No me digas que todo va a estar bien

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La penumbra de la habitación parecía abrazar a Kattie, como un monstruo amistoso. Respetaba su espacio. Ella tenía la cabeza apoyada en los brazos, sobre la mesa. Llevaba hora así. Ni siquiera el chirrido de la puerta al abrirse pesaroza la hizo reaccionar. Colleen miró a si hija desde la entrada de la habitación. La luz del pasillo era una rasgadura tajante, como un trozo de pastel claro y no bien recibido. La oscuridad sólo se movía con la respiración de Kattie, con su pecho expandiéndose y elevándose de la mesa. El movimiento era tan calculado y sereno que Colleen llegó a pensar que estaba dormida. Lanzó un suspiro, dejando salir una parte de todas las emociones que tenía guardadas en el pecho. No obtuvo ninguna reacción por parte de Kattie. Se llevó una mano al entrecejo, como si su frente fuese una lámpara mágica que al frotarla te revela todas las respuestas que necesita. Ni en todos los meses que su esposo e hijo habían estado fuera había sentido una necesidad tan grande de ayuda como en ese momento. Necesitaba que alguien le dijera cómo lidiar con su propia hija. Pensar en eso hizo que Colleen sintiera que un pedazo grande y afilado de dolor se clavaba en su pecho y presionaba contra ella toda la tristeza que tenía acumulada.

-La cena está lista -dejó escapar, con un aliento que rogaba por oxígeno, o al menos algo que le sacara el dolor del pecho.

Los rizos amielados de Kattie se deslizaron de su espalda y cayeron a un costado, marchitos. Colleen no pudo soportar más verla así y salió de la habitación, dejando la puerta entreabierta, esperando que la rebanada de pastel de luz que entraba en la habitación fuera más tentadora que el monstruo de la penumbra.

Se quedó en el pasillo unos minutos, con una mano en el pecho. Que trozo de dolor que sentía encajado no era material y no podía arrancárselo. Jamás había sido de las madres cariñosas que hablan y dan abrazos de consuelo con sus palabras, era más bien de las madres que se guardan lo que sienten pensando en que cargan con ellas también el dolor de sus familias. Colleen sabía que Kattie no necesitaba que hiciera eso por ella, necesitaba que la consolarla y le dijera que todo saldría bien, a pesar de ser demasiado inteligente como para saber en el fondo que podía no ser así. Tomó una bocanada de aire y se giró para enfrentarse a la puerta. La distancia que la conducía hasta Kattie era enorme, pero se atrevió a caminar por ella hasta llegar a su hija. Con cada paso, se imaginaba a sí misma rodeándola con los brazos y susurrándole las más dulces palabras. Sin embargo, cuando estuvo detrás de ella, lo único que pudo hacer fue poner una de sus manos sobre el hombro de su hija. Abrió la boca, esperando ser más audaz con las palabras.

-No me digas que todo va a estar bien -la interrumpió Kattie, antes de que siquiera pudiera hablar.

Colleen lanzó un suspiro.

-No lo haré.

Kattie quiso evitarlo, pero se le escapó un estremecimiento acompañado de un sollozo. Colleen se despojó de la armadura de endurecimiento que se había puesto hacia ya tantos años y abrazó a su pequeña, recargando su barbilla sobre la cabeza de Kattie.

-No voy a abandonar a tu padre y a Matt -declaró, con lágrimas en los ojos. Su voz estaba ahogada por el nudo en su garganta, pero se escuchaba fortalecida-. No me importa lo que digan los mensajeros o el mismo ejército.

Kattie se limpió las pestañas con una mano y miró a su madre. El pastel de luz estaba reflejado en sus ojos.

-Los encontraremos -afirmó Colleen, mirándola con firmeza. Kattie se giró hacia su madre y la rodeó con sus brazos-. Los vamos a encontrar.

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Los pasillos del castillo estaban tan silenciosos como cuevas abandonadas. Allura caminaba a través de ellos, acompañada solamente por una bandeja de plata con alimentos. Los pliegues de su vestido se arrastraban detrás de ella, como la cola etérea de un fantasma vagando por la eternidad de su miseria. El único ruido era el de los cubiertos sacudiéndose contra la superficie metálica de la bandeja. Aquel sonido no hacía más que acentuar el aspecto fantasmagórico de la princesa, parecía burlarse de ella y aportarle a su disfraz el resonar de unas cadenas que arrastra consigo un fantasma que se ha escapado del inframundo.

Por tí [VoltronxMulán] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora