Luego de varias horas en el impulso de distorsión, la nave surge justo para caer en la órbita de un pequeño satélite que, junto a otros diecisiete, acompañan a un gigante gaseoso de tonalidades violetas y celestes. Luego de aterrizar, Eris pudo reconocer que mayormente estaba compuesto por cuerpos de agua y la tierra firme era escasa, pero de abundante vida. El haber descendido sin mayores contratiempos le traía algo de calma, luego de todo el evento presenciado en Indicum. Permaneció dentro de su nave, intentando incesantemente de comunicarse con su gente... pero nunca hubo respuesta. "¿Qué voy a hacer ahora...?" Decía en voz baja, con una mirada perdida que era reforzada por las ojeras, e inundadas por otra oleada de gruesas lágrimas que comenzaban a brotar de sus grandes ojos. Percibir como su hogar, su reino, su planeta, y todo lo que conocía y amaba caía en manos de unos usurpadores, le desmembraban el alma en más de mil pedazos, hasta que no pudo soportarlo más, y como un cristal expuesto a fuerza bruta, se quebró. El solitario espacio de la nave fue el único testigo de sus sollozos, sus paredes las retentoras de sus gritos, su suelo, de sus lágrimas. Un espacio que tomaba la forma de un fantasma de recuerdo donde antes solían ocuparlo seres importantes, de los cuales ahora no se tenía idea de si siquiera seguían con vida. Las horas pasaban, y Eris se sintió con el valor suficiente como para salir de su nave, ya mucho más calmada. Necesitaba abastecerse de comida y verificar si había alguna civilización. Con paso cauteloso exploró las cercanías, la vegetación era extrañamente brillosa, como si estuviese húmeda o tuviera algún tipo de recubrimiento transparente. Se dio cuenta de que varias criaturas se alimentaban de una extraña planta alta y delgada que producía unas bolas esponjosas que, al madurar, caían suavemente al suelo, desprendiendo un olor dulce y apetitoso. Supo que serían comestibles, así que tomó unas cuantas y se dispuso a buscar más sustento. Luego de varias horas ya había oscurecido, pero la noche allí era clara, la luz reflejada por su planeta madre le daba al firmamento un suave fulgor entre azul y violeta, acompañados por la extensa bioluminiscencia de las aguas y algunas criaturas. Eris pudo observar que, a la distancia, brillaba un resplandor que reconoció como el de una ciudad, un pueblo, algún asentamiento. "Parece estar a unos cuantos kilómetros de distancia..." Decía en voz alta, mientras calculaba que tan alejada estaba de aquello. Decidió entonces aventurarse apenas se vislumbraran los primeros rayos del alba, puesto que no quería sorpresas inesperadas que le dieran muchos más problemas.
Despertó temprano, con el suave sonido de las olas extrañamente más cerca de lo que las escuchaba ayer. Patidifusa, se apresuró a la ventana sólo para divisar el nivel del agua a pocos metros de su nave. Como si de la noche a la mañana la tierra y el mar hubiesen decidido cambiar lugares, el nivel freático parecía engullir lo que era tierra, y dejar expuesto lo que al día anterior era sólo agua. "¡¿Pero qué?!..." Exclamó, mientras salía apresuradamente. "Voy a tener que dejar la nave levitando... este satélite es demasiado inestable. No puedo arriesgarme a llevar la nave tampoco... mejor explorar con bajo perfil primero." Sentenció, cosa que hizo antes de partir hacia la dirección del resplandor que había visto la noche anterior. A medida que caminaba, podía notar como rápidamente el nivel freático iba inundando el paisaje a una velocidad impresionante, la humedad era opresiva, y en ese instante entendió la apariencia de la vegetación del lugar. "Por supuesto... ¡este follaje es anfibio! Impresionante..." Pensaba en voz alta, mientras tocaba una de las babosas hojas de un arbusto aledaño. "Pero, un momento... Si la vegetación tiene estas características..." Al momento de su realización, un rugido de baja frecuencia alertó sus sentidos junto a las demás criaturas en las cercanías, se trataba de un frente de agua aproximándose a velocidades alarmantes, de varios metros de altura, que como un tsunami engullía todo a su paso. Eris dio un salto hacia la vegetación más alta, pero rápidamente debía volver a divisar otro punto mucho más alto, pues el nivel del agua subía increíblemente rápido. Ya no quedaban lugares sólidos a los cuales treparse, y de un paso en falso, resbaló con una de las escurridizas hojas, cayendo de llano en las turbulentas aguas.
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Eris: La Reina de Ópalo
Ciencia FicciónEris, una flameante Kalivan oriunda del planeta Indicum en las profundidades de la galaxia Andrómeda, es forzada a aventurarse en los vastos confines del universo, buscando restaurar la paz que le fue arrebatada al reino del cual ella es heredera. P...