Maldigo ser un ser pensante y con sentimientos...

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Pidge bien podría llevar horas dando vueltas fuera de la tienda. El cielo se había oscurecido y parecía burlarse de ella, cada vez que levantaba la mirada hacia él. Las estrellas le hacían ojos coquetos y juguetones, preguntando cuánto más estaría bajo su compañía. Era una noche traicionera. Abría y cerraba los dedos, intentando decidir si le daría un puñetazo a su querida amiga. Incluso el cielo nocturno parecía diferente y no era uno que le gustara, pero al menos parecía menos aterrador que la tienda frente a ella.

Dió un salto hacia atrás al ver que alguien la abría. Se cubrió el pecho y adoptó una postura de boxeadora, al ver a Lance. Su rostro moreno le recordó al cielo estrellado. Ambos pecosos, ambos molestos. Al menos la furia del cielo se traducía en picardía. Pidge se quedó callada, a la espera de lo que pasaría. Lance la miró por un único instante. En sus ojos algo había cambiado, pero era tan difuso como una pintura abstracta.

-¿Qué estás haciendo? -gruñó. Hasta su voz era difusa y cambiada. Desvío la mirada de Pidge y se alejó, dando zancadas largas.

Pidge vió a Lance alejarse hacia el ruido colectivo del campamento.

La tienda volvió a abrirse.

-Enserio lo siento -le dijo el amigo de Lance, con una mano tras la cabeza.

Pidge no se había fijado mucho en él, cuando intentó evitar que se peleara con Lance. Ahora que lo hacía, veía que tenía un rostro bastante amable. Era reconfortante encontrarse con alguien así, tras haber pasado el día entero recibiendo miradas extrañas incluso de la noche.

-El arma que le quitaron era de su padre, así que por eso está un poco molesto -explicó el chico, mirando con precaución hacia el pasto.

-¿Enserio? No lo sabía...

La sorprendió escuchar la risa del muchacho.

-¿Cómo ibas a saberlo? Por cierto, soy Hunk -el chico le extendió una mano.

La chica se quedó mirándola, extrañada.

-Mi nombre es Ka... quise decir, uh... Soy Pidge.

Se enderezó antes de completar una reverencia de señorita y sacudió la cabeza repetidas veces. Quería darse una palmada bien fuerte en la frente por lo que acababa de hacer. Hunk simplemente la miró con sus brillantes ojos de obsidiana e inclinó la cabeza a la espera de que sus odios aceptasen mejor sus palabras.

-Ay, perdón. No te entendí, ¿Cómo dices?

Pidge clavó el mentón dentro del cuello de su camisa y subió los hombros. Si la noche burlona no hubiese puesto sobre ella sus sombras, Hunk posiblemente hubiese percibido lo roja que se había teñido su cara.

-Soy Pidge... -era curioso. Incluso su voz parecía enterada de su desgano por hablar.

-Pidge, espero que no te moleste pero ya escogimos camas. Escogí la litera de arriba -Hunk hizo una pausa para comprobar en la expresión de Pidge si no había problemas, pero ella estaba ocupada mirando hacia la tienda-. Tu uniforme está en tu cama. Aaah... ¿Por qué no acomodas tus cosas? -añadió, señalando la mochila tirada en el pasto-. ¿Y nos vemos en la cena?

Pidge miró hacia el campamento. La luz ambarina de las fogatas danzaba entre las tiendas. Un olor a estofado hacía un recorrido tranquilo, sin prisas, por todo el campo.

-De acuerdo.

-¡De acuerdo! -Hunk juntó las manos, sonriente-. ¡Te apartaré un lugar! -le gritó, mientras corría hacia la luz de las fogatas.

Pidge entró en la tienda, sintiéndose aliviada de encontrarse sola nuevamente. El interior de la tienda estaba mucho más oscuro que la misma noche burlona. Encontró una lámpara de queroseno reposando en una mesita, al centro de la tienda. Abrió la válvula. Se escuchó un chasquido y una lucecita apareció, primero tímida; después cobró la fuerza suficiente para iluminar todo el interior de la tienda. Se crearon sombras grandes en las paredes de la tela, como guardianes que estaban ahí para hacerle compañía a Pidge.

Por tí [VoltronxMulán] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora