11. Ondas de Estrellas

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Luego de la huida de los reyes, y de que la heredera se les haya escapado de las manos, Metatron y el resto de los malakhim establecidos en Indicum se proponen a exterminarla. "Si la heredera está con vida, habrá posibilidad de que retomen poder en el planeta. ¡No podemos permitirlo!" Gritaba Metatron a sus secuaces, que escuchaban en silencio, mientras se hallaban en la larga mesa de palo rosa del comedor del palacio. Indicum posee enormes cantidades de riquezas, objetivo principal de los malakhim, haciendo especial énfasis en el oro. La variante más escasa y más valiosa es el oro solar, cuyos yacimientos se encuentran alrededor de todo el planeta y es la razón principal por la que el yugo malakh cayó sobre el mismo. Al pasar los años, los Kalivan fueron adoctrinados, modificándoles toda la historia de su especie para hacerlos creer que fueron creados por el líder de los malakhim, de nombre Adonai. Misterioso y nunca visto, lo portaban como un ser omnipotente al que obligatoriamente se le debía rendir culto, a pesar de jamás haber tenido prueba ni imagen de su presencia o de lo que predicaban y afirmaban había logrado. Los Laniakea sufrieron dicho adoctrinamiento de igual manera para hacerlos servir a Metatron, a supervisar que la población se dedicara explícitamente a la extracción de oro solar, de esparcir la doctrina a los jóvenes, y ofrecer gran parte de sus ganancias como ofrenda a Metatron en edificaciones que tenían por nombre knīsā, sitios de culto a los malakhim que ellos mismos ordenaron erigir.

Una figura se incorpora ente la penumbra, alumbrada únicamente por la tenue luz de la bioluminiscencia nocturna. "Ya son dos semanas en las que no concilias el sueño, vas a colapsar." Decía una suave voz, seguida por el sonido de plumas rozando entre sí. "Sigo teniendo la misma pesadilla... Cielos rojos como el fuego, un gran asteroide colisionando... y luego todo blanco." Murmuraba Rekker con la voz todavía ronca por somnolencia. Ayla permaneció en silencio. "...Pero no era un asteroide..." Continuaba, mientras se incorporaba de la cama y se aproximaba hacia el ventanal circular más cercano, observando un cúmulo de nubes tormentosas pasando justo debajo de su isla. "Siento que este no es un sueño común, Ayla. Es una memoria... Que no recuerdo en vigilia." Concluyó, mientras su familiar volaba para posarse en un pedestal cerca de él. "¿Unuttum?" Contestaba Ayla. "No. Me habría dado cuenta y tú también, si alguien hubiese casteado ese hechizo de olvido en mí, esto... es distinto." Sus naranjas ojos brillaban en la penumbra con resolución. "Si es en efecto una memoria... Eso quiere decir que no sólo me la eliminaron a mí, sino a todo el planeta." Dijo, dándose vuelta para encarar con una mirada inquietante a su familiar, mientras el murmuro de los truenos disturbaban el silencio de la noche.

La cantidad de dracmas de las recompensas por distintas misiones le dio a Eris la oportunidad de conseguir los repuestos para poder reparar su nave. Pudo encontrar el cristal de éter el cual fue roto por los kerubas, partes del fuselaje, pero todavía faltaba por reemplazar un cristal crucial llamado moldavita. De protagónico lugar en el motor warp de toda nave intergaláctica, es el catalizador que propicia el impulso de distorsión. Se encontraba revisando la totalidad de sus compras en la azotea, cuando fue llamada por Plutus. "Si no bajas ya, Oto va a acabar con los korallpinner, te quedarás sin comer y luego me vas a despertar a mitad de la noche porque bajarás por más comida." Le decía, sermoneándola, mientras Eris se mantenía inclinada con su cabeza en los motores de la nave, hasta que se incorporó. "¿Qué dices? Si voy con suma cautela... la única manera de que sepas cuando bajo por comida es si durmiera contigo." Le contestaba tajante la princesa, mientras cerraba el fuselaje de la nave. "Ah, ¿si quieres?" Le preguntó Plutus con una media sonrisa, haciendo tartamudear a la enrojecida daemon cuando fueron interrumpidos por Yinkong, que subía a buscarlos. "¡Hice cuatro kilos más de Candra rō, ¿qué tanto se tardan?! ¡Maldita sea Oto deja de comer! ¡Ya con Eris tengo suficiente!" Gritaba mientras volvía a descender por las escaleras, siendo observado por sus dos compañeros con confusión en sus rostros, sólo para seguirlo segundos después. Abajo, La mesa principal se encontraba desbordante de comida, mientras las flamas bailaban en la enorme paila que Yinkong utilizaba para terminar de preparar los platillos. A su lado, se encontraba también Godeleva, observando la meticulosidad con la que el fornido ser de Itsasoa llevaba a cabo su cocina y asistiéndolo en lo que pidiera, incapaces de ocultar que se atraían. "¿Ya conseguiste todo para tu nave?" Le preguntaba Oto a Eris con la boca llena de comida. "¡Traga antes de hablar, animal!" Le reclamaba Yinkong con desdén, casi escupiendo sus palabras, mientras Oto sólo volteaba calmadamente a observarlo con una sonrisa, sus mejillas llenas de comida. "Deberías considerarlo un halago, bagre baboso, significa que no puedo dejar de comer tus platillos aunque necesite hablar." Le contestaba Oto, totalmente inmutado de la ira de su compañero, quien sólo hizo un gesto con la cabeza como si quisiera decir que tenía un punto. "Ya tengo casi todo, sólo me falta el cristal de moldavita para el warp. Se quebró cuando intentaba escapar de Indicum... Aunque todavía funciona, siento que no debería usarlo en esas condiciones." Decía Eris, mientras se servía cuatro enormes patas de locusta. "En eso estas en lo correcto." Agregaba Plutus. "Es peligroso entrar en el impulso de distorsión con el cristal de moldavita en mal estado. Pudiese dejar de catalizarlo, haciendo que se detenga dicho impulso de una manera inmediata... pudieses desintegrarte en milisegundos, tu estructura molecular no lo soportaría." Culminaba explicando, mientras se sentaba a comer a su lado. "...Sería como intentar entrar en un agujero negro sin el debido equipo..." Murmuraba Eris, con su mirada perdida en el plato. "Algo así, sólo que, en vez de una espaguetificación, sería como si te desintegraras a velocidades incalculables. Similar a saltar de una nave a mucha velocidad, el roce con la materia estática te destruiría." Continuaba explicando el elfo, seguido de silenciosas aprobaciones de sus compañeros. "Por eso seguirás viajando en mi nave hasta que podamos conseguir la moldavita. Dame el resto del día de hoy para retomar unos contactos... Creo saber donde podremos conseguirlo." Culminaba Plutus, mientras le sonreía levemente a Eris, y procedían a terminar de almorzar.

Eris: La Reina de ÓpaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora