18. Aguas Doradas

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El sonido de las criaturas nocturnas resonaba sin cesar, siendo lo único constante en las lejanas afueras de Umanga, donde, sobre un firme mangle descansaba la nave del grupo de los Fornax, con la compuerta abierta. Tomando un descanso de otra misión de búsqueda fallida, Yinkong, Godeleva y Oto se sientan en el borde de la misma, tomando unas bebidas en silencio. "Vayamos un rato a Almagesto, creo que una buena comida nos sentará bien." Comentó Godeleva intentando levantar los ánimos. "¿Crees que Plutus esté allí?" Preguntaba Oto. "Por su propio bien, mejor que no." Conjuraba Yinkong a voz baja. "Es poco probable, sabiendo en la posición en la que quedó, lo más seguro es que haya huido de Syreni en su totalidad." Explicaba Godeleva, mientras pasaban a observar el cielo nocturno que, acompañado del planeta madre, iluminaban la noche antes de emprender el camino hacia el sitio.

No les tomó mucho tiempo llegar, las mareas ni habían terminado de cambiar lugares cuando ya accedían por una de las entradas de Almagesto, situadas en un puente conector. Qué desconocido lucía su lugar predilecto ahora que lo ingresaban como seres diferentes. Una vez en una mesa, fueron interceptados por tres mercenarios conocidos. Intercambiaron miradas en silencio entre todos, intrínsecamente al tanto de todo lo que había ocurrido. Lentamente, luego de unos rápidos vistazos a su alrededor, se sientan con ellos. "Corren rumores." Dijo uno. "Justo ahora... corren más que solo los rumores." Contestaba Yinkong, refiriéndose a su excapitán. "¿Qué tan cierta es la caída de los Fornax?" Susurró uno de ellos. "Bah, no seas exagerado. No creo que sea inminente ni tampoco que llegue a ocurrir, no ha sido la primera vez que los Fornax han perdido a un capitán." Explicaba Yinkong, aceptando una bebida de la mesera. "¿Y por qué no tomas el mando? El puesto queda libre y eres el mejor prospecto." Decía uno de ellos, mientras Yinkong quedaba pensativo. Siendo sincero, en cierto punto estuvo enfocado en lograr que así sea, buscando ser la mano derecha de Plutus para que al final, éste le dijera que secundara el mando de llegar el momento, y tenía plena confianza en ello. Pero ahora, ese sentimiento lo veía de forma diferente, como si lo hubiera soltado y enfocado en lo que realmente anhelaba, había comenzado a ser franco consigo mismo y lo que realmente buscaba era un nuevo comienzo, uno en donde emprendiera un viaje hacia su paz interior y su verdad, quería vivir tranquilo. Sabía que tomar la decisión de dejar los Fornax era una acción que requeriría mucho valor, la mayoría lo verá como deserción, pero el impulso y la iniciativa de salvar a Eris fue una ventana de oportunidad dorada que estuvo dispuesto a tomar sin titubear. "Si bien es un honor ser el que tome el cargo, me vería en la obligación de rechazarlo." Dijo. Esto dejó impactados a los tres mercenarios. "¡¿Estás seguro?! ¡Ganarías los tajos más grandes de las recompensas!" Le insistía el otro. "Sea cual sea la decisión que vaya a tomar, nosotros lo apoyaremos y lo protegeremos. Nos protegeremos entre todos." Declaró Godeleva diligentemente. "Tienen agallas, pero siendo el equipo principal de Plutus, no me sorprende el potencial que tengan para escapar exitosamente si desertan." Comentaba uno de los mercenarios a voz baja, para luego sorber su licor. "Puede que no retornemos de esta búsqueda... lo saben." Les dijo Yinkong, haciendo contacto visual con los tres. "Mira, si deben avanzar para recuperar a la quebrantahuesos, que así sea. Deserción por cobardía es una cosa, pero por lealtad, es digno de respeto." Concluyó uno de ellos, y como si hubiese sido una palabra clave para actuar, los tres terminaron sus bebidas, se levantaron de la mesa y se marcharon, perdiéndose entre la gente. Sabían que el único propósito de interceptarlos aquí era para obtener la información necesaria directamente de la fuente. El grupo quedó meditativo, en silencio, sopesando que en efecto la decisión de desertar era una que se hacía inminente, sin embargo, se sentía como un fresco viento de cambio. Uno que los haría alzar el vuelo en libertad.

El mar permanecía quieto, como un infinito espejo que se extendía hasta el horizonte, reflejando las estrellas y los delicados destellos de la luna. En algún lugar de ese manto reflectante, se alza una solitaria y sagrada isla en medio de la nada. Silenciosa, natural, escondida de las masas, excepto de una mística fémina quien se hallaba estudiando la cúpula celeste. Instalada en lo que parecía ser un observatorio abierto, vislumbraba a través del enorme tragaluz mientras realizaba anotaciones de la ancestral astrología decodificada en las constelaciones celestes, utilizando una brillante y delicada pluma blanca. Se hallaba perdida en lo que hacía, el suave viento nocturno movía el fūrin atado a su gran sombrero blanco, la luz lunar hacía resplandecer los detalles dorados en él y el resto de su traje mientras una etérea libélula de energía dorada se acercaba para posarse brevemente en las azaleas de su sombrero. "Vigesimosexta noche, ¿cómo te sientes?" Una voz resonaba al lado de la fémina, de un felino Maine Coon de manto blanco con vestigios grises y ojos azules. "Creo que estoy lista, Sophonax. Necesitaba este retiro a solas para meditar y estudiar muchas cosas." Decía. "La niebla se disipa, Eridani, me parece que lograste avanzar bastante en tu propósito." Le contestaba su familiar, cuando sus agudas orejas captaron una disrupción en la presión atmosférica. Como si fuese un marco de luz, un portal se abrió justo frente a ellos, y de él emergió una mujer de largos cabellos castaños, ondulados como las olas, que degradaban a un potente turquesa, envuelta en mariposas de energía azul. Sus ojos verde esmeralda resplandecían en la tenue luz, y su báculo de madera resonaba al posarse sobre el suelo de baldosa coralina, seguida por dos felinos, una siamesa llamada Bastet, y un angora turco de pelaje negro como la noche, llamado Sirius. "Sabía que sería tu última noche en la isla, así que vine a buscarte, hija. Nos vamos a Karau Bo." Le dijo sonriente la mujer, iluminando el rostro de Eridani, quien se levantó para abrazarla cálidamente. Mientras ambas hechiceras se dirigían hacia el nivel inferior para preparar café y ponerse al día, Sophonax se dirigió a los otros dos familiares. "¿Encontraron algo?" Preguntó. "Sólo una conversación que de cierta manera llamó la atención de Amarys, quien se quedó a escuchar. Cree que tal vez tenga relación a lo dicho por sus runas." Le informó Bastet, para ser secundada por Sirius. "Le dijeron de una liberación, un cambio de consciencia donde se dejarán ir viejas creencias limitantes para dar paso a lo nuevo." Culminaba, haciendo que Sophonax moviera las orejas. "Eso no es nuevo, el cambio de consciencia ya lleva sucediendo desde hace más de cien años... esta liberación de la que hablan sus runas es diferente." Refutaba, para ser interrumpidos por risas provenientes de sus portadoras, abajo en la cocina. "¿Cómo le fue a Eridani con su purificación? Sabíamos que se retiraría para sanar, pero no supimos más detalles." Preguntó Bastet, cambiando el tema. "Bastante bien. Al principio fue duro para ella, como todo comienzo, pero logró recobrar su camino dhármico en tiempo récord, lo que le dio la oportunidad de enfocarse en sus estudios de astrología y cartomancia." Contestaba Sophonax, visiblemente molesto. "No podías hacer más nada por ella en ese momento, más que guiarla fuera de ese lugar... lo sabes." Le susurra Sirius. "Lo sé, y me alegra haberla podido sacar de allí. A Eridani nunca le fue difícil desapegarse de las personas, mucho menos de los que alguna vez la lastimaron... pero mi trabajo es el de no olvidar lo que hicieron." Decretó, para bajar del antepecho donde se encontraban sentados, seguido por los otros dos felinos hacia donde se encontraban sus portadoras, listos para seguirlas de regreso a la ciudad.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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