4. Forja del Ignis

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En una soleada mañana, preparativos se llevan a cabo para el cumpleaños número dieciocho de Eris. Atosigada por el ajetreo del palacio, se escapa de los apis, preparadores y gente de la corte y se escabulle para dar una vuelta al pueblo, con ganas de pasear y airear su cabeza un poco. Una vez en el mercado, se detiene en una de las fuentes de agua potable y escucha una bulla en un pequeño local aledaño. Allí, Gellen se encontraba peleándole al dueño del local que quería comprarle el lote de armas que le había encargado a su familia a un precio menor del acordado, cosa que hacía enervar al joven albino. Eris escucha sin prestar mayor atención el alboroto, mientras sigue observando el agua cristalina caer en la fuente. Gellen termina convenciendo al vendedor y se marcha enojado, "Relájate, copito, ¡o te vas a derretir!" le dijo el portero del local con tono burlón, mientras le bajaba la bandana que llevaba en la cabeza a los ojos. "¡EY!" Gritó Gellen, intentando subir su bandana para poder ver, cuando da unos pasos hacia atrás y choca accidentalmente con alguien. Cuando destapa sus ojos y se da vuelta, disculpándose, se encuentra cara a cara con Eris. "¡Gellen! ¿Te encuentras bien?" Le preguntó, mientras le acomodaba la bandana de nuevo en su sitio. Gellen tartamudeo y se sonrojó. "¡E-Eris!... Ah, sí- No fue nada." Dijo, mientras veía nerviosamente a otra dirección. "Ten, toma un poco de agua. Parece que estás muy ofuscado, ¿está todo en orden con ese lote de armamento?" Le preguntaba, entregándole un vaso de agua fresca de la fuente. Gellen bebió con avidez, mientras sus dorados ojos volteaban a ver a la princesa que le sonreía. La observa con agrado, pues ya la veía como algo más que una simple y dulce dama, se le notaba el rubor en sus blancas mejillas. "Sí, sí, eran para aquel idiota de la otra tienda. Quería comprármelas a menos de lo que habían acordado con mis padres. ¿Qué se cree? ¿Que no cuesta fabricar armamento?" Dijo volteando la mirada a la tienda. Se le notaba molesto, odiaba que menospreciaran el trabajo que junto a su familia había logrado. Le devolvió una sonrisa cálida y tierna y procedió a preguntar "¿Y tú? ¿Qué haces por aquí?" Eris soltó una leve risa "Vine a escaparme unos minutos, con todas las preparaciones para mi cumpleaños el palacio está hecho un caos." Culminó. "¡¿Qué?! ¡¿Es hoy?!" Exclamó Gellen con la voz algo levantada, sorprendido. "¡Sí! Pero no le digas a los apis que estoy por aquí..." Le susurró Eris mientras le hacía un guiño. Gellen se mostraba todavía más nervioso, tomó su mano e hizo una reverencia con la cabeza. "Feliz natalicio, princesa. Perdone por no recordarlo." Eris, todavía sonriendo, pellizcó su mejilla. "No te preocupes Gellen, es la corte real a la que le molestan esas tonterías." Le dijo dulcemente. "¿Sabes?... ¡Tienes unos ojos muy hermosos!" Agregó. "Nunca vi un dorado tan intenso en la mirada de algún Kalivan." Gellen se apena. "Para mi familia soy algo especial, tanto físicamente como en lo que respecta a personalidad. Saben que odio trabajar en las minas y por eso me mandan a entregar los lotes de armamento." Contestó, bajando la cabeza y viendo el vaso vacío en sus manos. "Por eso entrenas en el dojo Delonix solo la mitad del día..." Supuso Eris, continuando. "Todo trabajo es noble, Gellen, y que conserves un equilibrio entre tu sueño de ser un Laniakea y mantener la tradición de tu familia te hace admirable. Pero llegará un punto en el que deberás elegir un camino." Gellen la vio a los ojos. "Somos los mejores forjadores, nuestras mejores armas van a la realeza." Dijo sonriendo, a la vez que fruncía el ceño y miraba hacia el horizonte. "¡Pero yo no quiero forjar armas, yo quiero ser un guerrero!" Declaraba mientras apretaba uno de sus puños. "Seré el guerrero más poderoso del reino, y protegeré a los mismísimos reyes-" Se detuvo y giró hacia la princesa. "-Y a ti también". Eris volvió a reír suavemente, un poco sonrojada. Gellen se fijaba en su ruborizado rostro, era más que perfecto, su cabello le hacía juego con el resto de ella... Cuando se dio cuenta de que Eris debía volver. "Ya tengo que irme, de seguro irán tus padres a mi celebración, ¡espero puedas ir también!" Le sonrió. "¡Qué bueno fue verte, Gellen!" Culminó mientras volvía a pellizcar su mejilla y se levantaba, se ponía su capucha y desaparecía entre el bullicio del mercado. Cuando escuchó eso se quedó con un nudo en la garganta, era más que obvio a este punto que la princesa le había gustado, era más que linda para él. "Espero... También poder ir." Susurró para sí mismo, quitándose la bandana de la cabeza y observándola alejarse, ladeándose mientras caminaba como si el resto del mundo se desvaneciera a su alrededor. Luego de unos segundos que parecieron eternos, volvió a su lugar en la tierra apenas Eris desapareció entre la gente, y comenzó a marcharse.

Eris: La Reina de ÓpaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora