca lo vi de esa forma... nunca tuve problemas para soportar el frío, ni pensé que me llegaría a matar si me descuido." Decía Gellen de manera muy pensativa. "Tal vez porque nunca has tenido que empujar tus límites... pero el saber esto te hace tenerle más respeto a tu elemento." Expresaba Eris, mientras le hacía una suave caricia en la mejilla. No pasó mucho antes de que una vista familiar se hiciera presente en el paisaje, unos característicos pilares de luz que se alzaban desde la tierra hacia las estrellas, brillando y reflejando a los astros reyes. "¡Al fin en casa!" Decía Eris con una sonrisa, mientras se disponían a aterrizar en una de las áreas del jardín.
Apenas tocaron tierra fueron rodeados por los Laniakea, ya en posición defensiva, cuando una voz femenina retumbo detrás de ellos. "Cálmense, guerreros, no querrán apuntar sus armas contra la princesa." Nerea aparecía entre las filas, rompiéndolas y haciendo que bajaran sus armas de golpe para luego hacer una reverencia. "¡Qué bueno verla, Master Nerea!" Expresaba Eris con una sonrisa, mientras bajaban de Toruk. "¿Y éste enorme amigo quién es?" Preguntaba Nerea, mientras acariciaba a Toruk y este la olisqueaba. "Lo compramos en Agrostis, lo necesitábamos para continuar el viaje... no sabe de la ayuda que ha sido." Le comentaba Gellen, mientras él y Eris quitaban la montura de Toruk y este corría a revolcarse en la cama de flores de lampranthus que se encontraba cerca, para la desdicha del jardinero encargado. "Miss Eris, los reyes se encuentran en el muelle, ya se les avisó de su llegada." Decía Cala, una succubus apis, antes de esfumarse. A paso constante se dirigieron al muelle, donde encontraron a Beltaine recostada en uno de los bancos que quedaban bajo la vegetación, y a Morgan, de apariencia pálida y sin energía, recostado en una silla con respaldar tomando algo de sol. "Hija, que rápido han regresado. ¿Dónde está Master Elvia?" Le preguntaba Beltaine con una voz suave, para no disturbar a Morgan, quien seguía dormido. Rápidamente, Eris se encargó de contarle con detalle todo lo que había sucedido desde que dejaron el castillo hasta el momento en el que aterrizaron en el jardín, mientras Toruk rodaba entre el follaje siendo perseguido por los jardineros y Gellen se sentaba cuidadosamente al lado de Morgan, para hacerle callada compañía. "Ya veo... ¡Eso significa que si hay cura!" Expresaba sonriente la reina. "Aún hay que probar si los ingredientes son los indicados, pero estamos seguros de que con ellos el antídoto es el correcto." Contaba Eris. La reina suspiraba de alivio, para luego proseguir. "¿A dónde necesitan ir ahora?" Preguntaba. "Debemos subir a Tundrak por la flor de trumoiak.... Creo que necesitaré un buen abrigo." Decía Eris, sabiendo perfectamente a lo que se iba a enfrentar. "Deja que le hable a los apis de ello, mientras tanto entren y espérennos en la sala de estar de las habitaciones.... Y colócate sulfadiazina de plata en esas quemaduras, hija." Culminó Beltaine a la vez que se daba vuelta y se retiraba, sin ver la mirada desorbitada de la petrificada Eris, pues en ningún momento le mencionó sobre su pequeño accidente con la savia de horoi.
Una vez en la amplia sala interconectora de las habitaciones, equipada con grandes y cómodos muebles, altas bibliotecas y un área para juegos holográficos, se hallaban dos apis con lo que parecían ser varios tipos de abrigos para la princesa. Uno tras otro se los probó hasta que estuvo cómoda con un traje largo, blanco como la nieve con detalles dorados, de amplias mangas y capucha, bordeadas por una gruesa y esponjosa piel de un tono mantecado. "¡Este es perfecto! ¿Tú qué opinas Gellen?" Le preguntaba Eris, mientras posaba y daba adorables vueltas. "Está hermosísima- ¡Hermosísimo! Está hermosísimo, el abrigo, claro. De eso hablamos." Expresaba enredadamente, mientras Beltaine sonreía a sus espaldas. Eris notó entre los ropajes, una larga y elegante bufanda color rojo carmesí. La tomó y luego de observarla unos segundos y voltear a ver fugazmente a Gellen, se le acerca y la enrolla tiernamente alrededor de su cuello. "¿E-Es para mí?" Le decía nervioso. "Siempre he notado que cuando bajas de Tundrak nunca tienes puesta una bufanda. Creo que complementaria perfectamente a tu abrigo." Expresó Eris con una sonrisa, a la vez que Gellen se sonrojaba y le agradecía por el obsequio. "Entonces... necesitan ir a la parte más alta de Tundrak, mientras están en formación las nubes eléctricas, ¿para así captar una flor de aire casi imperceptible?" Recitaba Nerea, levantando una ceja. "Suena como una locura, pero así es. Es uno de los ingredientes esenciales para la fabricación del antídoto." Contestaba Eris, ya con una expresión mucho más seria. "Luego de eso tendremos que bajar a Lemuria por el último ingrediente." Continuaba diciendo Gellen. "Podemos ordenar una nave anfibia que los lleve a Lemuria, allí podrán contactar con la burgomaestre y conseguir el ingrediente que falta." Decía Beltaine, mientras ya se hallaban recogiendo para partir y en un chasquido se encontraban montando a Toruk para emprender vuelo a Tundrak. Por aire, el alto pueblo de Gellen quedaba a solo minutos de Celestina, haciendo que el joven frigus hubiese deseado tener un ectophylla desde mucho antes.
ESTÁS LEYENDO
Eris: La Reina de Ópalo
Science FictionEris, una flameante Kalivan oriunda del planeta Indicum en las profundidades de la galaxia Andrómeda, es forzada a aventurarse en los vastos confines del universo, buscando restaurar la paz que le fue arrebatada al reino del cual ella es heredera. P...